II

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Tenebrae, quien se había quedado hasta el momento envuelto en sombras, sale de la esquina opuesta a la que estamos, caminando lentamente, mirándome con sus ojos negros y su cabello chino de color gris. Lleva su hacha en forma circular cerrada como un shuriken (la cual tiene el sello en el centro) con un mango de cuero, colgando de su pantalón negro, y lleva su camisa negra de manga larga con cuello de tortuga y su gabardina negra encima, con su sello marcado.

- Señor Tenebrae, me han contado mucho de usted - dice Dal, fingiendo estar alagado y poniéndose delante de mi, para hacerme una seña que huya. Ignoro la seña, pues no quiero huir de esta. Me pongo a un lado de él, sabiendo que si me vuelvo a poner en frente puede hacer alguna tontería.

- Le he contado varias de tus aventuras a Dal.. apuesto a que te alagas.

- La verdad es que no me interesa. Para mi los humanos son escoria, no valen nada - dice Tenebrae, indiferente a mi comentario, e ignorando a Dal.

- Vaya, hasta que nos parecemos en algo - le digo -, y Dal será un humano, pero vale más que eso. Quieres matarme, y lo sé, pero a él no lo metas, aparte, ¿eres tan cobarde como para matar a un debilitado como yo?

Levanto mi chaqueta un poco, lo suficiente como para ver la herida y lo rocosa que está mi piel en este momento, a causa de la herida que me hizo Terra. Tenebrae reconoce el aspecto, pero no le causa ningún cambio de mueca, o de opinión, así que desenfunda su hacha y la empieza a girar entre sus dedos.

- ¿Un último deseo antes de morir? - me dice Tenebrae, pero no me causa ninguna expresión.

- Si se puede, cúrame.

- No te pases de listo - dice Tenebrae -. No te daré tanta ventaja. Pide algo aceptable, y lo pensaré.

- No mates a Dal. Es mi único amigo en el mundo, y no se merece esto.

- Bien - voltea hacia Dal -, te puedes ir, este tipo ya te ha salvado muchas veces, deberías agradecerle por lo menos.

Dal se acerca a mi, y me da la mano. Se la doy, y al soltarla, jala mi pulgar 3 veces. Sé que significa eso.

- Yo también te voy a extrañar amigo - le digo, ocultando la señal. Él camina hacia las escaleras, hace un gesto breve a Tenebrae y se marcha lentamente.

Tenebrae desata su hacha del pantalón y empieza a calcular sus movimientos. Sé que atacará primero a mi hombro ileso, luego una patada al estómago y al final un breve hachazo en el cuello, cortándome la cabeza para mostrársela a los ángeles para obtener su prestigio. Gran plan, a gran escala.

- Una última cosa, Tenebrae..

- ¿Sí? - me dice, con tono violento.

- Espero que los ángeles te tengan compasión al saber que me escapé.

- ¿Qué?

No le doy tiempo de reaccionar. Corro a toda velocidad hacia el balcón, y brinco desde lo alto del cuarto piso. Al llegar al segundo piso, caigo a una casa cercana a la mansión, luego en otra, y otra.. intentando escapar. Siento la presencia de Tenebrae, siguiéndome. Intento escapar en los callejones, pero aún siento su presencia.

Mi camino termina en la plaza, donde se reúne la gente en las tardes para conversar, distraerse y bailar un rato. Puede que si fuera de noche me paso entre la gente, pero al ser de día no puedo hacerlo, hay un detalle: mi ropa es rara y reconocible para muchos, y en la noche se pierde de miradas curiosas.

Si salto, caigo desde muy alto, y puedo debilitarme aún más; si me detengo, Tenebrae me mata sin piedad alguna, entregando mi cabeza a los ángeles; si me intento perder en la plaza, la gente me señala y me aborrecen en todo Aksu, y sería más fácil encontrarme..

Al final, decido dejarme caer en la plaza. Nadie se percata de que estoy caminando entre ellos. No es tan malo.

Un niño como de 9 años, de ojos cafés y pelo castaño me mira sin parar. Tiene unas ropas maltratadas, y anda un poco descuidado, solo un poco. Pienso que va a gritar o algo así, pero hace todo lo contrario: camina hacia mi, y saca una paleta de caramelo, para luego dármela. Sonríe, y me abraza. Por un momento siento una calidez dentro de mi, y no puedo evitar devolverle la paleta con un poco de dinero. Me agacho para estar a su altura, y le acaricio el pelo. Me recuerda a Dal de joven.. ¡Dal!

Me levanto, y miro a todos lados. Él no se encuentra aquí, entre tanta gente, y menos por que es la plaza, el lugar donde lo conocí.

El sufrió desde el abandono de su madre y los maltratos de su padre mercader, hasta la golpiza que se llevo antes de que yo llegara a salvarlo.

El chico me mira, extrañado, pensando por fin en quién soy. Hace una cara de sorpresa, pero no huye, simplemente se acerca un poco a mi, y pide que me agache un poco. Se acerca a mi aún más, y me vuelve a abrazar. Que empalagoso.

- Yo no te temo - dice el niño -. Yo te admiro: siempre fuerte, y sin debilitarte. Se que eres peligroso, pero yo no lo siento así.

Se aleja un poco, y me sonríe, corriendo en la dirección opuesta. Siento que es un poco raro que un niño humano me abrace, aún sabiendo quién soy, al parecer. ¿Cómo no temerle a un ser maldito? No lo entiendo.

Quiero ir tras de él, pero esta vez puedo no correr con tanta suerte al encontrarme a alguien como el niño, así que camino hacia la sombra.

Estoy recargado en la pared de un callejón, algo débil y ya sin poder avanzar tanto. Mis manos se están poniendo duras y rocosas, al igual que mis piernas y mi pecho. No me queda mucho tiempo.

Mi diferencia de los "elementos" es que ellos se regeneran al paso del tiempo, pero yo no: no debería de existir, no debería de ser alguien así, soy un fallo de la vida.

Un "elemento" puede morir al igual que yo. Son especiales, pero aún así existe poca mortalidad en ellos. Sea Terra, Lux, Aqua, Aer, Tenebrae o Ignis, pueden morir y ser sustituidos por otra "persona".

Empiezo a sentir la presencia de Tenebrae. Corro a la velocidad que me es permitida, pero no basta. El hacha me corta la piel de mi brazo izquierdo.

- No lograste escapar, lo siento - me dice Tenebrae, a mi espalda -. Te daré una última esperanza, si así lo quieres: si me vences, te doy la cura al sello.

Escucho un tintineo, y de inmediato sé que no miente. Me levanto con esfuerzo, y lo miro bien: está agitando el frasco que contiene la cura. Agarro mi lanza con fuerza, y me preparo al ataque. Él gira su hacha, y se que va en serio.

Me sorprende que unas alas grandes salgan detrás de Tenebrae. No, no vienen de él.

Algo suena, y Tenebrae cae, sangrando de la parte de atrás de la cabeza. Veo al mismo niño que me abrazó hace un rato: de él provienen las alas. Se acerca a Tenebrae (el cuál está tirado en el suelo de cabeza), y lo examina con suma delicadeza. Se detiene en la gabardina un poco, y luego mira el hacha sostenida por su mano. Al último, me mira, y empieza a hablar con un martillo en la mano, y reconozco su significado al instante.

- Por lo que sé, los elementos tienen un punto débil, el que los hace mortales: fueron humanos antes de ser lo que son - dice el niño dragón, mirándome, curioso -. Ah, y por cierto.. mi rey ha encontrado tu gabardina, Vacuum.

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La Leyenda Del Sombrío Elemento (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora