𝐃í𝐚 𝟑: 𝐄𝐧𝐞𝐦𝐢𝐞𝐬 𝐭𝐨 𝐋𝐨𝐯𝐞𝐫𝐬 "𝐂𝐨𝐦𝐨 𝐞𝐥 𝐋𝐢𝐦ó𝐧 𝐲 𝐥𝐚 𝐒𝐚𝐥"

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— ¡Horacio! Nosotros llegamos antes a la escena, tengo cinco unidades haciendo 10-76 por toda la zona. ¡No puedes solo decir que nos larguemos sin más!.

— No soy yo quién lo decide comisario — Inventó avanzando a paso firme por el sendero que llevaba a la puerta de aquella casa, ingresó ignorando al comisario que lo seguía furibundo.

¿Sería siempre así?

— ¡Por supuesto que eres tú! — Gruñó. — ¡Eres el maldito director del FBI!

Aquella frase hizo que su paciencia se acabara. — ¡Si, soy el maldito director del FBI! — Exclamó enfrentando cara a cara al ruso. — ¿Y sabes que más? ¡Soy tu jodido superior! Y si quiero que tú y tus agentes se retiren de lo que ahora es mí jurisdicción, lo voy a hacer. Así que, comisario Volkov, haga su 10-57 junto con su malla o verá una bonita amonestación en su escritorio a primera hora. ¡¿Queda entendido?!

A este punto habían llamado la atención de las personas presentes dentro de la casa, el ambiente se había tornado incómodo, casi podía sentir las miradas de reojo que les dedicaban los forenses y federales en la escena.

Dejó que el mayor lo llevara del brazo hacia una de las habitaciones continuas vacías. Cruzó sus brazos hastiado, eran las cuatro de la mañana, debería estar durmiendo al lado de sus perros con una mascarilla para las ojeras.

— Horacio, no me hagas esto, sabes muy bien cuánto he trabajado en este caso. — Susurró el ruso.

— Te he dicho que te vayas Viktor, no me hagas hacerte pasar vergüenza frente a tus agentes.

— ¿Esto es por lo del otro día? — Insistió.

¿Lo era? Tal vez.

— ¿Me estás jodiendo? ¡Estamos trabajando! — Se estaba cansando de discutir en voz baja. Observó cómo el otro acortó aún más la distancia entre sus cuerpos, poniéndolo nervioso en consecuencia.

— ¿Qué demonios quieres que piense cuando actúas de esta forma?

— Estamos en una escena de asesinato en masa Volkov, el caso de ese grupo de asesinos en serie se ha convertido en algo grande, la LSPD no tiene lugar aquí.

— Pero-

— Ve-te. — Gruñó.

El comisario abrió la boca buscando refutar de alguna forma, más ya había perdido la batalla. Resopló y sin despedirse, se fue echando humo del lugar.

Ya en soledad cerró los ojos durante unos segundos mientras se apoyaba en la pared a sus espaldas.

¿Por qué había hecho todo eso?

Por supuesto que lo sabía, era un resentido de cojones. Se las había cobrado con el ruso por haberle rechazado el otro día, habían quedado en plan amigos, pero el hombre llevaba últimamente muy ocupado con el caso que ni se inmutaba en descansar o  pasar tiempo con él. Así que cuando se presentó la oportunidad, decidió tomar cartas en el asunto y joderle un poco.

Su relación con Viktor era complicada. Eran amigos, si. Pero él lo amaba, lo había amado durante once años. Luego de reencontrarse las cosas habían cambiado entre ellos.

Y no es que tuviese algo contra él. En realidad, Viktor lo trataba muy bien, era respetuoso e incluso había empezado a ser mucho más cercano. Y ese era el problema, simplemente no podía controlarse y últimamente cualquier emoción que le causaba la presencia del ruso lo irritaba, lo ponía de mal humor y el recuerdo del humillante rechazo lo orientaba a iniciar discusiones — muchas veces sin sentido — entre los dos.

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