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La promesa se había cumplido. Valérie acababa de comerse el mejor desayuno que había probado en su vida. Los huevos revueltos habían sido acompañados por tostadas a la francesa, papas hash brown, tocineta, jugo de naranja y café con leche. Era como haber desayunado en el bufet de un elegante hotel. No se podía comparar con el cereal con leche y la bebida achocolatada que solía desayunar en casa. Pero su vecina tenía razón, eran tiempos difíciles para su madre, el dinero que ganaba trabajando como supervisora de un lavadero de autos no alcanzaba para mucho, su padre solo mandaba unos pocos dólares desde Suramérica en ocasiones especiales, y los precios de los comestibles cada vez parecían más altos. Apenas se mejorara de los golpes y pudiera volver a caminar, empezaría a recorrer la ciudad en busca de un trabajo.
–¡Parece que estabas con hambre! –dijo Úrsula al entrar en la cocina y ver el plato vacío, después de haber dejado sola a Valérie en el pequeño comedor, mientras organizaba algunas cosas en su habitación.
–No comía nada desde ayer al medio día –dijo Valérie dándole el último sorbo al vaso de jugo de naranja.
–Tienes que cuidarte, pequeña –dijo la señora acariciando suavemente el cabello de la joven–, pero ahora será mejor que subamos a tu apartamento, tu madre debe estar a punto de despertarse, y no sería bueno que se llevara un buen susto al no encontrarte en tu habitación.
–Tengo miedo de cómo va a reaccionar –dijo Valérie poniéndose de pie mientras la expresión de su rostro acompañaba fielmente lo que habían sido sus palabras. Más de una vez la había golpeado por haber llegado unos minutos tarde, y cuando no lo había hecho, la había castigado sin dejarla salir del apartamento por más de dos semanas. Si tenía en cuenta su actual tardanza, estaba segura de que aparte de golpearla, la dejaría encerrada por más de tres meses. Su única esperanza estaba en que la señora Úrsula jugara el papel de su abogada defensora, logrando que la reacción de su madre no llegase a ser muy fuerte.Después de lavarse la cara y de arreglar su peinado, subió las escaleras que la llevaban a su apartamento, en compañía de la señora Úrsula. El desayuno y el breve descanso habían servido para que algo de energía regresara a su cuerpo, aunque el hecho de no haber dormido en toda la noche hizo que le tomara un gran esfuerzo superar los pocos escalones. Trató de no apoyar el talón herido, dado que aparte del dolor que esto le causaría, no quería ensuciar la pequeña venda que su vecina le había colocado. Tuvo que apoyarse en la baranda para mantener el equilibrio, y agradeció el momento en que finalmente logró superar los escalones, a pesar de los nervios que le producía encontrarse frente a la puerta de su apartamento.
–No te preocupes, no voy a permitir que se cometa una injusticia contigo, ya bastante has sufrido por la culpa de otros –dijo la señora con una comprensiva sonrisa al mismo tiempo que su dedo índice se posaba sobre el pequeño timbre de color negro.
No tardó Valérie en escuchar los pasos al otro lado de la puerta. Parecían pasos precipitados, lo que la llevó pensar que su madre ya se había dado cuenta de su ausencia. Instantes después la puerta se abrió dejando ver detrás de esta a la que ella pensó sería la causante de sus penas por los siguientes tres meses. Se trataba de una señora que no llegaba todavía a los cuarenta, con un rostro bastante similar al de su hija, y que aún conservaba la belleza que presumiblemente la había acompañado durante su juventud. A diferencia de la señora Úrsula, o de la madre del borracho de la casa azul, no llevaba levantadora ni pantuflas, solo vestía una camiseta blanca que le llegaba hasta la mitad de los muslos, iba descalza y tenía el pelo agarrado en una cola de caballo. Su expresión era una rara mezcla de sorpresa, alivio y un poco de disgusto.
–¡Valérie..., señora Úrsula! Hubiera pensado que madrugaste a ayudar a nuestra vecina en sus quehaceres, pero pensándolo bien, creo que no lo harías vistiendo lo único decente que tienes para ir a una fiesta –dijo mirando a su hija de pies a cabeza–. ¿Pero qué está pasando aquí?, ¿dónde están tus zapatos?, ¿y qué significan esos moretones que tienes en tu pierna y en el brazo?
–Mamá, una gente quiso pegarme –dijo Valérie mordiéndose el labio inferior.
–¿Quisieron pegarte o te pegaron? Porque yo estoy viendo un par de moretones, además tu vestido parece arruinado –dijo France con preocupación al darse cuenta del pequeño hueco que tenía el vestido de su hija en la cadera.
–France, tu hija fue víctima de varios atacantes esta madrugada, le hicieron perder sus zapatos y ha tenido que caminar descalza toda la noche para llegar a casa…
–Nena –dijo France abrazando a su hija–, déjame decirte que le agradezco a todos los dioses que no me había dado cuenta de tu ausencia. Hace poco me levanté, pero si hubiera entrado a tu habitación y no te hubiera visto, creo que habría sufrido un infarto, pero menos mal que estás bien…
–Tiene una pequeña cortadura en la planta del pie, pero ya le desinfecté y le puse una pequeña venda –dijo Úrsula.
–Y nuestra vecina ya me dio desayuno –dijo Valérie un poco más tranquila.
–Gracias señora Úrsula, tú siempre tan amable –dijo France sonriéndole a la vecina–, pero no te hubieras molestado, Val hubiera podido venir directo a casa.
–France, la niña tenía miedo…, no sabía cómo ibas a reaccionar.
–Además que no tenía llaves, las dejé en el bolso junto con el abrigo… Todo eso lo tiene Gail.
–Val, lo único que quiero es que no te pasa nada malo, sabes que las calles están llenas de gente mala, por eso es que me preocupo. Pero me alegra que hayas llegado a salvo, ahora éntrate y date un buen baño, ya más tarde me podrás contar en detalle todo lo que te sucedió.
–Gracias por todo, señora Úrsula –dijo Valérie brindándole una sonrisa a su vecina.
–Con gusto pequeña, pasa a visitarme cuando gustes –alcanzó a escuchar antes de recorrer los pocos pasos que la separaban del cuarto de baño. Parecía que su madre no se había enfadado. Sin embargo tendría que esperar a que se encontrara a solas frente a ella, algo que podría convertir su comprensiva actitud en una totalmente diferente.
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VOLARÉ
RomanceLas adversidades para Valérie, una hermosa joven de dieciséis años, empezaron a hacerse más notorias la noche en la cual se vio obligada a caminar descalza, por más de cinco kilómetros, para regresar a casa. Sin embargo, era solo una pequeña muestra...