2 opciones, 1 solución

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La primera vez que Steve Rogers supo que era gay fue a los 11 años. Lo supo en el instante en que vio esos ojos color chocolate y esa sonrisa que parecía salida de un anuncio de detrítico. La mamá de Rogers trabajaba como vendedora ambulante, preparando las mejores donas del Time Square. Muchos días saliendo de la escuela, en lugar de ir directo a casa, Steve iba a ayudarle con las ventas. A decir verdad que con su aspecto sacó mucho a su favor. ¿Quién se negaría a comprarle una dona a un pequeño extremadamente delgado con una sonrisa inocente y esperanzada?

A diferencia de lo que están pensando, Sarah Rogers no estaba de acuerdo con que su hijo fuera a ayudarla, sin embargo, no todos los días la señora Carter podía cuidar de él. Por lo tanto, no tenía muchas opciones.

En un día de tantos, Steve se acercó a una señora muy linda y carraspeó para llamar su atención —Disculpe, ¿gusta comprar una dona?—

La mujer giró regalándole una sonrisa enternecida. Iba a hablar, más fue interrumpida por un pequeño que estaba a su costado —Si queremos—

Steve en ese preciso momento quedó embelesado. Fueron unos segundos en los que se mantuvo estático y casi se le cae toda la charola que traía. Regresó su vista avergonzado. ¿Por qué de repente era tan torpe?

La mujer miró a su hijo con una ceja alzada -Tony, hijo, asustaste a este jovencito... ¿cómo te llamas?-

El pequeño tambaleó su pie apenado. No solía tener mucha charla con personas ajenas. Solo platicaba lo esencial —S-Steve, Steve Grant Rogers—

Ahora fue el turno de Tony de hablar —Hola, Steve—

El mencionado no pudo mantener contacto visual por más de dos segundos con el niño que tenía en frente. ¿Qué le estaba pasando?

-Creo que no habla mucho- el castaño le dirigió la palabra a su mamá la cual se daba una idea de lo que estaba pasando.

Steve recordó porque estaba ahí. Debía ayudar a su mamá con las ventas. Tomó el valor que pudo y encaró a Tony —¿Cuántas donas van a querer?—

—Todas—

La mamá de Tony lo iba a regañar por tomar decisiones sin consultárselo antes, más no pudo negarse a la sonrisa llena de asombro y felicidad de Steve.

A partir de ese día, diariamente pasaban los Stark a comprar donas. No todas obviamente, pero las suficientes para sacar del apuro a su madre.

Tony y Steve se veían todos los días y platicaban floreciendo en ellos una hermosa amistad. Algo que le gustaba de Tony es que él siempre le decía que era bonito y eso lo hacía sonrojar a niveles estratosféricos. Nadie aparte de su madre y de Peggy le habían dicho que se veía bonito.

Grande fue la tristeza de Rogers cuando un día dejaron de aparecer los Stark, perdiéndole la pista y llevándose consigo su primer amor platónico.


Steve caminaba por los pasillos de la escuela recordando aquellos tiempos. Era el último día de clases por lo que el ajetreo en el lugar estaba insoportable para alguien introvertido. Pasaba entre el gentío evitando hacer contacto físico para no molestar a nadie, pero era casi imposible. A como pudo llegó a su casillero dando un suspiro de alivio. Metió algunas cosas y sacó los libros de la primera jornada, luego tomaría todo lo demás para vaciar el casillero.

De cierta manera, le emocionaba por fin salir de ahí. No era alguien asocial o huraño, todo lo contrario. Steve es alguien muy optimista, alocado y con un gran corazón. Muchas veces intentó hacer amigos, pero a nadie en su curso le interesaba ser amigo del nerd escuálido que era molestado por los grandulones de la escuela.

El multiverso Stuckony | One-ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora