La primera vez que lo vi caminar de aquella manera, yo estaba rumbo a casa, luego de un día de escuela. El pobre viejo daba lentos pasos en la acera de su casa, apoyándose en un bastón de madera podrida. Si lo hubieras mirado detenidamente podrías haber visto su nudosa y gruesa mano temblar cada vez que levantaba el bastón. Las arrugas en su brazo se confundían con los nudos de la madera, de tal manera que parecía que tenía un gigantesco brazo deforme que alzaba, temeroso, a cada paso.
Me extrañó mucho verlo por las calles después de tanto tiempo. La gente del barrio había pensado que estaba muerto, pero nadie se atrevía decirlo en voz alta. Dicha creencia se transmitió con las miradas de soslayo que cruzaban las amas de casa al pasar frente a la puerta del viejo; y llegaba al resto de la barrio como un eco del pensamiento colectivo.
Esa noche le conté a los demás acerca del viejo. Querían saber más, tanto así que terminé inventando algunos detalles para aderezar la historia. Luego de aquellas duras sesiones de improvisación, en la tranquilidad de mi cama, me daba cuenta que muchos de los detalles que inventaba se relacionaban con vivencias propias. No añadía dichos detalles conscientemente, pero terminaban encajando perfectamente en la historia, como si fueran parte real de la vida del viejo. Aquel hecho curioso me hubiera preocupado más sino fuera por la monotonía de la vida, que terminaba difuminando los bordes de mis pensamientos.
El caso del viejo había ganado cierta popularidad en el barrio. Luego de su "resurrección" se lo veía continuamente, asomado a su puerta, jugando con un cachorro del vecino. Su mirada se tornaba melancólica al observar al perro ponerse boca arriba y agitar las patas. Yo solía espiarlo. Escondido detrás de las cortinas de mi cuarto, podía observarlo por horas rascar con su bastón la barriga del perrito. A veces, mientras observaba al viejo, tenía la rara sensación de también estar siendo espiado, entonces volteaba y veía mi habitación normal. Cuando volvía a mirar la calle el viejo había entrado a su casa. Solamente el perro miraba, solitario, mi ventana.
El día de su muerte, el viejo había salido a la puerta de su casa, como de costumbre, a jugar con el cachorro. Sus movimientos eran parsimoniosos, más de lo usual. Entonces, me preparé a espiarlo. Al momento de volver mi atención hacia el viejo, me encontré directamente con su mirada, clavada fijamente en mi cuarto. Sus ojos eran azules y lúcidos, y penetraron en mi mente como cuchillo afilado en mantequilla fresca. Grité con todas mis fuerzas, el dolor en mi cabeza era insoportable.
Por mucho tiempo mi cuerpo viejo ha estado muriendo. Solo me he mantenido mi cuerpo funcional con la esperanza de encontrar una persona como tú, astuto y curioso. Me serás útil, por lo cual me mantendré cerca para que cuides de mí. Ha llegado el momento de dar el paso final, y confiaré en tu protección la persistencia de mi alma.
La voz del viejo retumbaba en mi cabeza mientras rodaba por el suelo, con los ojos cerrados. En mi mente lo veía joven, sin el bastón. Solo sus ojos azules me revelaban su identidad. Finalmente, perdí la conciencia.
Al despertar, mis padres me miraban preocupados, yo solo atiné a levantarme, aún adolorido, y mirar por la ventana. El viejo estaba echado boca abajo en la acera del frente, los brazos extendidos y el bastón tirado a un costado. El perro lo miraba curioso, como calculando la situación. finalmente volteó su hocico en dirección mía. Sus ojos azules eran profundos como el cielo.
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Lima Utópica
Short StoryRelatos de amor y desamor, de cansancio y euforia, de depresión y autorealización. Tal como la vida y la ciudad en la que viven, los personajes están llenos de contrastes.