Sukuna Itadori era de las típicas personas que se creían superiores por el simple hecho de ser alfa; por eso, cada vez que su gemelo hacía una cosa sin pedirle permiso, se enfurecía y lo golpeaba diciendo: «¿Quién te crees que eres como para hacer algo antes de preguntarme?» o «Eres un omega, idiota, tienes que rogar por mi aprobación» mientras se burlaba y reía como un completo loco. Hubo una vez en la que se desquitó con personas que estaban en el momento y lugar equivocados; y el chico de ojos color ámbar jamás se perdonaría si eso se repitiera, razón por la que obedecía y aceptaba los malos tratos por parte del otro.
Ahora, debido a su deseo de proteger a los demás, el omega se encontraba junto a sus dos hermanos en un reino que, para él, era completamente desconocido. Estaba horrorizado, eso era algo que no podía negar, pero su miedo sí que tenía justificación; Sukuna siempre irradiaba un aura sombría y abrumadora, pero ese día su sola presencia era de lo más escalofriante.
Antes de entrar al castillo del rey Satoru; el gemelo mayor había amenazado a Yuuji, diciéndole que si no lograban arreglar un matrimonio, él sufriría todas las consecuencias. Choso, como de costumbre, intentó interferir pero el de iris rojas sólo ignoró sus reproches e, incluso, lo amenazó también.
Y, otra vez, el alfa de cabellos negros se cuestionaba el porqué planeaba cederle el trono a su arrogante hermano menor, aunque siempre llegaba a la misma conclusión: estaba dispuesto a hacer todo lo que estuviese a su alcance con tal de ver a sus hermanos felices; y el hecho de que el gemelo alfa añoraba ser rey no era un secreto, tal vez, si lograba su cometido volvería a ser como antes. Recordaba perfectamente cómo un Sukuna de trece años consolaba y le decía a Yuuji que lo protegería siempre, y que se convertiría en el rey para que todos los idiotas que humillaban a los omegas pagaran por eso.
El primogénito de los Itadori no lograba comprender cómo su hermano terminó convirtiéndose en uno de esos idiotas que tanto odiaba.
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«Respeto», «Modestia» y «Sukuna» eran palabras que no iban juntas; simplemente no pegaban, ni siquiera con adhesivo.
Eso había quedado más que claro para el rey Satoru y su población. Puesto que, durante todo el recorrido por el territorio, se la había pasado criticando todo y a todos con su típica cara de disgusto. Posteriormente, durante la cena, -y creyéndose un completo degustador de platillos- había menospreciado a los cocineros, diciendo que la comida estaba espantosa y que incluso su hermano cocinaba mejor.
Yuuji quería estar enterrado cien metros bajo tierra, pero sólo se limitó a disculparse en nombre de su hermano gemelo.
«¿En serio cree que, después de su terrible comportamiento, aún existe una mínima posibilidad de una unión entre ambos reinos?» pensaba, mientras se dirigía a la habitación que le habían indicado. Al llegar, todo lo que hizo fue tirarse en la cama, no se molestó ni en cambiarse de ropa; estaba exhausto, cansado de Sukuna y su aborrecible actitud.
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En medio del bosque, Megumi se encontraba cortando leña; había olvidado hacerlo antes y, sin ella, moriría de frío durante la noche. Pero una voz completamente desconocida lo interrumpió.
-¿Quién o qué se supone que eres? -Sin respuesta, sólo silencio absoluto-. Responde mi pregunta.
-¿Quién eres tú? No te conozco, ¿por qué debería hablarte siquiera? -replicó, con cautela, el pelinegro.
-Soy una guerrera del reino Itadori -declaró con una mueca de orgullo-. Ahora que contesté tu pregunta, tú responde la mía: ¿Qué eres? Vine porque creía que algún cuerpo se estaba descomponiendo, pero sólo eran tus extrañas feromonas. ¿Acaso eres un alfa defectuoso o algo así?
Megumi era consciente de que si le decía que era un delta, probablemente avisaría a las personas del castillo y lo buscarían o, incluso, asesinarían. Sólo resolvió quedarse en silencio.
-¿El gato te comió la lengua? -dijo, burlona-; vamos, no creas que iré a contárselo a cada persona que se me cruce.
El de cabellos oscuros no percibía maldad alguna en la mujer, pero el hecho de que ésta haya aparecido de la nada por su territorio, con una cara de soberbia -típica de los alfas, según cree- y su cabello castaño demasiado cuidado y tan suelto como para ser una guerrera, no le cuadraba. Había algo raro en todo eso.
-Soy un delta -respondió en seco. Estaba cansado de ella-. Ahora, por favor, no me sigas. Sólo quiero vivir tranquilamente; no molestaré a nadie.
Dio media vuelta y se fue, dejando desconcertada a la otra, que corrió detrás de él.
-Espera, ¿hablas en serio? ¿Eso no era sólo una leyenda?
-Sí, ahora no molestes. No quiero problemas -dijo, antes de desaparecer entre los arbustos, asegurándose cuidadosamente de que nadie lo estuviese siguiendo.
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La chica había vuelto al castillo y lo primero que había visto era su compañero, Aoi Todou, un alfa alto, musculoso, intimidante e irritante -según las personas que no lo conocían bien-, entrenando junto al menor de los Itadori.
-Apestas.
-¿Qué dijiste, idiota? -respondió enojada-. ¿Quieres que te golpee?
-Hey, vamos, no peleen -Yuuji, que se encontraba copiando los movimientos del otro, interrumpió-. Además, creo que ese olor es... ¿diferente? Me gusta.
-¿Acaso no te das cuenta de que apesta a vinagre, hermano? -preguntó el alfa.
-¿Qué estás haciendo aquí? -cuestionó la chica, dirigiéndose al omega e ignorando al otro-. ¿Sabes que si Sukuna se entera de que estás aquí, practicando con este, se enojará, no?
-¿No crees que, en algún momento, necesite defenderme de algo o alguien? -La contraria sólo asintió-. Bueno, ¿qué mejor forma de aprender que con uno de los mejores guerreros del mundo, mi mejor amigo? Y aún tenemos tiempo; Sukuna se encuentra en una reunión con Satoru y los demás reyes.
-¿Por qué no me lo pediste a mí? Soy mucho más fuerte que ese tonto -dijo, apuntando a Todou, que sólo escuchaba la conversación.
-Oh, ¿acaso estás celosa? -preguntó Yuuji, con un tono divertido, para luego dirigirse a su amiga y abrazarla-. Tú no estabas, no es mi culpa.
-Eres un idiota.
-Pero aún así me quieres.
-¿Y la razón por la que hueles tan mal es...? -cuestionó el alfa, algo incómodo, con un carraspeo.
-Oh, sí, chicos, tengo algo que contarles. Los dejará con la boca abierta -comentó la castaña, con un tono de misterio-. Pero el primero que se lo comente a otra persona será mi nuevo saco de entrenamiento.
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Sempiterno | FushiIta
FanfictionSempiterno, algo que durará siempre; que, habiendo tenido principio, no tendrá fin. ---------- «Huyamos. Larguémonos de aquí, Megumi. Quiero pasar el resto de mi vida a tu lado; sólo nosotros dos» Lo de ellos era imposible, una amenaza incluso par...