You can feel the dread in my eyes Cause I'm struggling to survive And you think that I'm okay Cause I won't let you see my true face
Clint Barton, tanto durante su niñez como adultez, siempre ha sido descripto como un hombre... peculiar: su sonrisa carismática, pagada de egocentrismo, lograría persuadir a cualquiera que intentara ver más allá de sus suaves ojos azules. Estos son idénticos al mar, te ahogas en ellos. ¿Cómo algo tan calmo puede esconder tanto dolor, tanto miedo? El rubio realmente sabe como actuar una encantadora sonrisa de tranquilidad e inocencia mientras, a su vez, suplica por ayuda, por medio de aquellos ojos tristes y apagados. Consecuencia de alguien que ha vivido toda su vida corriendo. Desconoce el significado de un hogar, él cree que es sinónimo de infierno. Durante su infancia su casa fue el principal de sus temores, cierta persona dentro de esta. Esforzándose todos los días por sobrevivir dentro de aquella granja para luego pasar a aparentar encontrarse bien dentro del colegio. A nadie le importaba cómo se siente, nadie tiene que saber. Nadie tiene porque enterarse que Clint Barton ha pasado toda su vida sufriendo, luchando contra una silenciosa depresión provocada por una brutal ansiedad. Para el mundo Hawkeye es el mejor arquero del mundo, una leyenda. Nadie pregunta de dónde proviene, cómo se ha formado, con cuántas cosas ha tenido que lidiar. Porque al mundo únicamente le importa Hawkeye... no Clint Barton. Y este último se encargaría de que se mantuviera así, no dejar ver su verdadera cara. Nadie quiere como héroe a un adulto deprimido ¿no es así? ¿Quién podría siquiera identificarse con alguien incapaz de aprender de sus errores? ¿Con alguien que busca ocultar sus problemas en el alcohol? Con un desastre humano como lo es él.
Quizá Clint Barton no tenga autoestima, amor propio, ni siquiera ganas de vivir. Pero hay varias cosas que si posee, todas y cada una de ellas bastante negativas. Sufre de ansiedad, depresión, complejo de inferioridad y cientos de otros problemas con los cuales no logra lidiar. No encuentra soluciones. Esta cansando de luchar y chocar siempre con el mismo obstáculo. ¿Cómo seguir adelante? ¿Cómo enfrentar aquel obstáculo... si se trata de ti mismo? Se culpa de todos los problemas que han ocurrido y ocurren en su vida, quizá la mejor solución sea dejar de existir ¿no? Pero no puede hacerlo, porque eso significaría haber perdido la guerra y no una simple batalla. Por ahora permanecerá allí, desmoronándose ante aquel campo minado que es su cabeza.
Desde que tiene uso de razón su cabeza ha representado un autentico caos. Constantes voces dentro de esta gritándole en susurros que lo que estaba viviendo no era normal. Que tenía que escapar. ¿Y él? Siempre se esforzó por acallarlas. Por convencerse a si mismo sobre que huir no era la solución a sus problemas, sino afrontarlos hasta que finalmente acabaran. ¿el inconveniente? nunca nadie le dijo al pequeño e inocente rubio que afrontar los problemas no significaba precisamente dejarlos pasar, dejarse pisotear por estos. Debía luchar, enfrentarlos y vencer. Sin embargo se dio cuenta de ello demasiado tarde, para cuando aprendió a defenderse ya era demasiado tarde. Jamás podrá perdonarse por ello.
Aquel fatídico día, como tantos otros, lo recuerda a la perfección. No importa cuánto tiempo haya pasado, siempre estará fresco dentro de su memoria, atormentándolo, como si hubiese ocurrido tan solo ayer. Algunos lo llaman trastorno de estrés postraumático pero él lo llama el infierno. Una y otra vez repitiéndose dentro de sus pensamientos.
Aquella tarde donde su padre, preso de la ira y el alcohol, terminó por golpearlo tan fuerte que acabó con su audición. Clint todavía puede recordarlo todo: los gritos aterrados y desesperados de su madre, intentando inútilmente detener a Harold de continuar lastimando a su hijo menor; el llanto desconsolado y asustado de Barney; los gritos desaforados de su padre arremetiendo contra él. Y, por último y más fuerte, recuerda el dolor que sintió en aquel momento, intenso y desgarrador, seguido de un extraño y agudo pitido llenando su cabeza. Y luego... silencio absoluto. El caos dentro de la habitación había desaparecido para dar paso a un silencio igual de aterrador. Todavía podía ver a su padre notablemente gritándole, a su hermano llorando, y a su madre de rodillas en el suelo, suplicando quizá un milagro. No podía comprender lo que decían, no podía escuchar. Se sintió todavía más vulnerable que antes y entonces se rindió. Cerró los ojos con fuerza, enterrando su rostro entre sus piernas, y se perdió dentro de su cabeza. Miles de pensamientos negativos diciéndole que se merecía aquello, por no haber luchado lo suficiente. Otros tantos pensamientos gritándole que, sin poder escuchar, estaría más que perdido dentro de aquella casa. De repente la esperanza empezó a escasear, al igual que el aire. No se dio cuenta que se encontraba hiperventilando hasta que Barney se sentó a su lado y lo abrazó con una fuerza protectora indescriptible. El menor de los Barton se quebró en los brazos de su hermano, llorando hasta secarse y temblando de miedo. Aquel fue el inicio de lo que más tarde le dijeron eran ataques de pánico. Sufrió muchos de ellos durante los siguientes que pasaron, él completamente sordo y sus padres rehusándose a aprender señas. Acabó aislado de su propia familia, aferrándose a la única persona que podría salvarlo en aquel entonces: su hermano Barney.