*Una cita, una maleta y un viaje*

16 1 0
                                    

*Narra Keku*

Desperté temprano en mi cama porque alguien me estaba llamando y tuve que contestar, de mala gana porque nadie me puede despertar para nada. Agarré el teléfono con sueño y descolgué.

—Seas quien seas, me da igual lo que vendas, estoy muy contento con lo que tengo. —le dije, sin darle tiempo a la otra persona de saludar.

Escuché una risa del otro lado del teléfono que se me hizo familiar.

—Vale, entonces no te molesto más, Keku. —y tan familiar, era Rhea.

Lo cual me hizo espabilar y me senté en la cama de golpe, nervioso por lo que le dije.

—Ah, ho-hola, Rhea. Perdona, no sabía que eras tú.

Ella se echó a reír, no creo que le hubiese molestado.

—No pasa nada, ni siquiera pensé que ibas a cogerme. —miré la hora en mi móvil, las ocho. Debía levantarme en un rato para preparar mi maleta, ya que nos íbamos de gira— Solo te llamaba para ver si podíamos quedar y vernos antes de ir al aeropuerto.

¡Oh, Dios mío! ¡Rhea Ripley me estaba proponiendo quedar! ¡Obvio le iba a decir que sí!

—Sí, sí, claro. ¿Dónde quieres que nos veamos?

—Am... ¿Qué tal en el Café Brindower's en veinte minutos? Está cerca del aeropuerto, puedo pasarte la dirección si lo necesitas. —me dijo ella, mientras me levantaba de la cama a toda prisa.

—Me parece estupendo, te veo allí. —me despedí de ella y, nada más colgar, me puse a saltar de felicidad, porque tenía una cita con Rhea. ¡MI PRIMERA CITA CON RHEA! ¡AAAAAAAAAAAAAAH!

Por lo que me metí a la ducha y salí en un momento, luego me vestí con un pantalón vaquero y una camiseta negra, mas una chaqueta negra con dibujos verdes en los brazos y me calcé con zapatos limpios. Habiendo acabado de ponerme guapo, salí de mi casa y me fui corriendo hacia el café. A medio camino me di cuenta de que me faltaba algo, por lo que me paré en seco y me revisé entero. No me faltaba el móvil, no me faltaban las llaves... ¿Qué demonios era? Y entonces me acordé de que a las nueve y media debía estar en el aeropuerto para irme y ahí encajé las piezas.

—¡La puñetera maleta!

Avisé a Damian para que me recogiese y me dijo que iba enseguida. Enseguida, una porra. Estuve media hora esperándolo y ya me estaba desesperando. Menos mal que apareció su coche y él sacó la cabeza por la ventanilla.

—¡Por fin! —le grité, acercándome a su vehículo— ¡Me dijiste que estarías aquí enseguida! ¿¡Tú eres consciente de que no puedo estar esperándote siempre!? ¿¡Se puede saber por qué tardaste tanto!?

Abrí la puerta del copiloto con la intención de entrar, pero tuve que recular porque ya estaba ocupado. Me sorprendí bastante al ver que Davi estaba sentada de copiloto.

—¿Y tú eres consciente de que tenemos que coger un vuelo y no volveremos a casa en semanas? —me replicó Damian desde el asiento del conductor. Davi me miraba con una ceja alzada, como si esperase una respuesta— No te puedes olvidar la maleta.

—Ha sido un despiste. —reaccioné por fin— Bueno, ¿me acercas a mi casa o no?

—Anda, sube.

Obedecí y me tuve que sentar en el asiento trasero. Priest arrancó y condujo por la carretera en dirección a mi hogar. Durante un buen rato estuvimos sumidos los tres en un silencio que a mí se me hacía incómodo, sobre todo porque se me hacía extraña la presencia de la chica.

Miré a Priest sin creérmelo. Él no dijo nada.

Llegamos a mi casa, cogí la maleta y volvimos a la carretera, esta vez en dirección al aeropuerto. Al llegar, me separé de ellos para correr a la cafetería.

—¡Un saludo a Rhea! —me gritó Davi a lo lejos, haciéndome sentir vergüenza ajena.

¿Cómo sabía ella...? Daba igual. Eché a correr sin atender a nada.

Cuando llegué, Rhea estaba sentada en una terraza con un café latte y, al verme, frunció el ceño.

—Llegas tarde.

—Sí, me olvidé la maleta en mi casa y tuve que volver a por ella. Lo siento.

Demi sonrió y me dijo que no pasaba nada.

Me senté con ella y pedí otro café, aunque me lo tuve que llevar porque el vuelo salía en pocos minutos. Así que Demi y yo cogimos el equipaje y nos fuimos caminando hacia la puerta de embarque.

—¿Seguro que no te has vuelto a olvidar la maleta? —bromeó.

—Ay, qué graciosa. —pero a mí ni pizca de gracia me hizo.

En el avión pudimos sentarnos juntos y eso lo aprovechamos para seguir conversando.

—Oye, por cierto, no habrás visto a Damian y a Davi, ¿verdad? —me dijo de repente, no entendí la pregunta.

—Pues me trajeron al aeropuerto, pero luego les perdí la pista. ¿Por qué lo preguntas?

—No, por nada.

—Demi...

—Es que creo que están pasando cositas entre ellos. —ella sonrió de forma pícara.

Le dije que igual no era nada y tuvimos que dejar el tema porque el avión despegó un par de segundos después.

Durante todo el vuelo estuvimos hablando acerca de todo un poco, nada que destacar. Y no nos perdimos la típica película que ameniza el viaje. Lo bueno fue que me lo pasé bien. Lo malo fue que pusieron "Titanic". No es la película que más me entusiasme pero prefiero cualquier otra.

En un momento dado, sentí que alguien se apoyaba en mi hombro y, al comprobar, me di cuenta de que Rhea se había quedado dormida y me estaba usando de almohada. Eso me llenó de ternura, se veía tan bonita que preferí no decirle nada y la dejé dormir.

Pronto aterrizamos en Iowa, nuestro primer destino, y abandonamos el avión.

Continuará...

Los IngobernablesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora