Ya eran las 8:10pm y Sesshōmaru se encontraba en el hospital. Hoy era la cita a ciegas con esa modelo famosa llamada Kagura. Sinceramente no tenía deseos de ir. Esas citas que le planeaba su madre solo le habían servido para percatarse de algo: primero, que esas mujeres no tenían personalidad, segundo, que su madre haría cualquier cosa para casarlo con alguien, y por último pero no menos importante, que él debía ser asexual, porque ninguna de esas mujeres le llamó la atención, a pesar de ser hermosas.
Ah... si tan solo Rin lo mirara con otros ojos... ¡¿Pero qué estaba pensando?! De nuevo tenía a esa niña en la cabeza. Se conocían solo hacían dos semanas y ella ya había logrado colarse en su mente. Una llamada de su madre lo sacó de sus cavilaciones. Seguro llamaba para gritarle por no llegar a tiempo a esa ridícula cita. Descolgó con cansancio.
—Querido hijo —dijo dulcemente Irasue—, ¿se puede saber dónde demonios estás? Ah, mira lo que me haces decir —se quejó dramáticamente—. Escucha, hijo querido, no me hagas ir a buscarte por los pelos y llevarte a esa cita con la señorita Kagura. Es que... me dejas en ridículo siempre. Yo trato de ayudarte a formar una familia y tú...
Sesshōmaru colgó. No soportaba las quejas tontas de su madre. ¿Qué culpa tenía él de que su madre no tuviera más hijos? Si fuera por él, viviría célibe por el resto de su vida. Aunque con Rin... ¡No, silencio! ¿Pero qué te pasa Sesshōmaru? Pareces un animal en celo. ¿Cómo puedes pensar en casarte con una niña de catorce años? Ah, tal vez la cita con la tal Kagura lo ayudaría a despejar su mente.
Sesshōmaru se dirigió al restaurante donde sería su cita. Al llegar, la recepcionista lo guio hacia su mesa. Allí se encontraba una mujer hermosísima. Sus ondulados cabellos café, caían sobre sus hombros desnudos. Su esbelta figura estaba enfundada en un elegante vestido de seda roja. Sus labios, del color de su ropa, eran perfectamente pequeños y sensuales. Tenía la mirada fija en una copa de vino sobre la mesa. Su expresión triste y de añoranza cambió al ver a Sesshōmaru. Mostró una sonrisa.
—Hola guapo —dijo Kagura coquetamente—. Pensé que no vendrías.
Sesshōmaru la ignoró, sentándose del otro lado de la mesa y haciéndole una seña al camarero para que los atendiera.
—Así que tú eres el famoso Sesshōmaru Narita —continuó la mujer—. Creí que serías más... menos... atractivo, según las descripciones de tu madre.
Sesshōmaru la miró serio. —¿Qué le dijo mi madre, señorita Hane?
Kagura levantó sus cejas, sorprendida. —Puedes tutearme, no estamos en el siglo XIX —vio a Sesshōmaru negar. Suspiró—. Me dijo que eras un virgen de diecinueve años, con eso te lo digo todo.
—¿Qué tiene que ver eso con mi físico? —se quejó él.
Kagura rodó los ojos y miró hacia otro lado. Qué tipo tan raro. —Eres muy diferente a los demás, Sesshōmaru —dijo levantándose de su asiento y sentándose junto a él. Colocó su mano sobre la de Sesshōmaru y se acercó a su oído—. Pero eso me gusta.
El de cabellos plateados apartó su mano y miró a Kagura. —¿Podría alejarse? Está invadiendo mi espacio personal.
—"Esa era la idea" —pensó Kagura molesta. Jamás de los jamases un hombre la había rechazado. Pero bueno, él era virgen, puede que sea por eso. Sonrió—. Qué tímido eres, Sesshōmaru.
—No soy tímido. ¿Por qué dice eso?
Ok, seriamente, ¿qué le pasaba a este tipo? Primero: es virgen a sus diecinueve años, segundo: la rechaza, ¡a ella, una de las mujeres más hermosas de Japón!, ¿y luego dice que no es tímido? ...Oh...
—Ya sé lo que sucede —soltó Kagura con una sonrisa traviesa—. A ti no te gustan las mujeres.
Sesshōmaru la miró con el ceño fruncido. —Tiene razón —dijo sincero. Kagura se sorprendió mucho de que lo admitiera—. Me gusta una sola mujer y no es usted. Así que esta cita no tiene sentido. Si me disculpa...
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La niña de la mafia.
Fiksi PenggemarRin, una adolescente de 14 años, es encontrada herida en un callejón por Sesshōmaru, un neurocirujano de 19 años con Síndrome de Asperger. Él es un hombre frío e indiferente, ella una chica risueña y dulce. ¿Podrá Rin enamorar a este hombre carente...