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UNO
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Editado: 16/01/24

ERA MOMENTO de actuar. Se había pasado la semana entera escuchando a los habitantes de aquel jodido lugar hablar, y después de muchos intentos, casi había perfeccionado el acento de Birmingham.

A pesar de sus esfuerzos para evitar que su verdadero acento saliera a la luz, a veces tenía que hablar despacio y modular demasiado las palabras.

Sin embargo, era solo un hábito. Era una comunidad pequeña, y sabrían perfectamente cuando alguien no es de la zona, tuviera su mismo acento o no.

Aparte, su aparente estatus económico y social tampoco la dejarían mezclarse con la multitud. Así que se sentía confiada en que era mejor que tuviera un acento inglés, pero no precisamente de Birmingham.

Había sido un proceso largo. Odiaba haber tenido que hablar con monosílabos durante una semana entera. Se había sentido censurada.

Pero eso no importaba, ahora estaba lista.

Bueno, casi.

Lamentablemente, este lugar no tenía muchas ofertas laborales, y menos para una mujer. Había escrutiñado los periódicos, cada mañana, pero solo estaban las fábricas, el trabajo sexual, y uno que otro trabajo como cantinera.

Y aunque Jean no juzgaba a las prostitutas, lograr las jornadas y lidiar con los clientes era algo que ella no podría hacer.

Trabajar en las fábricas no seria ideal tampoco, pues apenas pagan lo suficiente para pan y un poco de té. Y ella necesitaba ahorrar

Así que quedaba ser cantinera. Ser servicial no le molestaba, y sabía que podría manejar a cualquier hombre. Estuviera embriagado o no.

Esperaba no tener que usar ningún uniforme. Su ropa siempre había sido una de las pocas cosas que guardó de casa.

Aunque se había graduado de la universidad con sobresalientes no le importaba trabajar en puestos que algunos considerarían "Indignos". Esa idea siempre le había parecido clasista y estúpida. El trabajo era trabajo.

Aparte, no tenía dinero suficiente para ir a donde tenía qué ir, y sabía que los títulos educativos no valen mucho si una mujer es quien los ostenta. 

Aunque claro, técnicamente, ya no poseía esos títulos. Eran de su antiguo yo, y esa identidad estaba muerta.

Estaba bastante segura de que podría conseguir el trabajo. Era bonita y encantadora. Cualquier hombre en cualquier bar volvería de nuevo solo para volver a ver a la linda cantinera que lo atendió. Sería buena para el negocio.

Y cualquier dueño con dos dedos de frente se daría cuenta de eso.

Ya había elegido el bar al que iba a aplicar, pues quedaba muy cerca de la casa que estaba rentando. El Garrison sería el lugar adecuado.

Ahora solo quedaba la parte más difícil. Escribirle para decirle que estaba corta de dinero, que solo podía costear vivir en una de las peores zonas de Inglaterra y que tendría que trabajar un tiempo para ahorrar, pues el ejército no le iba a dar absolutamente nada.

Le rompía el alma saber que después de todo lo que había pasado, el universo no la dejaba refugiarse y descansar en los brazos de Jayden.

Tal vez se lo merecía. Debió desertar cuando el lo hizo. No podía creer que había sido tan estúpida como para pensar que podía marcar la diferencia. En cambio, se había convertido en un monstruo.

Jean Jackson se enorgullecía de saber que por sus mejillas no había corrido ninguna lágrima desde hace años.

Había pasado de ser una niñita que lloraba inconsolablemente todos los días, a aguantarse el dolor, la pena y usarlos como combustibles. Pero mientras escribía la carta, sus ojos se llenaron de ese líquido salado que ya era un extraño para ella.

Su pecho la oprimía, y un ardor incómodo se extendía por su garganta .

Esperaba que que Jayden no se enojara cuando le llegara su carta, y que se alegrara de saber que estaba viva.

En ese momento, se propuso que haría lo que fuera por reunir el dinero y llegar con el .

Iba a salir de Small Heath para no volver jamás.

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Faithless | Thomas Shelby fanficDonde viven las historias. Descúbrelo ahora