Un carruaje se encontraba en el exterior de un palacio que era usado como harem por el actual emperador quien por obviedad gobernaba el imperio.
No habían miradas curiosas en el exterior que pudiera ser testigo de lo que ocurría pero si en caso de haberlo sería ejecutado de una manera cruel.
El clima sería testigo al igual que la luna pálida que no podría hacer nada más que transmitir su luz.
La lluvia tal vez eran las lágrimas derramadas de la luna quien veía todo con terror dando la espalda para no ver nada peor.
Del interior del palacio nombrado como lucero salía una mujer con avanzado estado de gestación ya que esperaba a un bebé de quién era el dueño del harem: el emperador.
La mujer de cabellos castaños corto que apenas llegaba a sus hombros desnudos ya que estaba vestida con una transparente ropa que no dejaba su figura a la imaginación.
Miraba todo lo que sucedía con impotencia ya que le habían despertado de su relajante sueño en el cual no molestaba a absolutamente nadie.— ¡Esto es injusto!
Grito aquella mujer siendo sujetada de una manera dolorosa ya que le torcian el brazo de una manera que le lastimaba así que se quejaba por esto.
— Son órdenes de nuestra emperatriz.
Respondió un guardia mientras abría el carruaje.
Una carcajada de parte de la femenina no se hizo esperar mientras se resistía a subirse a ese carruaje ya que no deseaba saber a dónde le llevaría.
— ¡Es una cobarde! ¡Sabe que mi hijo heredera el imperio por eso hace esto!
Una bofetada interrumpió sus insultos a su majestad, el guardia solo le miro con una expresión de enojo para luego colocar ambas manos en el cuello de la mujer sin hacer fuerza claramente.
— Te permito quejarte pero no de su majestad, aunque te cueste ella es una verdadera dama no como tú quien se vende al mejor postor por su belleza.
Una mueca en el rostro de la mujer no se hizo esperar para que luego su rostro se comenzará a volver un tanto tétrico por consecuencia el guardia quitó sus manos de inmediato.
Un líquido pasaba por sus piernas mientras comenzaba a retorcer de dolor que principalmente sentía en sus piernas, espalda y por supuesto en su panza de embarazo, por lo tanto dirigió sus brazos a esta como si deseara proteger lo que había.
— ¡ahg! ¡Ya viene!— Grito —¡no solo me miren ayúdenme!
Comenzaba a gritar por ayuda mientras que los dolores se volvían más intensos y la lluvia aumentaba.
Los rostros de preocupación de parte de los hombres que estaban ahí no se hizo esperar habían recibido instrucciones de llevarla a una celda pero jamás de un embarazo.
— oh dios ¿que hacemos?
Pregunto el guardia más joven mientras trataba de ayudarle a respirar a aquella mujer quien se retorcía de dolor.
— ¡Ya viene!
Grito nuevamente lo primero que pudieron hacer fue arrastrarla hacia el carruaje para hacer lo que mejor podían en estos casos.
Absolutamente ninguno tenía conocimiento médico pero ahora era lo que menos importaba ya que por la adrenalina que recorría la sangre de todos, simplemente hacían lo que pensaban era lo mejor.
El más joven tomo un pañuelo y limpiaba el sudor de la frente de la embarazada quien comenzaba su labor de parto.
El más viejo se fue a cumplir el trabajo de partero pero los gritos le desconcertraban demasiado.— ¡Haganla callar!
Grito el de avanzada edad para que luego el resto la sujetarán de las piernas con fuerza al igual que brazos por si hacía un momento, el último con su mano con demasiada fuerza.
En el exterior solo se escuchaban los gritos ahogados de la femenina.
La lluvia lograba cubrir el rastro de esos gritos.
Pero un inocente llorar no pudo ser ocultado tratándose del bebé que había nacido en el interior de aquel carruaje.
Los ojos de ese bebé que ahora se sabía se trataba de un varón se encontraban cerrados.
Pero no dejaba de llorar así que el viejo lo entrego con rabia a la madre para que pudiera callarle.— Parece una pasa, esta muy arrugado
Comento un guardia mientras soltaba el brazo de la mujer, quien ahora libre tomaba en sus brazos al inocente bebé.
Los ojos celestes de la femenina miraban con amor al bebé quien había parado de llorar al apenas sentir el tacto de la manos de su progenitora.
— Mi pequeño tyre
Tras pronunciar aquellas palabras una sonrisa apareció en el rostro de la mujer quien estaba llorando por el dolor que sintió al dar a luz pero al ver a su pequeño eso parecía ser una pequeñez.
— Bien ahora que nació debemos matarte.
— No tienen corazón.
— Lo sentimos pero órdenes son órdenes.
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La emperatriz
ФэнтезиEl emperador jamás dió un heredero al trono siempre viendo mala la idea de que su única hija heredera el trono. Pero esto fue inevitable por más que quiso un primogénito no lo logro por su avanzada edad dejando el puesto a su única hija heredera al...