𝐈. 𝐁𝐚𝐜𝐤 𝐇𝐨𝐦𝐞

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Bostecé pestañeando un par de veces, mirando el reloj en mi mesilla de noche y soltando un gruñido. Las seis de la mañana.

Bah pensé. De todas formas dormir está sobrevalorado. Así me ahorro pesadillas o sueños raros.

Hice una mueca al recordar aquel sueño en el que Percy y Nico bailaban juntos ballet y luego se liaban en una cama de esqueletos. No pude dormir en una semana, aquello me dejo un serio trauma.

Miré por encima de mi hombro, soltando una pequeña risa al ver a Percy dormir abrazado a mí, con un hilillo de baba que salía de su boca, mojando mi hombro destapado por mi camisón de tirantes.

Una de sus manos se encontraba sobre mi cintura, pegándome a él de forma que no pudiera soltarme de su agarre ni levantarme de allí, mientras que su otra mano abrazaba la almohada. Era adorable durmiendo, pero a veces un idiota despierto.

Con sigilo, conseguí levantarme de la cama, colocándome una de sus sudaderas sobre el camisón blanco, sonriendo al verlo dormido.

Salí hacia el salón, recogiendo mi pelo en un moño improvisado. Como si me importara peinarme bien... Tomé mi libreta, la que Nico me había regalado el año pasado por mi cumpleaños y que usaba para escribir.

Esta era negra, con un sol plateado en la cubierta y algunas nubes bordadas con hilo de plata. Llevaba unos pocos meses escribiendo una historia que ni si quiera llegaría a publicar, simplemente la escribiría para mí. Había hablado con Sally sobre la trama, los personajes y algunas cosas más para que me guiara y me diera algunos consejos a la hora de escribir. Le brillaban tanto los ojos al hablar de literatura en general... Era maravilloso.

Me hice un café rápidamente, no me dormiría pasadas las seis de la mañana, luego me dejarían seguir durmiendo y perdería la mañana. Y no estaba para eso.

Traté de escribir un párrafo como mínimo, pero me resultaba imposible concentrarme.

Había demasiadas cosas que me preocupaban en aquel momento y que impedían que pudiera concentrarme en una sola cosa, además de que el THDA no ayudaba tampoco.

Para empezar, mi padre llevaba desaparecido desde la guerra contra Gaia, cosa que me preocupaba, ya que todos los días o un par de veces por semana como mínimo, me mandaba una flecha, la cual por casualidades de la vida, siempre rozaba a Percy en alguna parte. Siempre me dejaba una nota junto a ella. Y desde agosto que eso no pasaba estaba preocupada por él, igual que mis hermanos a pesar de que no tenía una relación tan estrecha con ellos.

Por otra parte, estaban mis pesadillas de mestiza. Había llegado a soñar quince veces seguidas con el mismo escenario y os mismos personajes. Por ello había optado por simplemente dejar de dormir.

La universidad también se llevaba parte de mis ataques de ansiedad. No malinterpretéis eso, estoy encantada con poder asistir de una maldita vez por todas, pero había tanto que estudiar para poder hacer el examen de acceso... Estaba harta de vivir en aquellos instantes, pero no podía hacer una mierda por evitarlo. La vida de una mestiza era demasiado peligrosa como para suicidarse, así que me jodería hasta que algún monstruo me matara. Una pena que ahora tardaran algo más en regenerarse y que viviera en una ciudad con tanta gente como Manhattan. Pero no se puede hacer nada.

Dejé el cuaderno a un lado, tomando mi café y subiendo con él a la azotea, dejando el cuaderno en el salón.

Observé algunas plantas de la azotea, plantas con flores preciosas y coloridas. Y luego estaba el Lazo de Luna, la planta que Calipso le había entregado a Percy cuando él volvió de Ogigia.

No le guardaba rencor a la chica, no era su culpa estar maldita por culpa de su padre, menos todavía de sufrir la desgracia de enamorarse de los héroes que pasaban por allí... Simplemente... simplemente me gustaba admirarla de vez en cuando.

𝐁𝐞𝐥𝐢𝐞𝐯𝐞𝐫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora