Capítulo 3

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Al fin mi padre y Mabel aceptaron que me fuera de casa. Con Diego las cosas no estaban bien, ya que no nos hablamos o miramos siquiera. Sofía cada vez esta más grande, sin duda, esa niña es más como mi hija…
Las semanas pasaron, hace dos días cumplí la mayoría de edad.
Desde la noche que dije que me iría de casa, Diego ha estado diferente ya que terminó con Paula, y solo se la pasa en los bares, buscando a mujeres de solo una noche. Paula ha venido a buscar a Diego, pero nunca lo encuentra, y hoy no fue la exepción.

—Paula ya te dije que no lo vas a encontrar, él ya casi ni viene á dormir.

—Ya sé, pero decidí que a ti te voy a contar para que se lo digas. Es urgente y tiene que saberlo de alguna u otra manera

—Okay… Dime, te escucho, no tengo todo tu tiempo.

Ella saco de su bolso unos papeles, y me los entrego dejándome algo confusa

—¿Y esto qué es?

—Son unos análisis, —rasco sus manos de manera nerviosa— que comprueban que tengo 6 semanas de embarazo.

—¿¡Qué!? Esto no puede ser, pero si ustedes… ustedes ya terminaron.

—Si Roberta, pero resulta que haces 7 semanas, él y yo todavía estábamos juntos. Yo estoy igual de sorprendida que tú, no me lo esperaba. Por favor entrégaselo y que se comunique urgente.

Dicho esto sé fue dejándome completamente destrozada, no sabía cómo  asimilar que Paula estaba embarazada, y que ese hijo que ella lleva en su vientre es de Diego. Me sentí mal pues sin duda, Diego y  yo ya no podremos estar juntos. Con todo el dolor de mi corazón, decidí que en definitiva lo mejor sería irme  del país, uno donde nadie pueda encontrarme…

Las horas pasaron, Mabel y mi padre decidieron  salir un rato al parque con Sofía, me quede sola en la habitación  llorando desconsolada toda la tarde, maldiciendo a Paula y sobre todo al imbécil de Diego. De repente  el sonido de el celular mé saco de ése llanto.

—¿Bueno? —hable tratando de que no se escuchará mi llanto— ¿Diego, que quieres?

—¿Bueno? ¿Es usted Roberta?

—Si, soy yo ¿Qué quiere? ¿Donde está mi “hermano”? —dije esto último dando vuelta a mis ojos, me chocaba esa palabra

—Necesito que venga por él al bar, está muy tomado.

—Esta bien, deme la dirección… Okay, en unos minutos estoy ahí.

Me levante de la cama y fui a lavar mi cara ya que tenía los ojos muy rojos de tanto llorar. Arranque la hoja de la libreta en dónde escribí la dirección, para luego meterla entre mi bolsa y dirigirme hacia el bar. Sinceramente odiaba tener que ir a recoger a Diego cuando estaba tan tomado, pero no podía dejarlo solo á su suerte, si algo malo le pasa jamás me lo perdonaría.
Al llegar lo vi tumbado en una mesa casi dormido, no podía ni siquiera caminar de lo borracho que estaba. El dueño del lugar me ayudó a subirlo a un taxi para poder volver a la casa y que estuviese más tranquilo…
Cómo pude subí las escaleras para dejarlo en la recámara, lo puse sobre la cama y quite sus zapatos, para luego ayudarme a ponerlo de pie y así poder quitar su pantalón y que durmiese más cómodo, pero él me tomo de la cintura pegándome a su cuerpo

—Diego ¿Qué haces baboso? Necesito que me ayudes —hable tratando de volver a quitar su pantalón

Se quedo observándome fijamente sin responder a mi pregunta y poco a poco fue acercando sus labios a los míos para así capturarlos en un profundo beso. No pude resistirme, por el contrario, cuando sentí sus suaves labios en los míos; no me  importó siquiera el sabor amargo a cerveza que tenían, y decidí mejor jugar un rato con su lengua, permitiendo que la suya explorará mi boca sin pudor alguno.

—Siempre espere este beso, —susurro suavemente sobre mis labios— siempre quise tenerte así de cerca… —hablo tomando posesión de mis labios nuevamente—. Quiero que estemos juntos Roberta, no me importa que seas la hija del esposo de mi mamá, quiero que tú y yo estemos unidos —habló repartiendo sus besos por todo mi cuello.

—No Diego, deja de decir estupideces —hable empujándolo, para  después sacar la camisa de entre su pantalón y retirarla, permitiéndome ver así su firme y musculoso pecho. Pase las manos por el de manera suave… Quería besarlo, sentirlo, explorar cada parte de su cuerpo; más no podía. Tenía que ser fuerte y recordar que él pronto iba a tener un hijo con Paula…
Aturdida y enojada por este último pensamiento, continúe retirando su pantalón y sentándolo nuevamente sobre la cama evitando verlo casi desnudo. Busque su pijama deteniéndome un rato en la cajonera, para así poder controlarme cuando lo vistiese.
Me acerqué a él y trate de levantar sus brazos, pero lo impidió y me quitó la pijama aventándola por toda la habitación.

—Te quiero mucho Roberta ¿Entiendes eso? —hablo colocando su frente a la mía y rozando mis labios con los suyos suavemente

—No Diego, espérate —trate de quitarlo, pero él continuó besándome—. Nosotros no… no podemos …

—Claro que podemos Roberta, siempre hemos hecho lo que sentimos ¿Por qué detenernos ahora? —mi respiración estaba agitada, no quería hacerlo, o bueno… Más bien no debía hacerlo, pero… ¿Cómo resistirse? ¿Cómo resistir lo que tú corazón grita?

No pude, simplemente no pude y me deje llevar. Tome su rostro entre mis manos y lo bese con total pasión, con mis brazos lo atraje más hacia mí de su cuello y profundice el beso sintiendo su lengua jugar con la mía. Sus manos se adentraron por dentro de mí blusa, sintiendo mi espalda y produciendo una electricidad en toda mi espina dorsal. Con algo de torpeza, intentó retirar mi sostén, pero su borrachera se lo impedía, por lo que decidí ayudarlo sacándolo de mi cuerpo sin retirar la blusa, bajo sus manos a mi pantalón moviéndolas de manera desesperada despojándome de el. Paso a ponerlas sobre mis muslos subiendo mis piernas a su cintura, permitiéndome sentir su dura erección. Lo bese nuevamente de manera desesperada, lo necesitaba. Era la última noche que estaría con él y quería impregnar en mi cuerpo y en mi mente cada momento…
No supe en qué momento logro ponerme contra la pared, pero di un grito al sentir el frío sobre mi trasero, bajo sus besos por mi cuello y luego retiro mi blusa dejándome desnuda en la parte de arriba. Tomó uno de mis pechos en su boca, succionando mi pezón mientras con la otra mano atormentaba y estrujaba al otro llevándome a un abismo de pasión inigualable.
Hizo a un lado mi tanga, mientras llevaba dos de sus dedos a mi boca, los cuales chupe con seducción, expectante de lo que sucedería después. Introdujo uno dentro de mí, mientras el otro jugaba con mi clítoris provocando que salieran gemidos, sin importar si Mabel o mi padre estaban del otro lado.
Me llevo nuevamente hacia la cama recostándome sobre ella, sorprendiéndome por la  destreza y habilidad que tenía para moverse , teniendo en cuenta la borrachera con la que venía.
Decidí tomar el control y me puse sobre él, apoderandome nuevamente de sus labios, no me cansaría nunca de ese sabor. Me sobe suavemente sobre su erección y baje mis besos lentamente; primero por su cuello y luego por su abdomen hasta llegar peligrosamente a su entrepierna.
Retire su bóxer  permitiéndome ver lo duro y dispuesto que estaba para mí, lo tome con mis manos acariciándolo un poco llevándolo a mi boca, empecé dando besos suaves en la punta, lo lamí  lentamente y luego succione ese pedazo de  carne que tanto me ponía, me tomo de la cabeza llevando el ritmo y gimiendo suavemente; amaba saber que era yo la que provocaba esos sonidos de placer en él.
Justo cuando estaba apunto de llegar me detuve, dejando a un Diego totalmente confundido y molesto

—Quiero que me hagas tuya Diego, quiero pasar mi última noche contigo, —bese nuevamente su pecho, mientras me acomoda sobre su pene— quiero estar contigo.

—¿Última noche? —pregunto algo confundido.

—Shhh, quiero que me hagas el amor, solo quiero que seamos tu y yo. —hable bajando sobre su erección lentamente.

—¿Estas listo, para tenerme? —gemí al sentirlo dentro.
Comenzó a penetrarme duro y con fuerza, con ese afán que ambos teníamos de sentirnos mutuamente.

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