Wendy
Primer día de clase, no deseaba más que mi rincón vació de nuevo.
Mama no despertaba, así que mi despedida fue un silencioso beso en su frente.
Con la mochila en los hombros cargué hasta el gran instituto que escuchó todos mis insultos.
El grupo de las perfectas amenazaba de nuevo, su diminuto cerebro no pensaba que yo estaría escuchando todos sus insultos y viendo todas sus manos señalandome con disimulo.
El grupo de los listos paso camuflados como siempre, con sus gafas redondas y su camisa de cuadros adornada de una pajarita, nadie les quitaba la sonrisa metalizada a aquellos listillos.
Todos aquí íbamos camuflados, ellos bajo sus gafas, las perfectas bajo su perfecto maquillaje, la asociación de idiotas cubrían sus mentes anoréxicas por egos obesos; y yo era feliz con mi enorme sudadera y una novela escondida en mi mochila.
Maldije en un susurro cuando no ví mi rincón vacío, cuando lo ví cubierto por idiotas musculosos. Pero mis pies no paraban y seguían andando, también los maldije a ellos.
Rieron al verme acercarme a ellos e hicieron unos cuantos chistes, pero pararon al ver que yo no me echaba a tras. Todos los animales marcan su territorio ¿no?
Tuvimos una no muy grata charla sobre el sitio donde nos encontrábamos, lo que fué mi solitario rincón durante 4 años, no pienso perderlo ahora.
Cuando el timbre sonó la discursión no se llegó a acabar, peró como todos se fueron yo deducí que la conversación tardaría unos días en llegar a su fin.
-La conversación aun no ha acabado- dijo una voz grave a mis espaldas cuando comenzé a avanzar hasta clase, al girarme descibrí al cabeza hueca de Stephen Ronald.
-Para mi sí- escupí en su cara intentando liberarme de su agarre, poniéndome nerviosa de su mano junto a la mía. Rió y me acercó más a él, por su culpa perdería mi querída clase de música.
-Hagamos una apuesta- sugirió elevando una ceja, mala idea.
-¿Sabes qué? De pequeña tuve un caracol, se llamaba Steph- ignoré su propuesta y cambié de tema hacia mi terreno.
-¿Un caracol? ¿Que tiene que ver eso con la apuesta?- preguntó riendo, por muy guapo que fuera seguía siendo un estúpido. Contra mas belleza mas idiotez.
-No me gustan las apuestas- le amenace con la mirada entrecerrando los ojos y él hizo lo mismo intentando no reír.
-Es fácil, los chicos no volverán ha quitarte el sitio- una sonrisa apareció de inmediato en mi rostro- pero yo podré ir todas las veces que quiera, y tu no podrás negarte a verme- y la sonrisa desapareció.
-¡Eso es una idea estúpida!- lo empujé y él volvió a reír, completamente insoportable.
-No es nada del otro mundo, todas las chicas estarían agradecidas de hablar conmigo y tú te niegas- ególatra, ególatra, ególatra.
-Yo soy diferente- dije haciendo una seria guerra de miradas que sin duda yo perdería, rostros demasiado cerca.
-Lo se, tu eres fea- coge aire, respira, no grites Wendy, no grites.
-¡Y tu imbecil!- tarde.
-Admítelo, cariño- resopló riendo.
-Uno, lo admito. Dos, vuelve a llamarme así y te juro que te dejo estéril- alzó una ceja confundido y una sonrisa burlona adornó su rostro.
-Ejem, ejem- dijo una voz a nuestras espaldas. Sabía que me metería en líos un día de estos, pero no pensaba que fuera el primero.
-Hola Señora Wallace, que guapa esta hoy- dijo Stephen agachando la cabeza para reprimir una risa, era estúpido decirle preciosa a una profesora de 60 años que a pasado toda su vida cuidando libros en este instituto.
-Deberían estar en clase- dijo ella acomodándose sus gafas metálicas.
-Lo sabemos pero...- ella me interrumpió.
-No quiero típicas escusas, quiero verlos en clase ahora mismo- asentimos rápidamente y comenzamos a caminar hasta nuestras clases en silencio, hasta que Stephen se despidió.
-Ya sabes nuestro trato- me guiñó un ojo y tiró un beso al aire- adiós, fea.
-Adiós idiota- pensé, pero me callé.
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El complejo mariposa
Short Story-Pequeña mariposa... -¿Por qué me llamas así?- pregunté confundida del roce de su nariz contra la mía. -Porque lo eres- susurró en mi oido.