Fase 4.
Naia tenía diez años en ese entonces, y su cara infantil y angelical era todo lo opuesto a su verdadera madurez.
Tenía una larga melena ámbar que le llegaba a los talones de los pies, y unos preciosos ojos morados, si, morados.
Era algo trigeña y baja.
De todas maneras, era una bruja en un mundo de humanos.
Su padre, un poderosísimo mago del Hanyal (tierra mágica, especialmente de brujería) se había enamorado de una común humana y pronto había nacido ella.
La clásico híbrido resultado de un amor entre dos mundos.
Al menos sus padres, con características físicas meramente humanas tenían más suerte que ella, sus rarísimos rasgos la hacían parecer una abominación.
La niña extrañaba su verdadero hogar, ese lugar donde muchas tenían la piel verde y otras azul. Donde habían sirenas y dragones, hadas y duendes, donde encajaba y tenía amigos.
Pasaba sus largas tardes de invierno leyendo viejos grimorios de su abuela, practicando hechizos o intentando atrapar Fénix. Su vida era una perfecta burbuja que fue pinchanda en cuanto su madre le avisó que se tendrían que mudar.
La tierra, un lugar destinado a la inexistencia. Lleno de humanos que destructivos y avariciosos, que jusgaban hasta su mínimo desliz.
Naia Magicton nunca quiso dejar Hanyal y ahora vivía aquí, en Minneapolis. Iba a una escuela sin nada encantado donde todos la molestaban y hasta golpeaban, por ese motivo incluso llegó a cortar su hermosisimo cabello hasta los hombros y envolverlo en un pañuelo, aún así,sus ojos eran de por si, anormales ,por esa razón usó las famosas "lentillas de contacto" verde.
Quería ser normal, quería que la aceptaran, y entonces sucedió.
Su madre de nombre Valentine y su padre de nombre Ulises acudieron a su graduación de primaria.
El grupo de rufianes estudiaba a sus padres, un hombre corpulento de barba negra y una mujer de cabello rubio y brillantes ojos azules, pudo escuchar como se mofaban de ella diciendo claramente.
"apuesto a que ni siquiera es su hija"
"Seguro es adoptada"
"La acogieron por lástima y deben tratarla como el bicho raro que es"
A pesar de que cada uno de aquellos comentarios era como un cuchillo en su corazón, nunca derramó lágrimas en público.
Será porque las brujas no pueden llorar.
Si no lo hubiera hecho como una bebé recién nacida y las burlas serían peores.
Extrañaba a sus amigos, Sonya, Lili, Klaudio y JL, ellos jamás la lastimaron, ni física, ni mentalmente.
Naia no era una hechizera poderosa como su progenitor, apenas hacía hechizos tan básicos como eran la levitación y una conversación fluida en telepatía con reptiles voladores.
Era una decepción para todos, incluido su pobre padre al que adulaba tanto.
En esa fiesta conoció a alguién.
Oliver.
Un chiquillo de su edad, con el pelo castaño y rapado por un lado. Con todo el porte de galán que puede tener un niño de 11 años.