𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐕

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¡ES UN MONSTRUO!

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Al día siguiente, luego del desayuno. Los Weasley, los Pevensie, Harry y Hermione salieron del Caldero Chorreante directamente hacia el callejón Diagon, despidiéndose de Tom, el encargado y recordándole que unas horas más tarde regresarían a la taberna por sus pertenencias

Al adentrarse a las concurridas y extrañas calles del callejón Diagon, Peter, Lucy, Edmund y Susan maravillaron todo con su mirada, tan sorprendidos y extasiados de tan increíble y extraño lugar. Fue inevitable para la pequeña Lucy soltar un chillido de emoción con deseos de aventurarse por el lugar. La señora Weasley miró a los cuatro chicos con una cálida sonrisa y se acercó

—Chicos ¿Qué les parece si Arthur y yo compramos sus cosas de la escuela? Mientras ustedes conocen el lugar.

—No queremos molestar señora Weasley...

—Tonterías— cortó a Susan con voz despreocupada —nosotros nos haremos cargo, diviértanse.

Peter sonrió agradecido a la agradable mujer, sacó de su bolsillo un pequeño bolso de numerosas cremalleras con el extraño dinero que le había dado su padre antes de marcharse, mientras Edmund sacaba de su mochila las listas de las cosas que necesitarían para el curso y se las entregó al padre Weasley.

El señor y la señora Weasley fueron de compras perdiéndose en la multitud. Al final, Ginny, Lucy y Susan fueron con ellos porque esta última quería asegurarse que su túnica y la de sus hermanos fuera de la talla correcta y los gemelos habían decidido explorar una tienda de escobas y evitar cualquier tipo de interacción con el cascarrabias de Percy.

Los demás llevaron a Edmund y Peter a comprar sus varitas a Olivander's, quién, al ver a ambos jóvenes, desorbitó sus arrugados ojos y sonrió de lado hacia ambos.

—Vaya, no pensé verlos tan pronto— soltó de manera tranquila, ambos chicos se giraron hacia el trío de amigos con una ceja arqueada, pero estos simplemente se encogierom de hombros

—¿Estaba esperándonos?— Edmund atrevió a preguntarle al anciano canoso.

—Por supuesto— aseguró. —aún recuerdo cuando su padre entró por esa misma puerta con sus padres, recuerdo como estaba emocionado de comprar su primera varita, con la excepción de que el apenas tenía once años— el señor Olivander percibió la mirada incomoda de los dos jóvenes, torció su boca en una pequeña sonrisa y se giró a su estantería de varitas, después de una larga mirada tomó una de las cajas de arriba y se la entregó al rubio —prueba con esta.

¹ 𝐇𝐀𝐑𝐑𝐘 𝐏𝐎𝐓𝐓𝐄𝐑 𝐘 𝐋𝐎𝐒 𝐑𝐄𝐘𝐄𝐒 𝐃𝐄 𝐍𝐀𝐑𝐍𝐈𝐀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora