cuatro

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C R I S T Ó B A L

[ACTUALIDAD]

—Sale un olor realmente exquisito—Sonrió mi abuelo con jovialidad, dándome compañía en la cocina. Normalmente en fechas como estas no me gustaba hornear ni preparar cosas muy elaboradas, porque el frío causaba que se me echara la yegua, sin embargo hace mucho no nos veíamos y tenía ganas de regalonearlo.

—Espero que te gusten, hay que esperar a que se enfríen y estamos listos—Le conté mientras me frotaba las manos con entusiasmo para posteriormente tomar un paño de cocina y abrir el horno.

—¡Las devoraré! —Me advirtió poniendo cara de malo, soltando una carcajada que terminó por contagiarme.

Viejo loco.

Negué con la cabeza, divertido y saqué la lata del horno, estaban perfectas y lucían verdaderamente ricas, me cuestioné si verdaderamente no me estaba perdiendo y mi lado iba más por la gastronomía.

—Pondré la mesa—Avisé.

Estaba por sacar los individuales cuando sonó el timbre del departamento, me quedé quieto e intercambié miradas con mi abuelo, según yo no esperábamos a nadie, pero al parecer él sí, porque fue a abrir la puerta mientras tatareaba una canción. Arrugué la frente, medio confundido, pero lo dejé pasar para sacar los platos de los muebles y así ganar tiempo para tener todo listo cuando él volviera.

—¡Señora Alelí! —Escuché y me quedé quieto, entrecerrando mis ojos. Normalmente no me gustaba escuchar conversaciones ajenas, pero aquel nombre se me hacía lo suficientemente familiar y pese a que varias personas podían ser pertenecientes de él, se me hacía extraño.

O quizás el tema de la Rafaela me tenía increíblemente cagao.

Lo que era bastante probable, a decir verdad.

Cerré los ojos, llevándome la mano a la frente.

Qué estupidez, por supuesto que no era.

Ella no volvería...

Retomé lo que estaba haciendo nomás, mentalizándome que debía evitar seguir relacionando algunas cosas con el pasado, no tenía sentido desenterrar hueás que ya había dejado atrás, para siempre.

—Pasen, por favor, ¿Sus hijas?

Fruncí el ceño un poco molesto, comenzaba a odiar lo enano que eran los departamentos, porque no podía evadir escuchar lo que estaban hablando. Además ya había corroborado que no se trataba de la mamá de la Rafaela, después de todo era hija única, no tenía más hermanas.

Siempre caía en lo mismo, era realmente patético, no tenía remedio.

Y ya comenzaba a chatearme ser tan hueón.

Sequé los platos con el paño tratando de hacer tiempo en la cocina pa no tener que ir a saludar a nadie.

—Solo la Rafita, porque este pequeño bultito es mi nieta hermosa, se llama Abril.

No sé cómo, ni en qué fracción de segundo el plato que sostenía se cayó sin poder impedirlo, me había quedado de piedra, con la mirada fija en el suelo, tratando de ordenar toda la información que había oído. No podía creerlo. Era imposible, completamente. ¿Había escuchado mal, verdad? Era lo más seguro, debía ser una simple coincidencia, de estas malas bromas que te gastaba la vida sólo para hacerte mierda como generalmente se le estaba haciendo costumbre conmigo.

Relamí mi labio con el corazón en la mano.

Los fragmentos de porcelana estaban esparcidos por el suelo mientras trataba de luchar conmigo mismo para salir de mi trance, debido al impacto que me había generado lo que estaba ocurriendo.

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⏰ Última actualización: Jan 29 ⏰

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