CAPITULO DOS: LA SORPRESA.

18.9K 717 52
                                    


MARÍA.


—¡Imposible! —grité. —¡Yo no he podido estar con este imbécil!

Me negaba a aceptar todo lo que estaba pasando a mi alrededor. ¿Se supone que yo había estado en una relación con la persona que estaba frente a mí? Ni si quiera tenía adjetivos suficientes para describirlo. Aquella persona me causaba tal rechazo que quería salir corriendo de aquel lugar solamente con tenerlo cerca.

Aunque, desgraciadamente, cuándo estábamos juntos (supuestamente, porque aún estoy dudando de ello) ya era un completo imbécil así que las cosas no han mejorado ni cambiado mucho para él. Ya sabemos el dicho: aunque la mona se vista de seda, mona se queda.

—¡Ni yo con esta niñata! —entrecerró sus ojos hacia mí. No es ni ingenioso para insultar —. Dudo que yo me haya liado con una persona tan poco agraciada. —lo dicho: no es ni ingenioso para insultar.

—Oh sí, perdona, se me olvidaba que tengo delante a Brad Pitt. —comenté con ironía. Lo curioso es que tenía unos aires de egolatría bastante altos y no llegaba a entender muy bien por qué.

Todos nos miraban con diversión, entretenidos por la escena que teníamos montada. Incluso los camareros se estaban riendo en nuestra mismísima cara. Mejor no menciono a Vanesa, incluso soltaba las carcajadas de la manera más libertina posible.

—No sé qué os hace tanta gracia. —espeté cortante. Que se riesen de aquel sujeto lo entendían, pero yo no tenía cara de payaso la última vez que me vi en el espejo.

—No me puedo creer que sigáis igual que cuando estabais juntos. —dijo mi amiga mientras que negaba con su cabeza divertida y nos señalaba alternativamente.

—¿Sabéis? Paso. —volví a tomar asiento intentando hacer caso omiso tanto a semejante personaje como a los espectadores que estaban teniendo la mejor noche de su vida a nuestra costa.

—Lo que yo decía... —masculló Javier. —una niña chica. —añadió. Mordí mi mejilla interna y me giré para encáralo de nuevo.

—Chicos, tengamos la noche en paz. —planteó Marcos levantando las manos en modo pacifista a sabiendas de que si Javier seguía metiendo el dedo en la yaga al final acabaría saltando. Aunque creo que iba un poco tarde en sus peticiones.

El resto de la noche la pasamos hablando de recuerdos, riéndonos, contándonos anécdotas y en definitiva recordando nuestros momentos felices y sin preocupaciones, exceptuando la de los amores juveniles. Hablo como si hiciese mucho de aquello y prácticamente soy la más joven del grupo.

Mientras que ellos tenían diferentes conversaciones banales, yo estaba más centrada en mis pensamientos y mi mal humor que en lo que estaban diciendo. Aún me encontraba abrumada y desorientada por haber tenido este encontronazo con el moreno. Sinceramente, me esperaba que hubiese cambiado—mentalmente. Físicamente era bastante obvio su cambio y como para no fijarse...—pero parece ser que algunas cosas están destinadas a ser así. A no haber cambios, no evolucionar. Lo que menos quería antes de venir a esta estúpida reunión es tener alguna conversación incomoda con ellos o discusión, y es entrar por la puerta, a la media hora, el prepotente de mi ex novio juvenil, hace que me enfade de tal manera que ni si quiera veía lo que tenía a mí alrededor.

Y esa fue una de las razones por la que cortamos. Por nuestras constantes discusiones, aunque claro, influyó más otro tipo de motivos...

—¿Y tú tienes algo María? —la voz de Marcos hizo que saliese de mi ensimismamiento en mis pensamientos y volviese a prestar atención a lo que me rodeaba. El chico esperaba impaciente y con una sonrisa daleada a mi respuesta. Siendo honesta, no tenía ganas de hablar, no me encontraba en un ambiente muy cómodo.

Eres idiota, pero te quiero. (Terminada).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora