Parte 3

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Mientras las paredes temblaban otra vez, Harry los llevó de vuelta hacia la entrada tapiada y por la escalera que bajaba a la Sala de los Menesteres. Estaba vacía salvo por tres personas: Ginny, Tonks y una bruja muy anciana que llevaba un apolillado sombrero, a quien Harry reconoció de inmediato como la abuela de Neville.

—Ah, Potter —dijo ella con sequedad como si hubiera estado esperando por él—. ¿Puedes decirnos lo que está sucediendo?

—¿Están todos bien? —dijeron Ginny y Tonks a la vez.

—Que yo sepa —dijo Harry—. ¿Todavía hay gente en el pasadizo que lleva a La Cabeza de Cerdo?

Sabía que la habitación no sería capaz de transformarse mientras todavía hubiese usuarios en ella.

—Yo fui la última en entrar —dijo la señora Longbottom—. Lo sellé. Creo que no es muy inteligente dejarlo abierto ahora que Aberforth ha abandonado su bar. ¿Habéis visto a mi nieto?

—Está luchando —dijo Harry.

—Naturalmente —dijo la anciana señora con orgullo—. Perdonadme, debo ir y ayudarle.

Con sorprendente rapidez se marchó hacia las escaleras de piedra. Harry miró a Tonks.

—Creía que se suponía que estabas con Teddy en la casa de tu madre.

—No podía aguantar no saber... —Tonks parecía angustiada—. Ella lo cuidará... ¿has visto a Remus?

—Tenía planeando liderar un grupo de luchadores en los terrenos... Sin decir otra palabra, Tonks se marchó con rapidez.

—Ginny —dijo Harry—, lo siento, pero necesitamos que tú también te vayas. Sólo un momento. Después puedes volver a entrar.

—¡Y después puedes volver! —le gritó mientras la veía echar a correr por los escalones detrás de Tonks—. ¡Tienes que volver!

—¡Espera un momento! —dijo Hermione abruptamente—. ¡Nos hemos olvidado de alguien! Los elfos domésticos. Estarán todos abajo en las cocinas, ¿no?

—¿Quieres decir que deberíamos ordenarles luchar? —preguntó Harry.

—No —dijo Hermione con seriedad—. Quiero decir que deberíamos decirles que se marchen. No queremos más Dobby, ¿verdad? No podemos ordenarles que mueran por nosotros.

Cuando los tres volvieron al pasillo escaleras arriba, quedó claro que en los minutos que habían pasado en la Sala de los Menesteres la situación del castillo se había deteriorado severamente.

Las paredes y el techo temblaban más que nunca; el polvo llenaba el aire, y a través de la ventana más cercana, Harry vio ráfagas de luz verde y roja tan cerca de la base del castillo que supuso que los mortífagos debían estar a punto de entrar en él. Mirando hacia abajo, Harry vio al gigante Grawp serpenteando entre ellos, balanceando lo que parecía ser una gárgola de piedra arrancada del techo y rugiendo su disgusto.

—¡Esperemos que pise a algunos! —dijo Ron mientras más gritos resonaban en las cercanías.

—¡Mientras no sea ninguno de los nuestros! —dijo una voz.

Harry se giró y vio a Ginny y Tonks, ambas con las varitas apuntadas a la siguiente ventana, a la que le faltaban varios cristales. Incluso mientras miraba, Ginny lanzó una maldición con buena puntería a la multitud de combatientes más abajo.

—¡Buena chica! —rugió una figura corriendo entre el polvo hacia ellos, y Harry vio de nuevo a Aberforth, con su cabello gris volando mientras guiaba a un pequeño grupo de estudiantes—. Es posible que atraviesen las almenas de la parte norte. Tienen sus propios gigantes.

Las horas más oscuras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora