Prólogo

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Mis pisadas resuenan en toda la estancia, envuelta en las sombras, excepto por una luz situada a lo lejos. La punta de mi lanza tintinea con cada paso que doy, en perfecta sincronía con el sonido que emiten mis botas negras. Mi pelo grisáceo se mueve un poco, debido a que está desordenado. Mi chaqueta se mueve de un lado a otro, debido a que esta desabrochada, y mis vaqueros negros me dejan moverme libremente.

Muchos se refieren a mi como una rareza, una persona que no debería estar aquí, en el mundo, vagando de un lugar a otro como alma en pena. Pues se equivocan: yo no soy una persona, y no tengo alma.

Estoy hecho para contemplar los conflictos, las bellezas, las rarezas, y otras cuantas cosas comunes y corrientes (para mi gusto) del hogar que muchos llaman Tierra.

La estancia en la que me encuentro siempre ha sido oscura, desde el inicio de los tiempos. No me sorprende que el espacio sea un simple vacío con ausencia de luz; es mas, hasta he llegado a pensar que este lugar está situado en algún lugar del Universo, pero de ahí en fuera no hay ninguna otra semejanza, dado que aquí si pasa el sonido.

Cada vez que vengo acá, me llevo la decepción de que la luz del fondo es una simple habitación, llena de mis pertenencias. La primera vez que la vi pensé que era el final del camino: mi "inevitable" muerte.

Lo que se me hace imposible es que no pueda morir. Puedo lanzar de un risco, darme un tiro en la cabeza o en el corazón, ahorcarme, separar las extremidades de mi cuerpo inútil, pero al final nada resultará. Me dolerá de mil demonios, pero no moriré. Ser poderoso no sirve de nada en estas circunstancias.

Al llegar a mi habitación, veo a una persona (si es que se le puede llamar así) sentada en mi sofá, leyendo el libro que, para ella, es el más insignificante de la humanidad: la Biblia. A su lado, lleva una katana de un filo espectacular (de esos que te cortan de tan solo rozar tu piel); su mango está conformado por una empuñadura en espiral que encaja perfectamente en la mano de su dueña, y al final del mango lleva un símbolo muy chulo.

- Veo que no te has cansado de leer ese libro tantas veces.. ¿por qué? - le digo a Terra.

Ella tiene el aspecto de un anciana: canosa, encorvada, y un poco arrugada, pero.. es más que eso. Es muy sabia, y se nota con tan solo mirar sus ojos cafés (por cierto muy profundos) que es peligrosa, pero pasiva. Lleva su característica gabardina café (propia de los elementos) con un símbolo único que muy pocos conocen (el mismo que la espada), encima de su sotana café, parecida a la de un sacerdote humano. Al acercarme un poco a ella, se puede notar una energía fluyendo de ella misma, como si no pudiera evitarlo.

- Se que este libro es tan insignificante como un grano de arena, pero deberías leerlo, te darán ataques de risa leyendo sus incoherencias - dice Terra, conteniendo una carcajada muy a duras penas.

- Vaya que ustedes 4 se encariñaron con los humanos, en serio.. que blandos.

- No es nuestra culpa que seas tan amargado, y no tengas la suficiente.. nobleza como para querer a alguien que no seas tú - dice Ignis agarrándome del hombro derecho, saliendo del mismo pasillo del que he salido. Aunque esté dandole la espalda, puedo sentir su mirada penetrante quemándome por dentro.

Él sigue teniendo su musculatura irresistible para las mujeres y su voz provocadora, pero, como sus hermanos, su amabilidad a flote, defendiendo a los humanos. Siempre va con su saco negro que da a lucir su excitante y envidiable figura que muchas mujeres miran con deseo, y encima lleva su gabardina roja con un símbolo parecido al de Tierra. Lleva unos pantalones muy chulos de color rojo, igual que sus zapatos rojos y un guante rojo con un diseño único que en la palma de la mano lleva el símbolo de su gabardina. En la parte de adentro de su saco lleva unas cuchillas con un aspecto temible que en su mango llevan el mismo símbolo que el guante y su gabardina. Siempre formal y amenazador a la vez.

- Ignis, querido.. un gusto volver a verte, te extrañe tanto desde aquella vez en la que..

- Cállate imbécil - dice interrumpiendome con tono algo alto, dándome un golpe en la cabeza -, sabes a qué hemos venido.

- Claro que sé a qué han venido, zoquete, pero me extraña que no hayan venido Aer, Aqua, Lux y Tenebrae. Vaya formación más rara.. ¿no se sienten más vulnerables que de costumbre? Bien sabes que así ni daño me hacen, ya no digo un rasguño.

- Ya hemos esperado un año para que nos des respuesta a nuestra petición, y no nos quedó de otra mas que venir a por ti.

- Ustedes saben que un año para nosotros es un suspiro. Para los humanos es más que eso: como una eternidad. Nosotros podemos decir que en 100 años nos volveremos a ver, pero en ellos eso no es posible. No se ni para qué se molestan en dictar 2 o 3 cadenas perpetuas a los delincuentes, si todo el mundo sabe que no vivirán más de 70 años, al menos.

- Pero esas son pequeñeces comparadas con este asunto. Ya no podemos esperar más, y lo sabes. No intentes ganar más tiempo cautivando a Aqua o a Lux con tus encantos, que ni eso va a funcionar.

- A ellas no las metas en esto, Ignis. Terra, quien se ha quedado callada desde el inicio, entiende mi posición, ve más allá de las cosas.. por algo es la más indicada para ser la líder de su equipo, ¿no? Yo no me meto con ustedes para nada, así que no me fastidien, que ya tengo demasiados líos como para que vengan a darme camorra.

- Pero lo hiciste en su momento - dice Terra, calmada -, ¿o me equivoco?

- Claro que no, bella Terra, tu nunca te equivocas, y es por eso que te admiro, en serio, pero, ¿no se les hace más razonable dejarme tranquilo? Yo solo contemplo lo que me es permitido desde hace años, y ustedes quieren quitarme mi libertad por algo que hice hace mucho tiempo, cuando aún no me sabía controlar.

- Se que fue hace mucho tiempo hijo mío, pero no se pueden pasar por alto tus acciones, o no al menos para los de arriba, los santos esos con su belleza y juventud eterna, hump.. ojalá y envejecieran un poco cada milenio, y más la bola de idiotas que van dando las órdenes, como si fueran Dios, pero en fin - suspira -. No trates de evitar tu destino. Sabes lo que tienes que pagar por matar a un santo.

- Lo se, claro que lo sé. Por lo mismo he confiado en mi suerte para escapar de esta..

- ¡Pero no puedes escapar! - estalla Terra.

- No es tan grave Terra.. confío en que hallaré una salida a este simple problema. Sé en lo que me metí, y ese traidor se lo merecía.

- ¡No sabes en lo que te metiste al matar sin ninguna compasión a ese desgraciado!

- Pero claro que lo sabe, ya hasta te lo ha dicho - dice Ignis -. Vacuum no se arrepiente, y por lo mismo debe morir ante la mano de Dios.

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La Leyenda Del Sombrío Elemento (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora