Capítulo 1: Inferno

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El humo grisáceo envolvía todo el edificio y el fuego se expandía sin clemencia como si el mismísimo infierno se hubiera desatado en la tierra

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El humo grisáceo envolvía todo el edificio y el fuego se expandía sin clemencia como si el mismísimo infierno se hubiera desatado en la tierra. Con cada uno de sus pasos, la madera del parquet crujía, alterando más y más sus nervios. Si bien había sido entrenado para mantener la calma en situaciones extremas y era conocido por ser un experto en ello, en esta ocasión la vida que debía salvar era demasiado valiosa como para pensar con la cabeza fría.

     Recorrió toda la habitación después de haber subido raudamente por las escaleras de emergencia y, a través del visor de su casco, vislumbró una figura que apenas se movía entre las ondulaciones del fuego. Se hizo camino hasta distinguir el escritorio contra el cual lo halló, finalmente, recostado y respirando a duras penas.

     —¡Señor Woldeng!

     El llamado de esa voz tan gratamente conocida le hizo esforzarse por mantener los ojos abiertos. El joven pudo sentir la frialdad de las manos del otro hombre incluso a través de los gruesos guantes.

     —Hijo... —balbuceó débilmente antes de caer en un ataque de tos.

     No esperó ni dos segundos para colocarle su propia máscara de oxígeno. Ya estaba respirando, así que todo era cuestión de esperar a que el resto del escuadrón llegase para asistirlo en el despeje de las áreas de escape. Se aseguró rápidamente de que no tuviera ningún golpe en la cabeza y sostuvo su cuello con cuidado para guiar su respiración.

     —Respire hondo, señor. Le prometo que saldremos de aquí pronto.

     Incluso con estas palabras de confianza, él mismo sentía una angustia en el pecho que no podía explicar. Sea como fuere, debía tratar de convencerse a sí mismo de que todo estaría bien, a pesar de que en el fondo sabía que algo andaba mal. Maldita sea, ¿por qué sus compañeros no llegaban? Necesitaba una camilla con urgencia. Además, tenía la certeza de que el oxígeno no duraría mucho más. La premura con la que había salido disparado hacia el lugar del siniestro no le dio tiempo para establecer un plan de acción adecuado.

     De un momento a otro, el empresario empezó a retorcerse entre sus brazos, intentando decirle algo mediante balbuceos desesperados. El joven no le entendía ni pretendía hacerlo, pues solo le importaba mantenerlo con vida hasta que la ayuda llegara. El hombre, sin embargo, se empeñaba en mostrarle algo que era de vital importancia.

     —No haga esfuerzos, señor, se lo pido. Mis compañeros están en camino y lo sacaremos de aquí.

     Su sentido de la vista siempre había sido muy aguzado, así que escaneó con rapidez una posible vía de escape, pero se encontró con puros obstáculos que, ciertamente, dificultarían la huida. Estaba capacitado para actuar en situaciones desesperadas y es por eso que era considerado un as en su trabajo, aun siendo bastante joven y con apenas casi cuatro años en servicio. No obstante, ahora mismo sintió la frustración de que nada de eso servía para salvarlo. Cuando al fin el hombre mayor tomó su mano y la llevó hacia sus costillas, fue que el muchacho divisó, con espanto, el líquido espeso y rojizo empapando sus ropas.

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