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Ahí se encontraba Jaehyun, sentado en el cálido sofá de su mejor amigo mientras devoraba una bolsa de papas fritas gigante. Tenía la mirada opaca y perdida sobre la ventana frente a él, ignorando por completo lo que el contrario le decía, sus palabras eran como el zumbido de un mosquito en su cabeza. Había estado haciendo oídos sordos desde que llegó.

—Jaehyun, ¿podrías escucharme alguna vez cuando te hablo? voy a golpearte. —dijo el pelinegro en un tono de desespero, dejando un leve golpe en el brazo del menor.

—Lo siento, pero es que de verdad esta situación me sobrepasa Youngtaek. ¿sabes cuánto tiempo llevo enamorado de Jibeom? No, no sabes. —pataleó aplastando el paquete de papas, cerrando sus ojos con fuerza.

—Sí, sí sé. Me hablas todo el tiempo de lo mismo y te juro que a veces te mataría, pero eres mi mejor amigo y sabes que siempre te voy a escuchar. Creo que deberías decirle lo que sientes.

En ese momento el menor se ahogó con lo que estaba comiendo, haciendo sobresaltar a su amigo quien comenzó a dar palmadas en su espalda para tratar de calmarlo. Una vez que se recompuso tiró el envase de papas en la cara del chico sin descaro alguno.

—¿eres idiota? ¿te volviste completamente loco? No puedo ir así como si nada a decirle a mi mejor amigo que estoy enamorado de él desde que tengo memoria, ah y un pequeño detalle más. ¡es heterosexual! jamás, imposible.

se deslizó por el negro sofá hasta quedar sentado en la alfombra blanca de peluche de aquella pequeña sala, soltando un suspiro, para luego hacer un pequeño berrinche silencioso. Youngtaek lo observaba sonriente pensando que parecía un infante de dos años.

—Jaehyun, el que está loco eres tú. Entiendo perfectamente que él sea heterosexual, pero no puedes quedarte con el sentimiento guardado toda tu vida tampoco, te lastima.

—Tienes razón, pero es muy difícil para mi, más aún cuando pasamos tanto tiempo juntos. Tengo miedo, miedo de que ya no quiera verme, y eso me dolería aún más. No te das una idea el daño que me haría perderlo.

Al decir esto último se levantó del suelo, con pocas lágrimas amenazando para salir de sus ojos. Sacudió con ambas manos su pantalón por la parte trasera, dando un paso dispuesto a irse de aquella casa. Era tarde y probablemente su padre lo regañaría, aunque también era una excusa para no llorar frente al estadounidense.

—Me iré, mi padre me matará. Gracias por escucharme, por décima vez en el día. —sonrió acercándose al pelinegro para darle un cálido abrazo.

—No me agradezcas idiota, eres insoportable pero aún así a veces me caes bien. —habló con diversión correspondiendo al abrazo del más bajo.—

El menor rodó los ojos y acto seguido se encaminó hacia la puerta para poder ir derecho hacia su casa, la cual no quedaba tan lejos pero al ser casi de noche lo hacía correr algo de peligro.

Las calles estaban completamente deshabitadas, y la figura del Jaehyun era iluminada solo por los faroles de luz blanca que se encontraban allí, en cada paso que daba. El frío hizo que sus manos se congelaran y todo su cuerpo se tensara, sintiendo como el frío viento parecía cortarle todas las extremidades. Lo único que pudo hacer fue por reflejo meter ambas manos en sus bolsillos del pantalón, que realmente no fue de mucha ayuda.

Haberse olvidado llevar abrigo era algo que estaba lamentando mucho en ese momento, así que solo le quedaba la opción de acelerar el paso. Le estaba comenzando a dar un poco de miedo que no haya nadie alrededor. Más no cargaba con ningún objeto de valor junto con él, eso era algo de buena suerte ya que no corría el riesgo de ser asaltado.

Los negocios continuaban abiertos, eso le brindaba un poco más de seguridad, ahora mismo estaba caminando por una calle más habitada, si es que así le podía llamar.

No estaba observando mucho sus alrededores, hasta que algo a lo lejos llamó su atención. Entre cerró sus ojos, elevando un poco la vista para dar con el lugar donde Jibeom practicaba patinaje artístico, y quien estaba saliendo de allí no era nada más ni nada menos que la persona que causaba todo tipo de sentimientos en él, desde grandes sonrisas hasta sus llantos de madrugada. Claro que esto último el menor no lo sabía en lo más mínimo.

Corrió hasta llegar a él, sintiendo el frío cada vez más, creyendo que lo atravesaba como puñales. Estiró su brazo tratando de recobrar el aire perdido, y tocó el hombro de su amigo, logrando que este se asustara, dando un pequeño salto.

—Lo siento si te asusté. —murmuró bajando su cabeza, a la vez que el chico volteaba con una sonrisa en su rostro. Esa sonrisa que tanto amaba.

—Jaehyun¿qué haces aquí? es demasiado tarde, estás muy desabrigado. Tu rostro está violeta y estás temblando, por dios. —se acercó tocando la mejilla de su mejor amigo con una mano, proporcionando un poco de calor corporal sobre la misma.

Si Jaehyun en ese momento tenía que ser sincero, no escuchó nada de lo que el contrario le había dicho, más bien estaba concentrado en como lucía frente a sus ojos. Con ese abrigo grande de color blanco, junto con sus jeans ajustados de color negro, un cinturón del mismo color y para rematar un suéter también blanco con cuello alto. No podía quitarle la vista de encima, le era imposible. Para él, estaba observando una obra de arte de un museo. Y su tacto lo había dejado aún más petrificado.

—No te preocupes, estoy bien de verdad. ¿qué haces tú a esta hora saliendo de entrenar? estuviste todo el día Jibeom, debes descansar. —habló preocupado el mayor, ganando una risa por parte del opuesto.

—debo practicar mucho, no es suficiente, pero eso no importa ahora. Ponte esto, toma.

Acto seguido, de su blanco bolso sacó un suéter negro y se lo entregó a Jaehyun, esperando que este lo tomara pero al parecer no reaccionaba.

—¿Jaehyun? —levantó una ceja, hasta que el pelinegro sacudió su cabeza, observando con sus ojitos brillantes aquella prenda de ropa extendida hacia él.

—Gracias...pero no es necesario, estoy bien. —negó haciendo un paso para atrás, pero a sus palabras Jibeom hizo caso omiso, ya que se acercó aún más, comenzando a colocarle el suéter por su propia cuenta.

Jaehyun parecía un pequeño bebé, dejándose vestir sin decir nada, quedando embobado por la poca distancia entre ambos, sintiendo a la vez su fresco y embriagador perfume entrar por sus fosas nasales. Todo en él era realmente perfecto, no había manera de superarlo y eso lo hacía darse cuenta de que estaba jodido.

—Listo, ya está ¿verdad que no era tan difícil? —revolvió el cabello del mayor, haciéndolo reír levemente.

—Muchas gracias Jibeom, en verdad...en verdad tenía frío.

—Lo sé, te conozco mejor que a mi mismo. Pero eres un terco —hizo una pausa de unos pocos segundos.— ¿quieres venir a cenar a mi casa? mi mamá no está, y queda más cerca que la tuya, no quiero que pases más frío.

—Me gustaría pero mi papá va a matarme si no llego temprano. —una mueca de tristeza se formó en sus morados labios —debido al frío— al terminar la oración.

—Eso no me importa, te ayudo a inventarle alguna excusa, pero por favor ¿podrías quedarte conmigo hoy? sé que estamos todo el día juntos, pero quiero pasar más tiempo contigo, hoy no te vi mucho y te extrañé.

La mirada de Jibeom sobre la suya hacía explotar millones de mariposas en su interior, aún más notando aquel brillo tan especial que desprendían esas dos perlas negras. Podía ver el universo entero en ellas, pero lamentablemente jamás podría hacer algo al respecto para que él pudiera sentir lo mismo cuando lo miraba también.

Suspiró tratando de pensar con claridad, debía dejar de quedar como un estúpido y responder rápido, porque seguro comenzaría a sospechar en algún momento, y no quería eso.

— Jibeom...

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heterosexual ↷bongbeomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora