Capítulo 1: La estación de tren

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Tres años después de verlo por primera vez, el colegio de Hogwarts no había perdido nada de su majestad. Harry aún perdía el aliento al ver esas enormes torres, el mar de bosques que parecía cubrir el mundo entero. El mundo 'muggle' había sido su casa durante la mayoría de su vida, pero el mundo de los magos, Hogwarts, sería siempre su verdadero hogar.

Harry fue uno de los primeros en pisar la estación. De pelo marrón y ojos azules tras sus gafas, el joven había crecido mucho en un solo verano. Era más alto, de facciones más adultas. También era verdad que las tartas que le mandaba la madre de Ron habían afectado un poco a su figura (los Dursley lo tenían a pan y agua, así que no tenía manera de contenerse). Una sombra roja apareció en el rostro de Harry cuando este recordó la pelea librada antes de iniciar el viaje, entre sus pantalones oscuros y un trasero demasiado orondo para su gusto. 

Pero bueno, nadie parecía haberse fijado en esto. O, al menos, eran lo suficientemente amables para no hacer ningún comentario grosero...

"¡Eh Potter!" gritó una voz muy familiar.

"Por favor el no, no cuando acabo de empezar el año" susurró Harry entre dientes. 

Si algo tenían en común el mundo mágico y el mundano, era la presencia de niños mimados con la sola misión de hacer la vida de Harry un infierno constante. Draco Malfoy, rubio y de ojos azules, tenía la apariencia y porte de un príncipe malcriado,  seguro de si mismo y de los defectos de todos aquellos desgraciados que no eran como él. Harry frunció el ceño al ver la sonrisa en los labios de Draco. El comentario se veía venir incluso antes de que el rubio abriera la boca.

"Bonitos leggings, Potter. ¡A no espera, que son pantalones normales!"

"No tengo tiempo para ti, Draco" dijo Harry.

"A mi también me gustaría perderte de vista, pero alguien a aparcado un trasero enorme en mitad del camino y no puedo pasar" 

Harry empezó a escuchar risas a su alrededor. La mayoría provenían de estudiantes con los colores negro y verde de Slytherin, pero había gente de otras casas, incluida la suya, que no podían esconder sus sonrisas. Con la cara tan roja como un sol recién nacido, Harry le lanzó una última mirada furibunda a Draco antes de volverse. Desafortunadamente, la brusquedad del movimiento provocó que una de sus maletas cayeran al suelo, esparciendo ropa de repuesto y libros por todas partes.

"Cuidado, ¡estás manejando maquinaria pesada!" dijo Draco y su público rio aún más.

"¿Es que no tienes nada mejor que hacer con tu vida?" dijo Harry mientras se agachaba para recoger sus pertenencias.

Al hacerlo, no vio el destello en los ojos de Draco y como su sonrisa viperina crecía incluso más. Avergonzado, tratando de recoger su ropa lo más rápido posible, Harry tampoco se dio cuenta de como tres centímetros de tela blanca como la nieve sobresalían de sus pantalones. Tres zancadas, eso fue todo lo que necesitó Draco para que sus garras estuvieran a distancia de ataque. 

"¿Elperdedorculogordodicequé?"

"¿Qué?" dijo Harry antes de sentir la presión en sus calzones.

"Exacto" susurró Draco antes de estirar con todas sus fuerzas.

"¡DRACOOOOOO!" chilló Harry con los ojos cruzados y las manos agarrando sus enormes nalgas. Un mar de tela blanca surgió de sus pantalones con la velocidad de un torrente. En un instante, no había un milímetro de la espalda del mago sin tela que la cubriera, mientras que, bajo sus pantalones, toda la tela que antes había guardado su trasero ahora arremetía contra su raca con la fuerza de una lanza.

"Preferiría una varita, pero como no podemos usar magia..." Draco agarró más tela antes de dar un segundo tirón, este con la fuerza suficiente como para llegar al cuello de Harry. Los tirones eran ahora rápidos pero brutales. Harry siguió chillando, incapaz de hacer nada contra el creciente dolor entre sus nalgas y las risas de sus compañeros de clase. Peor, los tirones de Draco pronto provocaron que sus pantalones se deslizaran de sus nalgas a sus rodillas, dejando al descubierto las enormes lunas de sus nalgas.

"¡Haber si sobrevives a este calzón chino!" dijo alguien de Slytherin.

"¡Ni mi madre tiene el trasero tan gordo!" dijo alguien de Hufflepuff 

"¡Venga Draco, hasta la cabeza!"

Draco tenía las ganas, pero carecía de la fuerza para realizar un calzón chino de esa envergadura. Quizá con una varita, pero eso tendría que ser luego, quizá tras una clase, o en un lugar apartado sin profesores que husmeando por todas partes. 

"Me encantaría, pero tengo prisa. Te veré luego Potter y a tu enorme trasero también" 

De repente Harry estaba en el suelo, con los ojos cruzados y a punto de llorar, con la cara sumergida en un mar de ropa arrugada y su enorme trasero saludando al público que le rodeaba. Tras reírse un poco más, el círculo se disolvió y Harry fue dejado solo para atender a su pobre trasero y lo que fuera que quedara de su dignidad.

"R-Ron...Hermione...Ginny...¿Dónde estáis?" gimió el elegido, listo para una nueva batalla, esta vez no solo contra sus pantalones, sino también contra toda la tela atrapada entre sus nalgas.

Harry Potter, una vida de calzones chinosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora