Hayat Specter
Volver a la rutina después de unas largas vacaciones de verano no era lo mejor del mundo. Desgraciadamente, eso nunca había sido mi punto fuerte, pero ya estoy en el último año, así que solo queda el último esfuerzo.
El despertador sonó a las siete menos veinte. Me desperté exhausta, a puro ruego, me incorporé en la cama y con toda la fuerza de voluntad que pude reunir, me levanté. Realicé mi rutina de cara, me vestí con unos pantalones vaqueros rotos por los muslos y un top de cuello alto. Después de ponerme las playeras blancas y coger mi gran bolso negro, salí a coger el bus que me dejaría justo delante de la universidad.
Cuando salí, ahí estaban mis dos mejores amigas, África y Duna cruzadas de brazos mientras esperaban impacientes a que bajara.
Las saludé con dos besos. Segundos después, cruzamos la calle y comenzamos a caminar por el campus de la universidad. Al pasar por la puerta y caminar unos cuantos pasos hacia dentro, un Audi con los cristales tintados revolucionó a la multitud de estudiantes que se encontraba expectante, a la espera de que saliera de ese coche lujoso un dios griego.
—Pero ¿por qué todo el mundo está tan revolucionado? —preguntó Duna, sin entender absolutamente nada, al igual que nosotras.
—No lo sé y tampoco me importa —dije sin ánimos. Yo solo quería entrar a clase y que pasaran las horas volando.
—Pues yo tengo curiosidad por ver quién hay dentro del coche, ya que todos están locos de la emoción —dijo África.
Un chofer baja y abre la puerta trasera.
Primero baja un chico alto, muy alto, con los ojos azules. Son extremadamente hermosos, tanto que cuando el sol se refleja, puedo ver a través de ellos. Su pelo era de color negro azabache. Su postura fría y tensa. Se ve demasiado sexy con las manos en el bolsillo y con unas gafas de sol de la marca Ray-Ban. Va vestido con un pullover básico blanco de Gucci, lo combina con un pantalón a juego con su hermoso pelo y que no falten las playeras blancas normales, pero de marca.
«Este hombre era de los míos sin duda alguna», pensé mientras lo observaba con detenimiento.
—Pero qué hombre, es un bombón —dice África, embobada de la misma manera o más que las chicas desesperadas que se encontraban mirando ese «bombón».
—Tampoco es para tanto. Los he visto mejores —le contesté mientras miraba con la ceja arqueada a ese tío.
—Joder, pues, ¿dónde los ves tú? Porque yo encuentro cada cafre. —Puse los ojos en blanco y terminé por ignorar sus palabras.
Seguidamente, a su lado baja otro chico exactamente igual de alto que el primero, con el mismo color de pelo, pero este tenía un color de ojos distinto, pues eran verdes. Lleva puesto un chándal básico negro de marca y unas Jordan negras.
Y, por último, baja del coche otro hombre con el pelo rubio y ojos azules. Viste un pantalón de chándal color gris, una camiseta negra de Lacoste y unas playeras blancas algo brutas.
África, al ver al último, dio un pequeño salto y, en cuestión de segundos, comenzó a ponerse blanca como la pared.
—¿Estás bien? —pregunté al ver su cara tan pálida.
—¿Cómo voy a estar bien si tengo delante de mis ojos a mi exnovio? —lo que dijo nos dejó perplejas.
—Dios —dije sin poder creerlo.
Los tres chicos pasaron a nuestro lado y a África casi le da algo cuando su ex camina delante de sus narices. El chico, si la vio, ni se inmutó e hizo como si le valiera madre que ella estuviera parada a pocos centímetros de él.
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Todo es inestable #1 ✔️
Teen FictionCuando Gerard regresa a la vibrante Nueva York, el destino entrelaza sus caminos con el de Hayat, desencadenando una conexión eterna, en medio de las sombras de los secretos que resguarda el primogénito de los Duperly. Este enigmático hombre no reve...