Segunda Parte

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Apretó al pequeño contra su pecho tratando de protegerlo con todo lo que tenía. Cuando el rugido en sus oídos se calmó, lo primero que vieron sus ojos fue el edificio ante ellos terminar de venirse abajo.

Levantó al niño y corrió todo lo rápido que le permitieron sus piernas hacia la parte baja de la avenida. Tropezaba continuamente con sus propios pies consiguiendo mantener el equilibrio en el último momento.

Los gritos habían aumentado, la gente no sabía hacia dónde correr o a dónde ir. El helicóptero de la prensa ya sobrevolaba la zona, y ella maldijo porque habían tardado menos que la policía en llegar.

La siguiente escena le hizo parar de nuevo, del terror. Bajo un trozo de edificio vio lo que jamás desearía a nadie que viera.

El niño parecía más calmado sobre sus brazos, pero no tardó en alterarse al sentir que comenzaba a temblar.

Apretó su abrazo sobre el pequeño tratando de hallar consuelo en él, y pesarosamente salió de nuevo corriendo.

Conforme iba bajando más gente se encontraba, la policía por fin había llegado y no tardaron en correr en dirección contraria a ella volviendo al lugar que te incitaba a reflexionar sobre la maldad humana, tratando de sacar de allí a toda la gente posible.

Un cordón rojo y blanco lleno de hombres uniformados que impedían pasar a la gente más allá les indicó su salvación.

Uno de los oficiales la vio correr, no dudó en ir a atenderla. Tomó al niño en brazos y ambos corrieron hasta el lado seguro de la calle.

Muchas de las personas repartidas allí eran médicos o gente que también acababa de vivir lo mismo que ella, los enfermeros corrían de un lado al otro transportando camillas y botiquines a las personas mas graves.

La acompañaron hasta uno de las ambulancias para analizar su situación ya que al verse a sí misma se encontró con rasguños por las piernas y los brazos que le habían ensangrentado la ropa.

Vio al oficial llevar al pequeño hasta uno de los coches más cercanos resguardándolo dentro, ya que al final parecía no haber sufrido ningún daño. Suspiró un poco más tranquila dando gracias a que el niño había salido ileso de todo aquel horror, y que probablemente en un futuro no se acordara de nada.

Buscó entre la gente con la mirada, y entre todo aquel barullo de personas corriendo de un lado a otro, coches de guardia civil llegando y medios de comunicación a la persona que la había estado esperando desde que había salido a comprar un par de cosas al mercado más cercano.

En los escalones de la misma biblioteca donde habían estado estudiando durante toda la mañana, un joven de cabello castaño y piel aceitunada escondía la cabeza entre las rodillas mientras se rascaba la nuca nervioso.

Estaban a mucha distancia, pero la suficiente para reconocerse el uno al otro. Cuando levantó la cabeza una última vez para volver a ver si se ella había regresado se encontró con sus ojos claros y por dos segundos el tiempo se paralizó.

El enfermero apenas había terminado de atarle la venda en el brazo cuando salió corriendo una última vez. Él, que se había puesto de pie apenas la había visto, también corrió a su encuentro tan rápido como sus piernas se lo permitieron.

Ella se echó a sus brazos apretándolo tan fuerte como pudo. Las lágrimas inundaron sus ojos por primera vez y lloró sobre su pecho.

Él no pudo más que apretarla contra él con impotencia, notando como su cuerpo temblaba violentamente dejando salir toda la tensión y el miedo acumulados.

Maldijo a los que le habían hecho pasar un infierno, a ella y a todos los que la acompañaban, pero agradeció a Dios por tenerla de nuevo con él y agradeció que estuviera todo lo bien que podía estar. 

PánicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora