Capitulo 3

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Carolina del Norte, Waynesville

30 de noviembre del 2020

Stella Brown

Es lunes, y me encuentro con Adaline en la heladería trabajando. Hoy me ha tocado armar helados, Esther que es la encargada de hacer tal cosa, se ha enfermado y no podrá venir.

-No puede ser tan difícil usar esta cosa –digo-

Llevo alrededor de quince minutos intentado usar la máquina de helados, y ya se está armando una larga fila de personas esperando su helado. El señor Patrick aparece con el ceño fruncido, cosa que es normal en él.

-Stella, ya apresúrate con eso –dice un tanto molesto- no es tan difícil, solo colocaras crema en un cono.

Estoy por responderle que, si es muy fácil que lo haga el, pero se marcha. Cosa que agradezco porque si le fuera dicho tal cosa me despide.

-Okey –digo, para mí misma- solo son unos cuantos botones y ¿palancas?

-Ya sabía que eras una chica algo rara –escucho una conocida voz tras de mi- pero nunca imagine que tanto.

Volteo y me encuentro con el chico del cementerio, está parado del otro lado del mostrador.

-Ruedo los ojos- ¿No tienes cosas más importantes que hacer en vez de estar acosándome?

Suelta una carcajada.

Joder, su risa es preciosa.

- ¿Yo, acosándote? –dice- te encanta hacerte la importante niña.

Frunzo el ceño.

-Ya deja de llamarme niña –digo un tanto molesta- y vete por donde llegaste.

-Si claro, me iré cuando aprendas a usar esa máquina y me des mi helado.

-La aprendería a usar si tú no estuvieras allí distrayéndome con las idioteces que dices.

Volteo y continuo en mi trabajo de aprender a usar esta asquerosa máquina. Logro armar el primer helado y se lo entrego a un niño de unos diez años, que lleva un rato esperando.

-Vaya, por fin –dice- deberían despedirte, eres pésima preparando helados.

Frunzo el ceño, y escucho una risita a mi lado, volteo a ver quién se ríe, y es el imbécil de ojos cafés. Lo miro mal y volteo otra vez hacia donde está el niño.

-Agradece que no te lo tiro en la cara niño.

Me mira mal, y se va.

-Siguiente -digo-

El idiota habla.

-Un cono con crema de chocolate y oreos.

Lo preparo, y me acerco para entregárselo, extiende su mano para recibirlo, y mi mirada se va a una rosa que tiene tatuada en la parte dorsal de la mano. Noto que por estar mirando su tatuaje aun no le entrego su helado, quito mi mirada rápidamente y se lo entrego, lo recibe y me da una sonrisa ladeada.

-Bonito gorro –dice, y se marcha-

-Imbécil –digo-

-Te escuche.

Adaline aparece, y ya imagino a que viene.

-Oye, ¿ese no era Jayden Cooper? –pregunta-

Aun no le cuento lo que sucedió en el cementerio, por ahora no se lo diré, además no fue nada del otro mundo lo que sucedió.

Para toda la Eternidad (In aertenum)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora