Chapter V

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La espada cortó el aire de forma rápida y silenciosa antes de clavarse en la madera del muñeco con fuerza

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La espada cortó el aire de forma rápida y silenciosa antes de clavarse en la madera del muñeco con fuerza. Las astillas volaron antes de caer a los pies del espadachín, que volvía a blandir la espada en contra del muñeco como si este fuera el mayor de sus enemigos. Como si fuera Morgana. O incluso un enemigo peor, el destino que le había arrebatado a su hechicera de un momento a otro.

La secuencias de golpes continuó, hasta que el caballero arrancó uno de los brazos de madera, que cayó al suelo con un golpe sordo que reverbero en el campo de entrenamiento.

—Dudo que ese muñeco os vuelva a molestar, sire.

El rey hizo caso omiso a las palabras y volvió a empuñar la espada con la firme intención de seguir amputando las extremidades del muñeco de practicas.

—¿Sabéis, que por muchos muñecos que masacréis no recuperareis a vuestra dama, verdad?

—¡Gwaine! —la voz de Lancelot sonó severa, de una forma muy poco natural para el joven caballero. —No puedes hablarle así a nuestro rey, y menos ahora. ¿No veis que se encuentra triste?

El rey detuvo su ataque en cuanto escucho aquellas palabras. La espada se mantuvo en un perfecto equilibrio sobre su cabeza antes de que la fuerza de la gravedad hiciera su trabajo y lo obligara a bajarla hasta que la punta descansó contra el suelo de tierra.

—Ni que Merlín estuviese muerta para que se esté lamentando de su suerte. —respondió Gwaine, en un tono sarcástico que hizo fruncir el ceño al joven monarca.

—No vuelvas a decir eso.

Ambos caballeros centraron sus miradas en la figura del monarca, que los miraba de forma amenazante. Como un acto reflejo, ambos caballeros dieron un paso hacia atrás, como si ampliando la distancia entre el rey y ellos fueran a ser capaces de huir de su furia.

—Merlín no esta muerta, y degollaré a cualquiera que insinúe siquiera lo contrario. Y no me importa si esa persona es un noble, un campesino o unos de mis caballeros, ¿me habéis entendido?

Ambos caballeros sé irguieron y agacharon la cabeza a la vez que gritaban "Sí, mi señor".

Durante los siguientes segundos los tres hombres permanecieron envueltos en el tenso silencio que se había originado después de aquel intercambio de palabras. Dejando escapar un suspiro, el rey tiró al suelo la espada de entrenamiento y caminó hasta donde se encontraban su caballeros, aun en silencio después de su exabrupto.

—Disculpad mi carácter, estoy un poco tenso. —Arturo no estaba acostumbrado a pedir perdón, pero en aquellos años había aprendido que en ciertos momentos y con algunas personas, incluso siendo el rey debía pedir disculpas. Y dentro de aquel selecto grupo se encontraban los caballeros que se encontraban frente a él.

—Comprendemos la situación, majestad —Lancelot fue el primero en hablar, dedicándole una leve sonrisa al monarca, que la correspondió con otra igual de modesta. —Y es de la situación que nos hemos atrevido a venir a importunarle en su...

—Sabemos donde está —.De forma súbita, Gwaine interrumpió las palabras de su compañero, consiguiendo toda la atención del rey. —La hechicera Roonie ha regresado y proclama saber que es lo que le ha ocurrido a su dama, majestad.

El rey pasó entre ellos en dirección al castillo incluso antes de que Gwaine terminara de hablar. Ambos caballeros se miraron antes de seguir los pasos de su rey, que parecía volar sobre la hierba en su afán por regresar lo antes posible al castillo.

—¿Sabes que existe algo llamado tacto? —. Acelerando sus pasos para alcanzar al rey, Lancelot fulminó con la mirada a su compañero. Gwaine puso los ojos en blanco a la par que esquivaba a un par de mozos que caminaban en sentido contrario y reían por alguna broma.

—Arturo no necesita tacto, Lancelot. —Dejando atrás la suave brisa de verano, los pasos de ambos resonaron en las paredes de piedra. Las pisadas del rey se habían desvanecido para cuando los caballeros se adentraron en los pasillos del castillo. —Necesita a Merlín. Todos la necesitamos.

—Lo sé, lo sé. Pero no creo que esas hayan sido las formas...

—Lance, esto es mucho más que la perdida de su hechicera. —Deteniéndose en la puerta del salón principal, ambos caballeros centraron sus atención en la escena que eran capaces de ver gracias a las puertas abiertas. La anciana bruja hablaba de forma severa y preocupada con el rey, que mantenía el rostro impasible. Los otros caballeros pertenecientes a la mesa redonda también se encontraban en la estancia, prestando su completa atención a todo cuanto decía la bruja, como si de ella estuviera la clave de la salvación de su reino.

Y quizás, tenían la razón al pensar así.

—Arturo no ha perdido a su hechicera, Lance, recuérdalo. —Gwaine suspiró antes de adentrarse en la sala y caminar hacia el resto de caballeros.

Lancelot suspiró. Quizás el mejor que nadie sabía que su rey no había perdido solamente a su hechicera personal. El joven monarca había perdido a su mejor amiga y confidente. A la mujer que lo hacía reconocer sus errores y aplacar su ira cuando está no lo dejaba pensar con claridad.

—Lo sé muy bien, Gwaine. —susurró Lancelot, mientras se adentraba en la sala. —Arturo no ha perdido a su hechicera.

Arturo había perdido a su reina.

MerlínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora