DIA 2

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Wendy

Todo parecía distinto cuando una duerme, no hay problemas, no hay confusiones, ni insultos ni golpes; y solo existe una persona estúpida: aquella que inventó los despertadores.

Si el primer día fue desastroso, no quería imaginarme como sería el segundo. 

Y aun encima las mantas no se querían despegar, las cálidas sábanas susurraban que hoy sería un mal día, mejor quedarse y dormir.

-¡Wendy tienes clase!- grito Cassandra entrando a mi habitación y poniéndose de puntillas para llegar a la manivela y cerrar la puerta.

-Hermanita- ella se acercó y me miró con sus grandes ojos- dile a mama que hoy no hay clase para mi.

Ella negó rápidamente con la cabeza- dice mama que sin escusas.

La pequeña de cinco años salió corriendo de mi habitación y me dejó a mi sola pensando estrategias para engañar a mama, pero a las 7 de la mañana no tenía muchas ganas de pensar ideas inteligentes. Así que me vestí con la sudadera holgada y los pantalones anchos de siempre, sin olvidarme del desastroso moño de las mañanas. Baje corriendo las escaleras y me encontré a mama y Cassandra desayunando, cosa que ya no me deba tiempo.

-Adiós mama- grité saliendo con la mochila a cargar.

Y como siempre tuve un silencioso viaje con mi mirada concentrada en el interesante suelo pisado por los zapatos de la gente.

Cuando llegué al instituto todo era como pensaba, un cabeza hueca adornaba mi rincón con su pelo brillante y sus deslumbrantes dientes, me acerque y cambio su expresión.

Luego sin decir palabra, comenzó a hacer círculos con su palma de la mano abierta.

-¿Piensas limpiar cristales imaginarios?- pregunté haciendo que parara con ese molesto gesto de niño pijo.

-¿Conoces algo llamado maquillaje?- preguntó haciendo una mueca y señalando al grupo de las perfectas.

-Conozco algo llamado zorrear- respondí con sinceridad al mirarlas- y no soy así.

Stephen negó rápidamente con la cabeza moviendo su pelo dorado a la vez.

-Te haría un gran favor a la cara- me guiñó un ojo y sonrió egocentricamente.

-Si estás tan a su favor ¿porqué no te vas con ellas?- pregunté señalandolas a lo lejos bruscamente, no me importaba que me miraran ellas o me mirara todo el instituto, ya todo daba igual.

-Me gusta molestarte- bromeó acariciándome la nuca rápidamente como si fuera un perro, yo le pegué un manotazo y él rió y paró.

-Tienes el pelo tan mal como mi perro- rió sacándome la lengua, yo fruncí el ceño y le devolví la mueca.

-¿Tienes idea de lo importante que es tu perro para mí?- exageré con sarcasmo moviendo los brazos, él se encogió de hombros y sonrió.

-Es mas guapo que tú- me sujetó la barbilla y me examinó detalladamente- sin duda es mucho mas guapo que tu.

-Pues casaté con él- grité empujándolo para que me soltara.

-¿Prometes asistir a la boda?- preguntó burlón agarrándome los hombros, supuse que no me soltaría hasta que respondiera.

-Si me invitas tengo que asistir aunque te cases con una de ellas- señalé al grupo de las perfectas rubias teñidas con doce litros de colonia que parecía no gastarse nunca. Una mueca de asco me apareció al recordar el olor insoportable.

-Estoy seguro de que no vendrías, tendrías demasiada envidia por la novia- y rió con esa insoportable risa egocéntrica ¿enserio algo se casaría con él? Y cuando digo "algo" me refiero a persona o perro.

-Es verdad, tendría tanta envidia como el pobre perro al que rechazaste- ice un puchero y Stephen sonrió. Nos quedamos unos instantes así: yo analizando su perfecta cara y él analizando el silencio.

-¿Te puedo poner un apodo?- preguntó encontrandomé desprevenida.

-Depende, no quiero insultos por favor- Stephen rió y negó con la cabeza.

-Pero no entenderás la razón- se encogió de hombros y prosiguió- pequeña mariposa- sonrió y yo ice una mueca.

-¿Mariposa?- pregunté confusa.

-Te dije que no lo entenderías.

Me guiñó un ojo y se fué, y me dejó sola.

El complejo mariposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora