Capitulo 1

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¿Cómo te sentirías si de repente a tu madre le ofrecieran un trabajo en otra ciudad y tuvieras que dejar todo lo que conoces para irte a vivir con ella? Para mí, fue como un puñetazo en el estómago. No lo ves venir pero enseguida te quedas sin aire. Cuando me lo dijo, mi primer pensamiento fue "¿Y por qué lo has aceptado?" Luego me explicó que era una buena oportunidad para mí y para ella, porque así tendríamos más dinero y yo podría ir a la universidad, como siempre había querido. Sospecho que la verdadera razón por la que mi madre aceptó fue porque no quería seguir viviendo aquí en Barcelona. Mi madre no es catalana pero como mi padre sí lo era, cuando se casaron se vino a vivir con él. Tras dos años de casados me tuvieron a mí y fue cuando mi padre entró a trabajar en una empresa catalana. Estuvimos bastante bien hasta que cumplí catorce años. Un día mi padre se fue a trabajar y no volvió. Mi madre y yo le estuvimos esperando en casa hasta más de la diez, pero no apareció.

Luego sonó el teléfono y mi madre fue a cogerlo. Era la policía; mi padre había tenido un accidente de coche y había muerto a los pocos minutos. Mi madre se quedó destrozada con su muerte, y a partir de entonces centró toda su atención en mí, animándome en los estudios e intentando que no sufriera por su pérdida. Pero en cierto modo, yo maduré muy deprisa esa noche. Ya no me interesaban las mismas cosas que las chicas de mi edad. Ayudaba todo lo posible en casa a mi madre y por la noche me dedicaba a estudiar todas las materias que daba en el colegio.Sacaba todo sobresalientes y lo que más me motivaba a continuar era la sonrisa de orgullo de mi madre cuando venía a casa con la hoja de calificaciones. Pero aún así, había noches en que todavía la oía llorar.

No me extraña que haya aceptado el trabajo con tanto entusiasmo. A mí no me convence del todo la idea, pero si mi madre es feliz, puedo acostumbrarme. En dos semanas mi madre ya ha encontrado una casa en Madrid y ya hemos empaquetado todas nuestras cosas. Tras despedirme de todos mis compañeros del instituto, echo un último vistazo a la casa y me meto en el coche con mi madre. Desde Barcelona a Madrid hay 6 horas de viaje, por lo que me acomodo en el asiento y enciendo la radio. Mientras suena un tema de Maldita Nerea, mi madre me cuenta cosas sobre Madrid, los sitios que podemos ir a ver, mi nuevo instituto en septiembre...

Cerca de Guadalajara, hacemos una parada en una cafetería y cenamos pizza y Coca-Cola. Llegamos a Madrid a eso de las once y mientras el coche circula entre los altos edificios, miro por la ventanilla las calles llenas de gente, la luz de los coches y las farolas... Quizá no esté tan mal después de todo. Llegamos a la nueva casa. Está en la planta alta de un edificio de la Gran Vía.
Hay un total de tres habitaciones, además de la mía y la de mi madre, un baño, el salón y la cocina. Mi cuarto está al final del pasillo: es igual de grande que el de Barcelona, salvo que está vacío y no tiene muebles. Como estamos demasiado cansadas para empezar a desempacar las cosas, decidimos reunir varias mantas en el suelo y dormir con mi saco de dormir del campamento. Nos tumbamos y yo me quedo mirando el techo de color blanco. Pasan los minutos y yo sigo sin poder dormirme. Entonces ya no aguanto más y suelto la pregunta que me ha estado consumiendo todo el viaje:
- Mamá, ¿echas de menos a papá?

- A veces sí, desearía que estuviera aquí, con nosotras. Pero no tanto como antes.

- ¿Y qué es lo que echas de menos de él?

Mi madre se queda pensativa unos instantes. Y cuando responde, lo hace entre suspiros:
- Cuando volvía a casa del trabajo, por ejemplo. O cuando me abrazaba mientras poníamos la mesa antes de cenar y me besaba.

Asiento. Recuerdo perfectamente esos momentos. Todos los días, cuando mi padre regresaba de su oficina, yo me lanzaba corriendo a abrazarle mientras mi madre terminaba de preparar la cena. Luego, yo me iba a duchar o a hacer los deberes y ellos ponían la mesa. Había veces en que bajaba y los veía abrazados o besándose. Aunque protestaba un poco, en el fondo me gustaba verlos tan felices y era una demostración de que todo iba bien.

- ¿Y por eso aceptaste el trabajo?

- No exactamente. Cuando él murió comprendí que tenía que seguir adelante, por ti y por mí. Pero por mucho que me esforzara, cada mueble, cada rincón de la casa me recordaba a él. Incluso cuando abría el armario y veía los trajes que utilizaba en el trabajo me acordaba de él. Y tú también cambiaste. Te volviste más independiente, más madura. Te preocupabas por cosas que no le interesaban a los niños de tu edad. Con quince años ya eras capaz de cocinar incluso mejor que yo. Fue como si ese día que papá murió, una parte de ti, la de la niña que eras, desapareciera. Por eso comprendí que lo mejor para las dos era irnos de Barcelona, para poder empezar de cero. Vi que mi empresa tenía una sucursal en Madrid, así que pedí el traslado. Sé que debería habértelo consultado.

- No pasa nada mamá. Además, quizá me venga bien el cambio de instituto. Llevaba unos meses sin salir apenas con nadie.

- Mañana empezaremos a ordenar la casa. E iremos a ver tu nuevo instituto ¿vale?

- Vale. Buenas noches.

- Buenas noches Mara.

Escrito por María Villar Rosado.(publicado por su ayudante y amiga)
Ahora también traducido por saraas_21

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