V

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Namjoon se despertó temprano, cuando las primeras luces del amanecer entraban en el dormitorio. Había dormido poco, pero con un sueño profundo y sin pesadillas. Sin embargo, estaba acostumbrado a dormir sólo. La desacostumbrada presencia de un alfa en su cama lo despertó finalmente.

Una expresión afligida se apoderó de sus ojos al mirar a Jungkook, que estaba tendido boca abajo, con un brazo bajo la almohada y el otro sobre el cuerpo desnudo de namjoon.

Qué fácil le había puesto las cosas. La idea lo reconcomía cuándo se deslizó sigilosamente de la cama, con cuidado de no despertarlo. Seguramente dormiría durante horas todavía; ciertamente, apenas había tenido descanso durante la noche.

Le temblaron las piernas al levantarse. Las agujetas que notaba en los muslos y en el interior del cuerpo le recordaron de nuevo lo sucedido esa noche. Cuatro veces. Jungkook lo había poseído cuatro veces, y cada vez el placer parecía haberse intensificado. Ni siquiera en ese momento namjoon podía creer que su cuerpo le hubiera respondido de aquella forma, escapando completamente a su control. Sin embargo, él se había controlado, y también lo había controlado a el, obligándolo a ajustarse al ritmo que imponía para prolongar el placer. Ahora sabía que lo que se decía de él no eran exageraciones.

De alguna manera tenía que asumir el hecho inquietante de que se había convertido por propia voluntad en el último de sus ligues de una noche. Pero lo peor no era afrontar que se había dejado seducir con suma facilidad, sino la angustia que le producía que aquel éxtasis no fuera a durar mucho tiempo.

Quizá Jungkook volviera a buscarlo..., pero no se quedaría con el. Con el tiempo se aburriría y volvería su mirada de depredador hacia otro omega, cómo siempre hacía. Y el seguiría amándolo, cómo siempre había hecho.

Sacó sigilosamente ropa interior limpia de la cómoda, tomó el albornoz del cuarto de baño de la habitación y bajó al que había en la planta baja para darse una ducha. No quería que el ruido del agua corriente lo despertara. En ese momento, precisaba tiempo para sí mismo, tiempo para recuperar la compostura antes de volver a verlo cara a cara. No sabía qué decir, ni cómo actuar.

El agua caliente arrastró parte de la tensión de sus músculos, pero cada vez que daba un paso sentía un dolor leve que le recordaba la fuerza de Jungkook.

Después de ducharse, se fue a la cocina y se puso a hacer café. Estaba apoyado contra los armarios, mirando el líquido negro que goteaba en el recipiente de la cafetera eléctrica, cuando el sonido de varios motores llamó su atención. Girándose para mirar por la ventana, vio que las dos camionetas del rancho de Jungkook entraban en la explanada de enfrente de la casa. De ellas descendieron los mismos hombres que estuvieron allí el día anterior; uno de ellos vio el coche de Jungkook aparcado frente a la casa y le dio un codazo a su compañero en las costillas, señalándoselo. Pese a la distancia a la que se encontraba, Namjoon pudo oír las risas amortiguadas, y no necesitó mucha imaginación para imaginarse los comentarios. El jefe había vuelto a marcar un gol. Al cabo de veinticuatro horas, todo el condado estaría al corriente. Cómo solía ocurrirles a los alfas de cualquier parte del mundo, aquellos vaqueros se sentían orgullosos, y al mismo tiempo un tanto celosos, de las escapadas sexuales de su jefe, y contarían el cuento una y otra vez.

Aturdido, Namjoon volvió a mirar la cafetera; cuando acabó, llenó una taza grande y la agarró con una mano para calentarse los dedos, que tenía helados.

Debía de ser por los nervios por lo que tenía las manos tan frías. Subió sigilosamente las escaleras y se asomó a la habitación, preguntándose si todavía estaría durmiendo.

No lo estaba, aunque, evidentemente, hacía sólo unos instantes que se había despertado. Se incorporó sobre un codo y se pasó las manos por el pelo revuelto, achicando los ojos al ver que namjoon lo miraba con fijeza. A el le dio un vuelco el corazón. Jungkook parecía un rufián, con el pelo desordenado, la mandíbula ensombrecida por un principio de barba y el torso desnudo y moreno, en el que sobresalían los músculos de acero que nunca se encontraban en un hombre de negocios. Namjoon no sabía qué esperaba ver en su expresión: deseo, tal vez, o incluso afecto. Pero, fuera lo que fuese lo que esperaba ver, no estaba allí. Su semblante era tan pétreo como siempre. Parecía calibrarla con aquella mirada entornada que la hacía estremecerse. Namjoon podía sentir que esperaba que fuera el quien hiciera el primer movimiento, que dijera algo.

𝗕𝗿𝗼𝗸𝗲𝗻 𝗛𝗲𝗮𝗿𝘁Donde viven las historias. Descúbrelo ahora