Día Nublado

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El día está nublado. 

Es extraño, hasta hace sólo algunos días el sol brillaba alto en el cielo de la mañana, y no parecía que fuera a haber cambio alguno. Sin embargo, tan de repente como el cambio del viento, el clima entero dio un vuelco. Ahora camino por las calles, con ojos nuevos, viendo como aquel cambio de fondo le da una nueva perspectiva a las casas. Las cuales, presas de su materialismo, siguen asentadas sobre la tierra. Sin embargo, una nueva lente oscura filtra las miradas, y les da una nostalgia severa. Como si después de pensarlo mucho, hubieran decido que no vale la pena permanecer alegres. En el cielo, las nubes desaparecen tragadas por una espesa masa gris que avanza hacia el suelo, y parece comerse los edificios mas altos. A lo lejos, en el horizonte, se puede ver la masa gris dándonos la bienvenida, oculta tras las casas más lejanas. Y nos deja pasar, y no advertimos cuando nos sumergimos en sus entrañas espesas y húmedas.

Los buses se agrupan como animales en celo en los paraderos, pugnando por el pasajero promedio. El cual, apretado en el interior de las unidades hace esfuerzos sobrehumanos por soportar el sopor del nuevo día, y el olor rancio de las ventanas cerradas. Siempre apurado, el pasajero, acostumbrado a correr al último momento, da gritos de indignación cada vez que el chófer se detiene, porque nada es más importante que el propio interés. Las ropas arrugadas, los rostros con ceños fruncidos, los pies imparables. Los pasajeros logran evadir los bancos y los tachos antes de llegar a su destino. Hueste enhiesta ante el enemigo informe del camino. Suprema ignorancia en las calles de mi ciudad. Sí. mi ciudad. Calles mal transitadas, avenidas mal conducidas, buses mal llenados, cabezas confundidas.

¡Oh! enfermedad involuntariamente creada por la tierra ¿Somos el virus que carcome sus entrañas? Parásitos que invaden y corrompen cada rincón. Pero, tal es nuestra naturaleza humana. No podemos con nuestra curiosidad y ansias de más. El desarrollo depende de la explotación de la tierra y del hombre, de su desmantelamiento. ¿Existe, acaso, el hombre capaz de dar solución a un problema tan exorbitante? ¿Es predisposición del hombre darle solución a tales problemas? O somos una especie tan extinta como lo creemos, debido a que lo creemos, debido a lo que hacemos.

¡Oh sí! el pasajero siempre apurado llega a su destino a sumergirse en su trabajo de mierda, por propia definición. Arropado en una manta de bienestar, falsa careta de la comodidad. Incapaz de ver mas allá de su pequeño mundo. Y no crean que debido a lo que digo, me excluyo. Yo también soy parte de la sal de la tierra. La cual, ansiosa de llegar a algún lado, sigue dando vueltas sobre el mismo sitio. Segura de saber la verdad que se esconde tras las cosas, no logra ver la verdad dentro de sí misma. Encantada en la defensa de lo indefendible, olvida el daño que puede hacer la maldad humana.

Luego de un día cansado, agotado de su propia existencia, el hombre promedio llega a casa. Se sumerge en lo inevitable del fin de la rutina. Su mente flota en un lugar indeterminado, entre el techo y el aire viciado del pensamiento consciente. Hasta el momento en que la televisión se apaga, y él puede, por fin, irse a dormir. Duerme pensando que su día fue productivo: llegó temprano a su trabajo, cumplió las tareas asignadas eficientemente, le dieron la presa grande en la fila de la cafetería, y se rió de los chistes más morbosos en su programa favorito.

Solo al final del día, cuando cerrando sus ojos, su consciencia transita el camino obligatorio hacia el sueño, su mente ve el resquicio de una verdad perenne. Lo que le faltaba en el proceso de sentirse realizado, se le escapa entre los dedos, antes de hundirse en la oscuridad. Al día siguiente, se levanta y camina hacia la ventana.

El día está nublado. 

Lima UtópicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora