Uno

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El clima de Dortmund era feliz aquel sábado. Las personas se encontraban felices, tarareando la mayoría una canción de moda que se repetía en todos los altavoces que rodeaban el majestuoso Signal Iduna Park. Muchas personas bebían cervezas, otras refrescos dañinos y otras como niños pequeños sólo tomaban un vasito con jugo de naranja u otras frutas semejantes. Sonreían para una foto, miraban con admiración los techos de la localidad, hablaban sobre cosas estúpidas o simplemente estaban sentados con sus telefonos, ignorantes a cualquier información que sucediera afuera de sus pantallas de hasta seis pulgadas.

Katherine Schubert estaba sentada en uno de los puestos con mejores vistas. La posición económica de su familia le permitía disfrutar de unos cuantos privilegios. Sin embargo, si de su sueldo hablamos, quizás no pudiese pagarse el asiento donde ahora descansaba su trasero. A su lado izquierdo, estaba su tío, en silencio. Al otro lado, el derecho, estaban tres de sus primos. Entre ellos, hablaban. A excepción de su a veces fastidiosa prima, quién chillaba al observar a alguno de los jugadores, en su mayoría veinteañeros.

Su tío miraba al campo, sonriente.

Marco Reus estaba en el campo, entrenando junto a muchos de sus compañeros y amigos más cercanos. Veía a la afición, la cual muchas veces gritaba su nombre, donde se veían caras sonrientes al ganar un partido y caras llenas de tristezas al perder uno. Miraba cada uno de los rostros más cercanos, ya que su vista no le permitía ver más allá de la quinta fila de asientos. Habían muchas mujeres hermosas, familias felices y niños llorones. Le gustaba observarlos atentamente, y que cuando sintieran su penetrante mirada, se sorprendieran a tal punto de llorar en algunos casos.

Estaba nervioso. Más que nunca. Sentía la adrenalina correr por su cuerpo, y la verdad es que para él era un sentimiento agradable, pero todo tenía su límite. Al menos para él, sí. Hace dos horas, aproximadamente, se encontraba en la cama de esta chica, que en realidad no lograba recordar su nombre. Sólo sabía que era buena en lo que hacía y quizás se convierta en uno de sus contactos frecuentes, para disfrutar un poco después de un largo día.

Pierre, uno de sus mejores amigos, se acercó a él, sonriente. El entrenamiento había acabado minutos atrás, y por esa razón Marco Reus estaba en el medio de la cancha, observando su excitante vista.

—Olvide preguntarte, ¿qué tal te fue con la chica que te recomendé? —preguntó, travieso.

Perfecto, Pierre. —sonrió recordando la situación— Se fue por la mañana, sin sentirse ofendida ni nada. Sólo se largó. Creo que la volveré a llamar.

—Para algo estamos los amigos, ¿no crees?

Marco, risueño, asintió.

Katherine Schubert ahora estaba fastidiada. El partido no comenzaría todavía, sus primos se peleaban y su telefono no tenía recepción, a pesar de estar en una zona bastante congestionada. Su tío seguía con la mirada fija en el campo, especificamente en alguien, y ya sabía que la razón por la que la había traído no era una simple salida sabatina, como ya había hecho ocasiones anteriores.

Miró por quinta vez a su tío, quien tenía una expresión neutra pero sus ojos azules estaban enfocados en una sola persona,y Katherine intentaba descubrir quien era. Sus ojos navegaron por todo el campo, hasta detenerse en Marco Reus. Rubio, veinticinco años, uno de los pocos hombres más calientes que el mismísimo sol. Katherine sonrió con malicia, sopeteando a su próxima victima desde la lejanía de las gradas. Su tío volteó a verla, con la misma sonrisa maliciosa.

—Ahí esta cariño, Marco Reus.

Katherine fijó sus ojos en Marco.

Y, el juego sólo comenzaba.

Red de Mentiras | Marco ReusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora