Capítulo 3

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- Lo siento Vivian. Era demasiado pequeño como para comprenderlo.

- ¿Comprender el qué?

- No tenía mala intención, solo quería hacerte un regalo. – Mierda.

No podía seguir mirando esos ojos un segundo más, desvié mi atención a las pelirrojas; su pelo, sus facciones, definitivamente eran las mismas de la foto, pero ya no eran adolescentes, sino que se veían adultas. El señor de la tienda era el dueño, pero con canas y un poco de barriga. Dios santo, ¿qué pesadilla es esta? Había estado ignorando ese tipo de detalles por ser imposibles.

Volví a mirar a mis padres, toqué sus rostros; tenían arrugas marcadas que antes no habían estado ahí, el pelo de mi padre tenía demasiadas canas, y lo acaricié. Debía ser cierto, no podía negar lo que veía y tocaba. Oh, Dyl, sentí pánico de que hubiera conseguido seguirme.

- ¿Dónde está?

- ¿Quién?

- Dylan...

- Está en casa de una amiga, no quisimos avisarla hasta no estar seguros. 

¿Seguros de qué?, ¿de que era yo quién estaba esperando en la tienda?

- ¿Ella también?

- Tiene 16 años, cariño. ¿Quieres ver una foto? – mi madre sacó un móvil enorme y delgado, nada que ver con el mío, y eso que me habían comprado el último modelo, uno que también permitía escuchar música.
Me mostró una foto de una chica muy guapa de ojos grandes y expresión dulce, su pelo era color miel como el de mi hermana. Las lágrimas en mis ojos no me permitieron detallar demasiado la foto, porque lo sabía, era Dylan. La reconocería en cualquier parte.

- ¿Yo también?

- Tu estás igual que la última vez que te vimos – asentí mientras tragaba el nudo de mi garganta.

- Quiero irme a casa.

- Esta bien, vamos.

Apenas fui consciente mientras me despedía de la extraña familia de la tienda, ellos dijeron que volviéramos pronto, pero la verdad es que no quería volver a poner un pie en este lugar en mi vida.
Esta mañana no tendría que haber salido de casa en primer lugar, debí quedarme en casa estudiando, pero había querido escaquearme por unas horas y acabé yendo con ellos a la maldita tienda.

El exterior era igual y distinto, los coches, la ropa, incluso los carteles publicitarios. Los brazos de mis padres me sujetaron evitando que me diera un ataque de ansiedad de camino al coche, quise sonreír aliviada al comprobar que nuestro coche seguía siendo el mismo, pero sentí la cara rígida, como si mi expresión se hubiera congelado. Una vez dentro, acaricié los asientos con cariño intentando disolver el nudo en la garganta. Gracias Bagheera por no abandonarme.

(...)


Afortunadamente nuestra casa también seguía siendo la misma, había cosas diferentes, pero no me detuve demasiado a comprobarlo, cuando me dijeron que mi habitación seguía igual salí corriendo escaleras arriba. Me quedé congelada en el marco de la puerta, realmente estaba todo en su sitio, no la habían cambiado durante once años.

- ¿Tanto tiempo? – no sabía cómo sentirme con eso, claramente estaba aliviada de que mi lugar siguiera siéndolo, pero habría entendido si Dylan se hubiera quedado con mi habitación, ya que tenía un baño privado al contrario de la suya. También habría comprendido si la convertían en un gimnasio o en cualquier otra cosa. Simplemente había pasado demasiado tiempo como para que siguieran esperándome, ¿no? Observé todo con el corazón encogido, aunque seguía siendo mi habitación, ya no olía igual y había una sensación extraña de tristeza que cubría todo. - ¿Por qué?

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⏰ Última actualización: Sep 16, 2021 ⏰

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V de VivianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora