Capítulo 8: Always on my mind, always alone.

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Hay cosas que desde el punto de vista moral y ético están bien, y a su vez, otras que están mal.

No es correcto robar, por ejemplo. Todos lo damos por sentado. Mentir y engañar a un tercero también entrarían dentro de esta categoría. En cambio, tanto decir la verdad como ayudar al prójimo son actos aplaudidos por la sociedad, sucesos y episodios que suceden en microsegundos, y luego, son fríamente olvidados, dejados en un pasado lejano.

En resumen: entendemos que ciertas de nuestras acciones pueden llevarnos por el buen o mal camino. Aquella distinción tan primaria viene con el manual del ser humano. Sin embargo, ¿qué sucede cuando sentimos que algo que nos hace sentir vivos, que desata una infinidad de sensaciones novedosas e indescriptibles, a la vez, parece incorrecto?

La pregunta debería ser enunciada por una segunda vez, quizás: ¿por qué hablar con Ted, en las cuatro paredes de su cabeza, suena como un pecado?

A veces, Harry percibe que algunas de las cosas que hace en el día a día no son del todo correctas. La mayoría de las mañanas se olvida de sacar la basura, y al volver cerca del mediodía, un nauseabundo olor se asienta en su cocina, incapaz de sacarlo con cualquier producto de limpieza. Asimismo, pasa muchas horas frente a una pantalla o leyendo sin usar sus gafas para descansar la vista. Eso provoca que cada vez los dolores de cabeza ocurran con más frecuencia, y en parte necesita solucionarlo, pero su mente le juega tantas malas pasadas que acaba postergando todo.

Puede reconocer que, si se lo propone, también es capaz de accionar de manera inequívoca. Es un estudiante estelar; jamás ha fallado en ningún examen de la universidad, y entre el resto de sus colegas, tiene la suerte de destacarse con facilidad. En el ámbito familiar no hay nada de lo que quejarse, ya que visita a su madre y hermana con demasiada frecuencia, llevando regalos y pasando tiempo con ellas, en pos de recordar los viejos tiempos de cuando no era más que un niño pequeño con el sueño casi imposible de ser escritor.

A pesar de ser parcialmente ejemplar, de ser un ciudadano con honores y buen comportamiento, ninguno de esos logros llega a saciar el inminente vacío que lo toma por sorpresa en momentos dados. Simplemente quiere ser comprendido por alguien; no más que eso. Ser abrazado, sostenido bajo la luz de la luna. Que susurros repletos de amor se cuelen por sus oídos y sus manos nunca estén vacías. Eso es lo que ansía.

Para su suerte (o no tan suerte, depende de quien lo vea), tiene a Ted.

Ted Tommo:
¿Cuál crees que sea tu lugar en el mundo?

Llevan hablando sin parar por días, aunque ninguno se atreve a tocar el tema que proclamaron como prohibido. Harry no piensa sacar a flote la noche en la que fue un borracho triste de película y, de una manera poética y novelista, confesó sus verdades. Ted tampoco pretende conversarlo, y el rizado lo agradece.

DustyDaCat:
Nunca me lo he preguntado seriamente.
Supongo que cualquier lugar en donde cuente con una libreta y un bolígrafo.

Ted Tommo:
¿Para escribir?

DustyDaCat:
Bingo.
¿Qué más puedes esperar de un escritor?

Ted Tommo:
Lo sé, lo sé. Tienes razón.
Esto de idear preguntas para conocernos mejor se me hace fatal.

DustyDaCat:
¿Por qué?
Podemos hacer otra cosa.

Ted Tommo:
Es que no se me ocurre nada interesante para cuestionarte.

The trouble with wanting (l.s)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora