Capitulo 3

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Tan dulce, tan cálido, suavidad que quiso atesorar por una o quizás varias eternidades. Su mente estaba absorta a su corazón, o quizás ambos estaban unidos contra él, no lo sabía y en ese momento se debatió entre él y su cuerpo, sus reacciones y su peso, sus causas y consecuencias, pero si su causa era profundizar aquel momento, entonces quería saborear las consecuencias. Tan profundo, y las corrientes eléctricas dejó de sentirlas hace mucho, no sabía por qué ni como, pero esa mujer le hizo olvidar que su cuerpo era un cúmulo de nervios y la electricidad pura en su punto más alto. Una cima que creyó escalada ahora se le estaba volviendo más alta y más dificultosa, pero el deleite de la calidez y energía de su labios hasta encender su corazón le hacía congelarse en el intento, sí, congelarse, la calidez le hacía congelarse como hielo, como piedra, porque las sensaciones que creyó perdidas hace tiempo volvían a él, haciéndole calidez en un corazón que ya estaba muerto y en una vida que ya estaba en su cima, no lo comprendía y a la vez lo sabía, sus labios eran un poema que quería descifrar y a la vez romperlo en mil pedazos, eran pros y contras. Sin darse mayor importancia se acababa de debatir la vida en un segundo o quizás en varios, no quería sentirse así pero decidió vivir este día, y mañana tal vez no se sentiría capaz de olvidar la calidez que le congelaba el corazón, era.. era...

—¡Corte!—definitivamente mataría a Nicandro—¡Estuvo perfecto!

Se separó como si la mujer quemará, aunque si, quemaba, no se sentía capaz de elevar la vista y encararla.

—Juan...—perdería la razón si continuaba pronunciando su nombre de esa manera.

No hubo espacio para la mente en aquel instante donde el corazón era el invitado de honor, se encontró hipnotizado por esos ojitos tan deslumbrantes como el café, tan derretido como la miel y tan buenos como el chocolate, un brillo tan especial le recibía y le insitaba a terminar lo que empezó, pero su mente le tiró un balde de agua fría, regresó a los aplausos y felicitaciones, sin embargo, él mismo quería estar ahí, perdido en esa mirada que desde hace tiempo era la protagonista de sus sueños. Aunque ella no lo supiera, y el aún se lo negara, sus ojos le conciliaban el sueño. Entonces cayó en cuenta de su llamado, se limitó en negar zarandeando su cabeza con efusividad y se dio la vuelta dirigiéndose a su camerino...

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—¿Qué es lo que me pasa?—pasó una mano por su cabello reflejando su frustración. Frustración. Ese era el término de sus ansias por averiguar el por qué de su reacción y no poder ir a preguntárselo, le frustraba de una manera desolante, ni siquiera su amada soledad le entregaría las respuestas, ni su cuerpo, ni su mente, ni su corazón, era ella la única con las respuestas que a él se le escapaban de las manos.

—¿Puedo pasar?—no se anunció con toques sino más bien con su voz.

¡No puedes! Tenía ganas de gritar, sin embargo, llegó a la conclusión de que su frustración no era su culpa. Tomó sus debidas inhalaciones y se animó a girar la manilla que le separaba de la frustración, invitó a su máscara de seriedad volver a su rostro que fue bienvenida, su cara era un dilema indescifrable y recuperó su postura seria e inhabitable.

—¿Te encuentras bien?

Esa irritante y fastidiosa voz, pero a su vez tan suave y melodiosa...

—¿Por qué no habría de estarlo?—encaró de mala gana, no tenía ánimos de hablar, solo quería encerrarse en su habitación que lo libraría de sus preguntas, más no de sus emociones.

—¡Deja de ser tan prepotente!—lanzó su primer fuerte a la guerra que aludía—sólo quería verificar que estuvieras bien, nada más...

—¿En serio?—levantó su ceja izquierda—a mi parecer, usted viene a algo más que... Preguntar si estoy bien.

Antes De Que Te OlvideDonde viven las historias. Descúbrelo ahora