El teléfono sonó mientras namjoon se tomaba su segunda taza de café, mirando el amanecer y preparándose para otro día de trabajo agotador. Tenía profundas ojeras alrededor de los ojos, testimonio de las largas horas que había pasado dando vueltas en la cama, mientras su mente se empeñaba en repetir el eco de cada palabra de Jungkook, de cada sensación que su boca y sus manos habían evocado. Su reputación era merecida, había pensado amargamente de madrugada. Era todo un donjuán. Sus caricias eran ardientes y tiernas al mismo tiempo, y sin embargo acababan convirtiéndose en un tormento para los omegas que las probaban.
No quería contestar al teléfono, pero conocía a Jungkook lo suficiente cómo para saber que nunca cejaba cuando tomaba una decisión. Volvería, y namjoon lo sabía. Si era él quien llamaba, iría a verlo si no respondía. Namjoon no se sentía con ánimos de enfrentarse a él en persona, de modo que descolgó el aparato y murmuró un «hola».
-Namjoon, querido...
Se quedó pálido y sus dedos se crisparon sobre el teléfono. ¿Lo habría conjurado al pensar en él la noche anterior? Procuraba no pensar en él, mantenerlo encerrado en el pasado, pero a veces aquellas memorias de pesadilla emergían a la superficie, y volvía a sentir el miedo a quedarse sólo e indefenso, sin nadie en quien poder confiar o que viniera en su ayuda, ni siquiera su padre.
-Hyun Sik -dijo débilmente. No había duda. Nadie, salvo su ex marido, decía su nombre en aquel tono acariciador, cómo si lo adorara.
La voz de él era baja y densa.
-Te necesito, cariño. Por favor, vuelve conmigo. Te lo suplico. Te prometo que nunca volveré a hacerte daño. Te trataré cómo a un príncipe...
-No -musitó namjoon, buscando una silla para sentarse, pues las piernas ya no las sostenía. Se sentía enfermo de espanto. ¿Cómo podía sugerir siquiera que volviera?
-No digas eso, por favor -gruñó él-. Namjoon, mis padres han muerto. Te necesito más que nunca. Pensé que vendrías a su funeral, la semana pasada, pero no viniste, y ya no puedo soportarlo más. Si vuelves, te juro que todo será diferente...
-Estamos divorciados -lo interrumpió namjoon, con la voz quebrada por la tensión. Un sudor frío le corría por la espalda.
-Podemos volver a casarnos. Por favor, amor mío...
-¡No! -la idea de volver a casarse con él le producía tal repugnancia que ni siquiera podía mostrarse amable. Intentó desesperadamente controlarse-. Lamento lo de tus padres. No lo sabía. ¿Qué ocurrió?
-Un accidente de avioneta -dijo él, con la voz enronquecida por la pena-. Iban sobrevolando el lago y los sorprendió una tormenta.
-Lo siento -repitió namjoon, aun sabiendo que, aunque se hubiera enterado a tiempo para asistir al funeral, no lo habría hecho. Jamás volvería a ver a Hyun Sik voluntariamente.
Él guardó silencio un momento, y namjoon casi pudo ver cómo se rascaba la nuca con aquel tic nervioso que le había visto tantas veces.
-Namjoon, yo todavía te quiero. Sin ti, ya no me importa nada. Te lo juro, no será como antes; no volveré a hacerte daño. Sólo tenía celos, y ahora sé que no había razón para tenerlos.
Pero sí que la había, pensó namjoon, cerrando los ojos con fuerza, mientras la culpa se mezclaba con el terror que evocaba la voz de Hyun Sik. Entre ellos no había ocurrido nada físico, ¿pero había pasado un solo día durante los pasados diez años en que no hubiera pensado en Jungkook Jeon? ¿No había habido siempre una parte de namjoon cerrada a Hyun Sik y a los demás hombres porque no eran el rompecorazones que le había robado el corazón?
