Natalia.

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-Natalia, necesito un favor.

Así fue como Natalia terminó cambiando su turno de los Miércoles a los Lunes. Cuando una de sus compañeras y amigas desde hacía unos cuantos años le pidió hacer un cambio porque lo necesitaba para las clases, Natalia había tardado la unidad de cero segundos en aceptar puesto que no le resultaba problema en absoluto.

A fin de cuentas, tenía las clases por la tarde en la universidad y los fines de semana siempre se adaptaban los chavales a los que daba clase de guitarra a los horarios que tuviera en aquella semana, por lo que, cambiar un miércoles por la mañana con un Lunes, siendo como era el turno de mañanas, no le rompía la rutina en lo más mínimo.

No esperaba que, poco tiempo después de aquel cambio, terminaría siendo uno de sus días más esperados por llegar y todo por una joven de cabello bicolor de rubio y rosa que llegaba, sola, sin ningún tipo de compañía. El primer día le llamó la atención no por aquel detalle, si no porque iba cargada con una mochila que dejaba entrever que iba a la universidad, también porque había veces que llevaba algo entre las manos que la delataba, y le llamó la atención por algo que no estaba muy segura de cómo explicar, era más bien, una sensación.

La sensación de que tenía que conocerla.

-¿Alguna vez has visto a alguien y has pensado en que de alguna manera vuestros caminos se van a cruzar?— le preguntó a su amiga María, mientras se dejaba caer en la cama y la morena la miraba desde la silla del escritorio.

-¿Estás fumada y empiezas a divagar?— le devolvió la pregunta con sorna y diversión haciendo reír a la más larga que no tardó ni un segundo en coger el cojín más próximo para lanzárselo a la cara— ¡Era broma, era broma! Pues, no sé, creo que no. Bueno, a ti te vi y dije "vamos a ser amigas" y míranos.

-Ya... Pero, ¿no te ha pasado nunca de ver a una persona y-?

-¿Hablas de crushearte? Vivo crusheada de gente que ni me registra, Natalia, pues claro que me pasa. Todos los días, a todas horas. ¡Por algo se llama crush!

¿Un crush? ¿Eso era lo que le había pasado con la chavala del cine? Sí, era posible que sí. Pero, ¿por qué entonces no era como cualquier otro? ¿Por qué aquella sensación se había adherido a su cuerpo y no desaparecía? Era como si una parte de ella le estuviera gritando. Y puede que lo estuviera haciendo, pero no podía entenderlos.

No le quiso dar mucha más importancia después de aquello. Sin embargo, cuando aquella joven apareció la semana siguiente, volvió a tener la misma sensación. Había una fuerza superior, un pensamiento que buscaba que llegara a ella por forma telepática si existiera; que se acercara, que cruzaran un par de palabras.

Quería ser quien la atendiera, quería ser quien escuchara su voz pidiendo cualquier película. Ser quien la tuviera a muy poco de ella. Pero no parecía pasar; la vez anterior fue Miki, aquella última fue María. Y, no estaba loca, si decía que no era la única que la observaba.

Cruzaban miradas, más de las que se hubiese imaginado. Compartían algún que otro gesto que parecía una tímida sonrisa, y Natalia no podía evitarlo, extendía las curvas de sus labios en una sonrisa que, lejos de ella imaginarlo, era dulce, pero coqueta. Traviesa, pero tímida a la misma vez.

Siempre pasaba lo mismo; llegaba, a veces no hacía ni cola, a veces ni elegía la película y dejaba que fuera uno de sus compañeros quien se la diera al azar. Pero nunca le tocaba a ella, nunca la elegía, a pesar de estar libre, a pesar de que pudiera tener la oportunidad, parecía evitarla. Aunque luego, entre la petición de entrada y que se la entregaran, la buscara con aquella mirada grande, expresiva y dorada, que captaba por completo su atención.

CLIFFHANGER | albalia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora