Prólogo

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Domingo 4:23 p.m

- ¡Vi!, ¡Mira! – Dylan estaba tan emocionada como yo con los raros objetos de la tienda, o quizá sólo se estaba dejando contagiar por mi entusiasmo, ya que solo tenía cinco años.

Me acerqué a ella y llevé mi atención a dónde ella señalaba con su pequeña mano, resulta que su emoción no se debía a ningún objeto de la tienda, sino que, lo que encontré acurrucado en la parte baja de una estantería de madera, fue un niño pequeño, debía de tener más o menos la misma edad de mi hermana. 

Él no parecía estar feliz por haber sido descubierto, y me pareció totalmente adorable; con sus enormes ojos verdes y las pequitas que adornaban su nariz. Me agaché a su lado.

- Hola peque, ¿qué haces ahí?

- No soy pequeño – la forma en la que frunció los labios me sacó una sonrisa, pero intenté no reírme para que no pensara que me estaba burlando de él.

- Tienes razón, perdona. Puede que seamos de la misma edad. – él parpadeó sorprendido por mi comentario y Dyl se apresuró a decir que eso era mentira, y que no había que decir mentiras. 

La Navidad estaba cerca, mis padres le habían dicho que los que decían mentiras se quedaban sin regalos y ella se lo estaba tomando demasiado en serio.

- Mi hermana tiene diecisiete, es mayor. Yo tengo cinco.

- Pues qué pequeña – le sacó la lengua a mi hermana, aunque él no parecía tener más de siete años.

Extendí una mano hacia el pequeño, que pareció dudar de si confiaba en mí o no, pero al final se decidió y se sujetó a mí para salir de su escondite.

- Qué buen escondite.

Se me daban muy bien los niños. Según Liam, mi novio, eso era porque yo misma actuaba como una niña la mayor parte del tiempo, aunque prefería pensar que era por tener una hermana pequeña.

- ¿A que sí?, conozco otros, ¿quieres verlos? – dudé un momento y me giré para mirar a mis padres, ellos seguían entretenidos hablando con el dueño de la tienda sobre un mueble que querían comprar para nuestra nueva casa, y la tienda tampoco era demasiado grande así que no habría problema si nos alejábamos.

De todas formas no es como si el niño hubiera esperado a oír una respuesta, todavía no había soltado mi mano y tiró de ella para que lo siguiera. Dylan nos siguió protestando con sus pequeñas quejas infantiles, estaba atravesando una época en la que se creía mayor por repetir lo que decían nuestros padres y sentarse recta en la mesa. Me hacía gracia ver cómo intentaba mostrar modales y masticar con la boca cerrada mientras tenía toda la barbilla y los alrededores de la boca manchados de chocolate.

Volviendo al caso, el niño se llamaba Adler y conocía la tienda tan bien porque era el hijo de los dueños, nos enseñó varias cosas que me parecieron muy interesantes, adoraba la decoración y me estaba planteando dedicarme a algo así en el futuro

- ¿Estás seguro de que podemos entrar aquí?

- Claro que sí, eres mi amiga.

- ¿Y yo qué? – la vocecita de mi hermana sonó indignada.

- Tu eres la hermana pequeña de mi amiga – quise reírme pero él lo decía tan en serio que le seguí la corriente.

- Me caes mal.

- Tú a mí también.

- Niños no peleen – solo conseguí que ambos me miraran con el ceño fruncido. Esto me pasa por jugar con niños de seis años que se creen mayores.

Cuando cruzamos la puerta, entramos en una galería que parecía estar destinada a guardar piezas que no estaban en venta, o quizá era algún almacén cuidadosamente ordenado. Pensé que seguramente no teníamos permiso para estar ahí, pero al fin y al cabo no éramos adultos, aunque yo estaba al límite de empezar a serlo supongo, me negaba a aceptar cualquier responsabilidad, en cualquier caso el que nos guiaba era el hijo de los dueños. Me encogí de hombros y empecé a curiosear mientras Adler me explicaba datos sobre los objetos.

- ¿Y tú cómo sabes tanto? – no me sorprendía que el enano se creyera mayor, era demasiado inteligente.

- Algún día, será mi tienda – se encogió de hombros como si no tuviera importancia.

- Ven – tiró de mi mano y empezó a correr.

- ¡Ey, esperadme! 

Dylan se había quedado atrás mirando unas miniaturas ya que no se encontraba tan entusiasmada como yo, evidentemente, por las explicaciones del pequeño sabio, así que cuando empezamos a correr no pudo seguirnos el ritmo.

- Espera, vamos a esperarla.

- Solo te lo quiero enseñar a ti. Es algo especial – dejamos de correr al llegar al otro extremo de la galería, en la pared parecía haber una puerta camuflada, que cedió cuando él la empujó con sus pequeñas manos. – Vamos, te va a encantar – miré hacia atrás dudando, Dyl seguía acercándose a nosotros y me dio pena dejarla atrás. Adler puso cara de pena.

- Vale pero solo será un momento. – Sólo me asomaría y habría vuelto para cuando Dylan llegara a la puerta. No sería para tanto.

🌈

Solo será un momento

V de VivianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora