Al final del camino

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Genosha era un lugar bastante agradable. Tenía una hermosa y sencilla vista de árboles rodeando pequeñas casas rústicas construidas por sus propios habitantes, con útiles huertos funcionando como jardines al frente de las fachadas. También había una laguna, de aguas cristalinas que reflejaban el despejado cielo de Genosha, adornada naturalmente con pasto y flores amarillas. Aquel lugar le recordaba más a una villa distante oculta entre las montañas que a una isla. Charles jamás se había imaginado estar ahí en algún momento de su vida, pese a que su relación con Erik había terminado regularmente bien en su último encuentro, hace aproximadamente diez años. La distancia y comunicación que mantuvieron durante esos años se mantuvo fría y estancada, hasta Jean...

Charles sacudió la cabeza, apartando los pensamientos tristes que se arremolinaban en la superficie de su mente, puso sus manos sobre las ruedas de su silla y avanzó sobre la firmeza de la tierra y el césped, para apreciar mejor la vista. En unos segundos, Erik estaba tras él.

—No es Westchester —comentó su viejo amigo.

—Dijiste que era un hogar ¿No? Se ve como uno.

Ambos se miraron, sonrientes y apreciativos, como en aquellos primeros meses que se iban conociendo y pensaron que podrían seguir un camino juntos. Después de tanto, ahí sobre el suelo de una isla lejana, parecía que los años no había pasado por ellos pese a que las arrugas repartidas por sus rostros demostraban lo contrario.

—Bienvenido, profesor —interrumpió una joven mutante de tes trigueña y altura media. Tenía una expresión amigable y pronto, sensaciones felices, entusiastas y asombradas eran atraídos involuntariamente por la telepatía del hombre en silla de ruedas.

Charles se sintió acogido. Ella le recordó a los alumnos que alguna vez tuvo.

—Llámame Charles, por favor, profesor ya no encaja conmigo.

La muchacha lucía contrariada.

—Encaja, Charles. Enseñas a jóvenes mutantes ¿No es así?

—Sabes que estoy jubilado.

—¡Vamos, Charles! No sólo puedes darte por vencido.

—No te vas a cansar de insistir, ¿verdad?

—¿Cuándo he hecho algo así?

Suspiró con cierta resignación. La seguridad de Erik siempre conseguía hacerlo flaquear, era bueno que también Charles fuera algo terco y difícil.

—Voy a pensarlo —finalmente dijo.

Erik estaba por acotar algo, pero se encontró interrumpido por la joven mutante que ambos habían olvidado durante el breve tiempo que duró su conversación. Solía ser típico de ellos cada vez que estaban juntos, por lo que no se encontraron sorprendidos.

—Lamento interrumpir, señor Lehnsherr, pero creo que debería llevar a su esposo a conocer-

—¿Disculpa? —Charles la detuvo. El rubor se asomaba con rapidez por sus mejillas y sus ojos se abrían con asombro. Se sintió incapaz de hablar. Producía un ligero tartamudeo que acompañó a sus palabras. —Y-yo no soy, ¡quiero decir!...

—Creo que debería mostrarte el lugar donde vas a dormir —Erik interrumpió. Su semblante se mantenía tranquilo al igual que el tono de su voz. Sin embargo, un suave nerviosismo pasó por sus atrayentes ojos que se desviaban hacia la parte frontal de la isla.

Antes de que Charles pudiera siquiera terminar de aclarar su relación con respecto a Erik, su viejo amigo usó sus poderes y lo arrastró con gran facilidad por el resto del campo hasta que cruzaron al otro extremo y se detuvieron en una de las casas del centro.

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