Capítulo 2

97 1 0
                                    

La luz del sol entra por la ventana de la habitación, iluminando el pequeño cuarto. Me desperezo y después me levanto de la cama. Mi madre sigue durmiendo, así que decido ir a comprar algo de comer. Cerca de aquí hay un Mercadona, así que será un trayecto corto. Le dejo una nota sobre la encimera a mi madre para no preocuparla y tras vestirme y guardar algo de dinero en el bolsillo, salgo por la puerta. Mientras camino por la calle, miro la hora en el móvil.

Son las 10 y media, del lunes 7 de junio . A estas alturas, la mayoría de la gente ya estaría de vacaciones, pero mi madre y yo hemos decidido no irnos a ningún sitio. Llego al Mercadona y compro no demasiadas cosas, café, cacao y galletas María para desayunar y una lasaña precocinada para comer, junto con unos tomates y lechuga para hacer una ensalada. Intento recordar mentalmente pero no lo recuerdo. Decido que cuando llegue a casa, lo miraré. La chica de la caja me dice el precio y yo pago sin más. Cuando estoy cerca de la salida, me doy cuenta que no he traído bolsa. Con las prisas, se me ha olvidado cogerla. Tras sopesar varias opciones, anudo las mangas de la chaqueta y meto dentro la comida. Me siento un poco ridícula yendo así por la calle, pero nadie se fija en mí.

Llego a casa y meto la compra en el frigorífico. Echo en un vaso leche y un poco de Colacao. Mi madre ya se ha levantado, por lo que preparo un café para ella. Mientras la espero, saco toda la comida que trajimos de Barcelona y la guardo en la despensa. Cuando acabo, me encuentro con mi madre en la cocina, ya vestida y nos tomamos el desayuno juntas.
- A ver, tenemos mucho que hacer. La casa en general está bien, pero tendríamos que limpiarla un poco e instalar por ejemplo agua corriente y electricidad. Asimismo habría que colocar los muebles y todas las cosas de la mudanza- dice mi madre.

- Vale, pero con una condicion: me dejas tiempo libre por la tarde.

- A partir de las seis y luego vuelves a las diez de la noche.

- Vale, trato hecho.

Nos pasamos el resto de la semana limpiando la casa, colocando los muebles, pintando las paredes, comprando colchones para las camas... En todos esos días yo apenas salgo de casa y paso mi tiempo libre viendo la tele o en el ordenador. Una tarde, decido ir a la librería a comprar un nuevo libro. Mi madre está viendo en la tele "Un paseo para recordar", así que voy sola. La librería está a cinco manzanas de mi casa, por lo que voy a paso rápido. De vuelta a casa, veo un McDonalds y como es un poco tarde y apenas hay cola, decido pedir una hamburguesa para llevar. Cuando salgo de allí, me doy cuenta que me he desviado un poco de mi casa.

Estoy en una de esas calles oscuras con muchos callejones. Intento avanzar lo más deprisa posible, cuando de repente oigo un aullido. Me quedo parada un instante, intentando localizar de dónde viene. Proviene de un callejón situado a mi izquierda. Sin dudarlo, entro en él. El callejón está oscuro como boca de lobo, y las paredes están llenas de grafitis, algunos nuevos y otros tan viejos que es imposible distinguir el dibujo. Vuelvo a oír el mismo aullido, acompañado de unas risas roncas. Una parte de mí, mi parte sensata, sugiere dar media vuelta, pero la ignoro. Según me voy acercando las voces se van oyendo más y más, cuando de repente aparece ante mí una curiosa escena.
Bajo una débil luz hay tres tipos, a juzgar por sus movimientos borrachos como una cuba. Tienen pinta de ir al instituto, pero son tan grandes y altos que parecen adultos. Uno de ellos tiene agarrado por el pelo del lomo a un cachorro de perro. El pobre animal aúlla y gime de miedo, mientras ellos hablan a grandes voces:

- ¿Y qué hacemos con él?- dice uno.

- ¿Lo matamos?- responde otro.

- No, mejor lo quemamos.

- Nadie sabrá nada.

- ¿Tienes un mechero?- añade el tercero.

- Sí, aquí está. ¿Dónde lo hacemos?

- Al lado de ese contenedor, así luego lo tiramos.

Siento furia y compasión por lo que le están a punto de hacer a ese pobre cachorrito. Sin pensarlo dos veces, agarro lo primero que encuentro, una tapa de un cubo de basura, y me lanzo sobre uno. Este, sorprendido, suelta al cachorro y yo lo cojo entre mis brazos. Después me abro paso entre los otros dos y echo a correr lo más deprisa que puedo. De repente, me encuentro la pared del callejón. Me giro y veo a los tres matones viniendo hacia mí. Me tienen acorralada y no tengo nada con qué defenderme.

- Vaya, vaya, mira lo qué tenemos aquí- dice el primero.

- ¿Qué hacemos con ella? Podría denunciarnos.

- Lo mejor será que se vaya, eso sí, tras prometer que mantendrá la boquita cerrada.

- Sí, sí, pero antes...- uno me examina de arriba abajo- deberíamos darle un repasillo.

- ¡Eso, eso para que no se olvide de nosotros!- grita otro entre risas.

El que primero ha hablado está tan cerca de mí que puedo oír su apestoso aliento de borracho. Abrazo más fuerte al cachorrito y pienso rápidamente un plan de ataque. "Golpea duro y a la entrepierna" pienso para mis adentros. Entonces una figura emerge entre las sombras y agarra al tipo por detrás.

Escrito por María Villar Rosado (publicado por su ayudante y amiga)
Ahora también traducido por saraas_21

"CERO"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora