III

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Ciel emocionado fue a contarles la noticia a sus pequeños amigos cuando  regreso a la cocina, incrédulos dudaban si aquello era cierto pero tampoco querían arruinar la alegría del joven que ilusionado no dejaba de sonreír.

—Esa es muy buena noticia Ciel… pero… —Dudoso Bard le habló— Yo creo que hay algo sospechoso en tanta bondad repentina.

—No se preocupen… Creo que es sincera su invitación, solo debo hacer todas mis labores mañana y terminarlos temprano. —El joven dijo sin querer dudar de la palabra de su madrastra, ya que pareció muy sincera, no creía que usaría la nombre de su padre en vano para hacer una maldad, no llegaría a ese extremo, pensaba ingenuamente— Ahora debo pensar que ropa llevaré, la que era decente ya no me queda. No tengo nada que ponerme.

—Hemos visto que guardas un vestido muy bonito.

Habló Finny con una sonrisa, ante esa sugerencia el joven sonrojado negó con la cabeza.

—¡No iré vestido de mujer a ese baile! —Exclamó apenado.

—Pero Ciel… El baile es del príncipe buscando esposa, si vas de chica tendrás posibilidad al menos de acercarte. —Con una sonrisa pícara la ratoncita sugería.

—Pero eso sería engañarlo— Dijo Ciel con molestia— Yo no quiero engañar a nadie y menos a un príncipe, hasta podrían mandarme a la cárcel.

Pensativo se quedó Ciel, los ratoncitos se quedaron en silencio junto a él por unos segundos, hasta que la ratoncita interrumpió ese silencio.

—No te sugerimos que te cases con él, solo diviértete en ese baile, yo sé que serías la chica más bella de ahí.

—Pero no soy chica… —Murmuró con desanimo— Además ese vestido era de mi madre, es lo único que tengo de ella.

—Con más razón debes usarlo. Es especial te traerá suerte.

Trataba de animarlo de nuevo la ratoncita, al final Ciel solo aceptó  probárselo para que dejaran de molestar. En la noche cuando todos descansaban lo hizo para darse cuenta que le quedaba algo grande, odiaba ser pequeño.

—¿Contentos? Me veo muy ridículo así. —Con molestia decía Ciel al ponerse el vestido.

—Se ve muy lindo… —Al unísono embelesados decían los ratoncitos.

—Ya les di gusto ahora sé que no debo ir así a la fiesta. Mañana le diré a mi madrastra que me preste algún traje de sus hijos.

Eran los planes del joven, los ratoncitos intuían que ella no le prestaría nada pero no quisieron desilusionarlo, así que en secreto arreglarían el vestido por si las dudas.

A la mañana siguiente muy temprano se veía a Ciel trapeando el piso, la mansión debía resplandecer de limpio si quería ir a la fiesta. A la tarde casi noche ya le tocaba planchar los trajes de sus hermanastros, aprovecharía el momento para pedir prestado uno para él.

—¿Yo que traje llevaré? —Cuestionó tímidamente a su madrastra que lo veía planchar.

—Yo recuerdo que dije que podías ir al baile pero jamás aclaré que te iba a dar ropa o algo así. —Con malicia decía Grell.

—Pero usted sabe que no tengo trajes de gala— Muy desilusionado le reprochó el joven.

—Puedes ir como estás ahora, esa es la única ropa que te sienta Cieliciento mi mugroso Cieliciento.

Ante esas palabras hirientes, Ciel se sentía más humillado que nunca, al ver sus gestos llenos de malicia no entendía el por qué lo lastimaba de esa manera. Todo el día se había esforzado en hacer todos sus quehaceres, se sentía tan agotado pero aun así su afán era ir a esa fiesta, del coraje no podía ni siquiera hablar solo terminó de planchar y se retiraba sin decir más. Por el pasillo comenzó a llorar de la impotencia y la rabia que había contenido para no darle el gusto a su madrastra de verlo llorar.

Al llegar a su habitación sus amigos trataron de consolarlo pues habían sido testigos de esa escena humillante, ellos lo presintieron y ahora se lamentaban de no haber sido más firmes con Ciel para que no se ilusionara y terminara de esta forma.

—Ciel tú querías ir a esa fiesta así que aún tenemos el plan B. —Tratando de animarlo Finny le decía.

—¿Cuál plan B? —Cuestionó sollozante el joven.

Los ratoncitos le mostraron el vestido con emoción, ya lo habían arreglado y hasta accesorios le habían encontrado, Ciel dudoso lo miraba.

—Ciel ve a la fiesta y no le des gusto a tu malvada madrastra.

Le animaban estos, el joven no sabía si eso era una locura pero aceptó, iría a la fiesta con el precioso vestido de su madre. Fue a asearse y comenzó a arreglarse con ayuda de sus amiguitos que en ningún momento lo dejaron solo y tampoco se burlaron de su cambio.

"Se ve tan adorable."

"Ninguna chica se verá tan linda como usted."

"Seguramente atraerá a muchos chicos y tal vez hasta un príncipe."

Eran los dulces y sinceros halagos de sus amigos al verlo como una chica nadie dudaría al verlo que en realidad era un chico. Hasta Ciel parecía emocionado al verse en el espejo, por esa noche no sería el mismo pero no le importaba era mejor que quedarse lamentando en la cama. Entonces de pronto alguien tocó a su puerta, usualmente su madrastra no iba a su habitación, sorprendido que estuviera llamándolo y estamdo vestido de esa forma sintió que todo se arruinaba.

Pasó un par de minutos y ella persistía molesta en su llamado, Ciel no sabía que hacer con prisa empezó a desvestirse pero no alcanzó a hacerlo porque su madrastra abrió la puerta con su llave, al verlo vestido comenzó a burlarse y reírse.

—Yo solo venía a decir que cosieras un botón y mira lo que me encuentro. —Se burlaba acercándose empezó a tocar su vestido.

—Ya mamá déjalo… —Ronald le decía sintiéndose mal por lo que ella hacia.

—Es un travesti… Nos hará pasar vergüenza.

Con malicia decía empezando a arrancarle el vestido, Ciel trataba de impedirlo y rogaba para que lo soltara, ya no le importaba la tonta fiesta solo no quería que dañara el vestido de su madre pero sus ruegos no fueron escuchados porque terminó en harapos en su cuerpo y suelo, sus hermanastros no podían decir nada y solo se retiraron.

—Eso te enseñará a no desafiarme…

Con malicia le decía al oído de Ciel y salía de la habitación dejando al joven sin palabras solo miraba los harapos que tenía, sentándose en el suelo se puso a llorar.

Con malicia le decía al oído de Ciel y salía de la habitación dejando al joven sin palabras solo miraba los harapos que tenía, sentándose en el suelo se puso a llorar

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