uno

438 49 37
                                    

C R I S T Ó B A L

[ACTUALIDAD]


Hoy era treinta de Julio, hacía frío y me encontraba a las afueras del campus de mi Universidad debatiéndome si debía entrar o simplemente pasar mi miserable día por las calles de Santiago deambulando por ahí sin un destino fijo sin despegar mis pensamientos de la idea de que hoy la Rafaela cumplía veintiún años. Era un patético de mierda por seguir pensando en ella, y era completamente consiente de eso. Pero a estas alturas bien poco me importaba, literalmente me sentía vacío, sin ganas de existir, y cumpliendo simplemente por costumbre mis obligaciones, llenándome solo a base de alcohol y nicotina. Aunque sinceramente tampoco me sentía mal por eso, porque todos terminábamos alguna vez en la mierda, por diferentes circunstancias claramente; la mía, por ejemplo, fue perder al amor de mi vida.

Y es que no podía sacarme de la mente ni del corazón el color de sus ojos cafés, que por cierto, no eran cualquier café... Eran fascinantes, bueno, en sí, ella lo era. Una persona de otro mundo es una excelente manera de describirla, porque esa mujer me volvía loco. Fue mi primer amor y quién hizo trizas mi corazón.

Cada día me levantaba por las mañanas con la esperanza de volver a oír su voz, de sentir sus cálidas manos arroparme, de volver a burlarme de ella por sus enojos sin sentido. Pero también cada día estaba más cagado de susto, porque ya se me estaba olvidando el sonido de su voz...

Y no quería.

—¡Te encontré! —Alzó una voz a mi lado que por un momento me hizo sobresaltarme. —¿De nuevo fumando? —Indagó con sus ojos verdes puestos en mí.

Puse los ojos en blanco, volviendo a darle una calada a mi cigarro.

—Si. ¿Serías tan amable de dejarme tranquilo por un día? —Dije molesto tirándole el humo a la cara en forma de que se cansara de mí por una vez. Infló las mejillas y me fulminó con la mirada, negando con la cabeza.

—¡Hay que hacer el trabajo de cálculo!

Suspiré exasperado para después delinear parte de mi labio con mi lengua, algunas veces me hartaba que fuese tan insistente.

Cerré mis ojos para entrar en calma y poder buscar las palabras correctas para sonar amable.

—Mira, Emilia... Simplemente hoy día no me siento bien, así que yo cacho que no voy a entrar a la clase, pero más tarde te llamo y hacemos el trabajo. ¿Te parece? —Intenté convencerla, sin embargo no lo conseguí, porque me miró más feo que la cresta, cruzándose de brazos claramente de mal humor.

—Ojalá te echís el ramo... Chao.

Y sin decir nada más se fue de ahí echando humito por la nariz. Me llevé una mano al pelo y jalé de él. Me costaba encontrar motivación en las cosas que debía hacer, hasta mi carrera ya me tenía lateado. Sentía que estaba en un hoyo sin salida y que jamás nadie, ni yo mismo iba a lograr sacarme de ahí.

Di otra calada y frustrado boté la colilla pisándola al instante.

Esta vida era una mierda.

Metí las manos en los bolsillos de mis jeans negros, encaminándome hacia la dirección contraria. No me quedaría ni cagando un día completo ahí, estaba lo suficientemente harto de mi vida, mañana sería un día nuevo y en volá ahí sí me daban ganas de poner un pie en la U. Ahora mi objetivo era otro: sacarme de la cabeza a la Rafaela.

Lo cual sería bastante difícil, casi imposible, teniendo en cuenta que en estos tres años no se ha salido de mi mente ni corazón por ningún momento.

No me olvides #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora