Sempiterno | FushiIta

Capítulo 1

¿Qué son los deltas? Según la jerarquía, son personas superiores a los betas y muy similares a los alfas. Sus feromonas, a diferencia de estos últimos, son agrias e intolerables. Además, se decía que los deltas eran muy territoriales y que, en un enfrentamiento, podían vencer incluso a un alfa, razón por la cual las demás castas intentaron exterminarlos hace siglos y, actualmente, existen muy pocos.

Megumi Zen'in era un delta.

Cuando, a la edad de quince, tuvo su primer celo y sus padres, en lugar de percibir feromonas intensas como las de los alfas o dulces como las de los omegas, sintieron cómo el lugar apestaba a vinagre, quedaron anonadados y no tenían idea de qué hacer; pero estaban seguros de algo: los Zen'in no le permitirían a su hijo permanecer en su territorio y lo expulsarían de inmediato.

Y fue exactamente como ellos creían, intentaron hacer entrar en razón a sus líderes pero estos no hicieron caso alguno; apenas les dejaron despedirse de su querido primogénito.

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«No creas en lo que digan los demás; algún día encontrarás una persona que te amará sin importar tu casta o tu situación, que te apreciará tanto como nosotros, o incluso más, una persona con la cual querrás pasar el resto de tu vida. Nunca olvides lo mucho que te queremos, y te prometo que, apenas logremos salir de este lugar, te buscaremos, Megumi» las palabras que su madre, la cual no pudo escapar del infierno de los Zen'in incluso siendo alfa, le dijo el día de su exilio, permanecían en su mente desde hace ya cuatros años a pesar de que el pelinegro nunca creyó en ellas; sabía perfectamente que su familia nunca podría salir de ese horrible lugar y, con respecto a lo de encontrar alguien que lo quisiese, estaba seguro de que no existiría persona que siquiera aguantase estar cerca de él a causa de sus horribles feromonas.

A pesar de todo, el de cabellos negros no estaba disconforme con su estilo de vida; nunca fue muy bueno socializando, razón por la cual no tenía amigos. Ya se había acostumbrado a su ordinaria y repetitiva rutina, y a esa pequeña pero acogedora cabaña en medio del extenso bosque de la frontera entre los reinos Kamo y Gojo.

Sin embargo, la curiosidad por conocer o, al menos, saber de la existencia de otros deltas lo perseguía cada día. El sentimiento de soledad y tristeza había sido su mayor —y única— compañia durante esos devastadores cuatro años lejos de su familia, conocidos o personas en general. Muy en el fondo, sin querer aceptarlo, sólo deseaba poder encontrar una persona que no lo repudiara, alguien con quien poder hablar sobre sus sentimientos o cosas sin sentido, alguien con quien pasar el rato. Necesitaba un amigo.

Cansado de sus pensamientos, se recostó en la cama y cayó dormido, preparándose para el día siguiente, para otro día tan ordinario como los demás. Pero lo que no sabía era que, a partir de ese momento, su vida cambiaría radicalmente con la llegada de cierta familia real.

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Megumi, como de costumbre, se levantó apenas amaneció y salió de su hogar rumbo al pueblo más cercano del reino Gojo.

En el transcurso, se dio cuenta de que las personas estaban más agitadas que de costumbre, todas iban de aquí para allá, los niños corrían emocilnados por las calles. Optó por no darle importancia y continuó hacia su destino, el comedor general.

Este era un lugar que recibía dinero del soberano y alimentaba a la población. Como la mayoría de las personas que acudían al lugar eran betas y él era capaz de suprimir sus feromonas durante un determinado tiempo, lograba pasar desapercibido y nunca armaba un alboroto.

Cuando llegó, buscó la fila para pedir su comida, por suerte, no era muy larga y decidió esperar.

—El rey Choso, del territorio Itadori, y sus hermanos vendrán hoy para una reunión con nuestro rey y este les dará un recorrido por el pueblo —murmuró una señora que estaba frente suyo—. Hay rumores de que habrá un compromiso con uno de los gemelos para reafirmar la paz entre reinos.

—Pero nuestro monarca no es de relaciones serias, todos sabemos perfectamente que no aguantaría comprometerse con alguien. Pobre del que lo haga —comentó otra, con un poco de pena.

«¿En qué momento la gente se volvió tan chismosa?» pensó, ya molesto por tantas personas. Apenas recibió su comida se marchó en dirección a su hogar.

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Según los lugareños, Yuuji Itadori era una persona amigable, entusiasta y el mejor heredero al trono de su respectivo reino; ayudaba a todos, se preocupaba por su pueblo y era muy fuerte, tanto física como mentalmente. Pero ellos jamás admitirían eso en voz alta; todos —incluso siendo mayoritariamente betas— se rehusaban a respetar a un ser inferior, a un simple omega.

«Los omegas sólo sirven para procrear» «Un omega es débil, obediente e inferior» «Los omegas deben de quedarse en casa haciendo los quehaceres» Yuuji creció oyendo cosas así, pero estaba seguro de que eran una completa tontería. 

—¿Tanto importa la casta a la que pertenezca? ¿Todos me desprecian sólo por ser un omega? Lo único que quiero es ayudar a los demás —se quejó, con una mueca de tristeza.

—No te deprimas; ese tipo de personas tienen vidas tan miserables que necesitan creerse superiores en algo—respondió Choso, el primogénito de los Itadori y actual rey—. Son patéticas.

—La casta no debería de interferir en el valor moral de cada persona —continuó—. Eres alguien increíble, Yuuji, no dejes que otros atormenten tus pensamientos. Sólo tú conoces tus debilidades.

El omega le contestó con una sonrisa, la característica y radiante sonrisa que siempre lograba poner feliz a su hermano mayor.

—Por cierto, el carruaje llegará pronto; debemos apurarnos.

El de cabellera rosa sólo asintió, y recordó la razón del viaje que iniciarían: Sukuna, su hermano gemelo y príncipe que sería coronado muy pronto —puesto que Choso tenía en mente abdicar del trono—, había planeado comprometerlo con Satoru Gojo para, según él, beneficiar ambos reinos, sin embargo era más que obvio que sólo buscaba una forma de mantener a Yuuji completamente controlado y bajo sus órdenes.