A su parecer, Harry jamás ha sido una persona victimista.
La primera vez que anduvo en bicicleta sin rueditas entrenadoras, se lastimó ambas rodillas. Raspaduras coloradas con sangre seca en la superficie fueron lo último que sus ojos vieron antes de desmayarse de la impresión. Era un niño fácil de sorprender, claro estaba. Luego de la caída, pasó dos días enteros llorando y llenando su habitación de leves sollozos, desesperado por dejar de sentir aquel ardor en sus piernas.
Pero claro; en ese entonces, no era más que un pequeño, ¿quién no hubiese hecho tal escándalo? Podría decirse que es una conducta normal en un infante; el exagerar enormemente una situación y ahogar su almohada en saladas lágrimas.
Siendo un adulto, aprendió a corregir ese comportamiento, al punto que muchas veces le era difícil apartarse del personaje que había creado su inconsciente para los peores escenarios. Tenía una armadura y una espada con la que vencer a sus propios demonios.
Aunque, a veces, pretendía tanto ser fuerte y de acero, que poco recordaba que por dentro, continuaba siendo un humano de carne y hueso.
Ahora mismo, se encuentra volviendo de la universidad, ya pensando en qué prendas de vestir usará en la noche. Hoy es el cumpleaños de Niall, y debe alistarse para conocer a sus otros amigos abogados, inteligentes y elegantes como ellos mismos. Habían arreglado para ir a tomar unas cervezas, y Harry sentía los nervios a flor de piel.
Nunca supo que tenía que hacer para caerle bien a extraños. Usualmente, no debía esforzarse; la gente no perteneciente a su círculo de amistades acostumbraba a evitarlo, reduciéndolo a una simple sombra. Sin embargo, y con el correr de los años, adquirió una necesidad de encajar en este tipo de escenas, donde la sociabilidad y carisma son priorizadas.
Elige ponerse una camisa floreada que su madre le regaló la navidad pasada. Según ella, combina con sus ojos. No le presta mucha más atención a su apariencia antes de tomar una chaqueta y desvanecerse por la puerta de su departamento. Las llaves permanecen guardadas en su bolsillo, el sonido tintineante de los objetos de bronce chocando una y otra vez.
En el bar que fue citado, Niall, alegre y parlanchín, lo invita a sentarse a su lado, rodeados de hombres con saco y corbata. Después de todo, seguía siendo un día laboral. Se recuerda que no todo el mundo tiene el hobby de escribir por las tardes y conversar con extraños por internet. El olor a alcohol se siente en el aire, y lo golpea como una cachetada al adentrarse por los pasillos del lugar.
Durante dos horas, los demás invitados ni siquiera lo registran. Intercambia un par de palabras con Niall, ambos hablando a los gritos y con los oídos abombados, aunque luego capta a su amigo junto a una rubia en el escenario, y se relaja. No debe seguir pretendiendo que está pasando un buen rato, al menos. Toma un corto sorbo del trago que uno de los camareros le hizo a pedido especial, y deja que su mente se pierda entre las luces de colores y el bullicio de la gente.
Cerca de las tres de la mañana, Harry es un desastre. Secretos vergonzosos amenazan con escapar de sus labios, y desea tanto gritarle al mundo lo que siente. Que está pensando en Ted desde ayer sin parar, y que lo quiere. No sabe cómo, aún, pero lo quiere, con la locura y el desequilibrio que lo caracterizan.
Murmura unas disculpas y comienza a alejarse de la mesa, con el vaso en una mano y la otra ubicándose sobre el picaporte de la puerta en un intento de abrirla. Falla un par de veces, pero finalmente lo logra, cerciorándose de la pared a sus espaldas contra la cual se recuesta.
Busca su teléfono en uno de los compartimentos de su abrigo, desbloqueándolo en cuestión de segundos. Contempla la pantalla en silencio, y lo único que alcanza a escuchar es el sonido de su elaborada respiración.
Le gustaría hablar con Ted. No cree que esté despierto, de todas formas. O, tal vez, quizás ni siquiera quiera charlar. Sus conversaciones se han vuelto más amenas y poco significativas.
Ese detalle, que para cualquier sonaría insignificante, a Harry le quita el sueño.
"La vida es corta." Repite aquellas palabras para darse aliento y no acobardarse, mientras abre el sitio web e ingresa su usuario y contraseña. Con la mirada cansada y vagamente borrosa, busca el chat de Ted en la parte de mensajes privados, y le da rienda suelta a su corazón, potenciado por los efectos del alcohol en sangre y sus sentimientos que luchan por ser liberados a flote.
Querido Ted,
Te contaré cómo ha sido mi noche: es el cumpleaños de mi mejor amigo, ¿y qué mejor idea que festejarlo en un bar? Lo felicitaría por ello... tan solo si supiese dónde está. Seguramente bailando, o tomando algún invento de por ahí. Nadie lo sabe, y yo menos, porque estoy fuera del establecimiento, combatiendo el clima tan frío. Le agradezco al vodka por ayudarme a entrar en calor.
Me había propuesto pasar una velada fenomenal, porque los últimos días no han sido los mejores. Si te soy honesto, hay alguien que viene dando vueltas en mi cabeza desde hace un tiempo. No te diré quien es. Todavía me cuesta decirlo, así que tendrás que conformarte con leerlo. Espero que eso baste, o sino estoy dispuesto a ser más formal y escribirte una carta.
Verás: el tema que me agobia no es el hecho de estar entre extraños que aparentan juzgarme con la mirada, ni tampoco que en este mismo momento me esté congelando. Es tu lejanía la que me lastima y no me permite dormir por las noches.
En el caso de que todavía no haya quebrantado tus esperanzas, de que mis poemas sigan despertando nuevas sensaciones y creando colores en las zonas más recónditas de tu alma, voy a necesitar saberlo, o me veré en la obligación de buscar otras maneras de callar mi corazón.
Con cariño, tu melancólico escritor.
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The trouble with wanting (l.s)
Fanfic"Cuando la realidad se vuelve irresistible, la ficción es un refugio. Refugio de tristes, nostálgicos y soñadores." Harry publica escritos en un sitio web bajo el nombre del gato de su madre. Lo cual... es un tanto extraño, pero para él, tiene un po...