1. Para empezar

81 2 0
                                    

Faltaba un cuarto para las cuatro. Keira había llegado tarde, otra vez. Mientras pensaba en que excusa decir esta vez para librarse del castigo, chocó con alguien.
-Quítate de mi maldito camino- espetó, mientras recogía las cosas que se le habían caído
-Sería más fácil si no ocuparas todo el pasillo- le respondió una voz masculina. "¿Ocupar todo el pasillo? ¿Acaso me está llamando gorda?" Llena de ira de levantó y estaba dispuesta a responderle algo grosero al anónimo, pero al verlo, su ira desapareció. Frente a ella había un niño. No tendría más de doce años, y tenía los ojos rojos y vidriosos.
- ¿Por qué lloras? -Por más de que le hubiera dolido que aquel mocoso le llamará gorda, Keira no podía luchar contra su lado maternal
-Qué te importa -Respondió, tratando de hacer que su voz sonara más gruesa, como la de un hombre.
-Pues...- Antes de que Keira pudiese darle una buena razón, el niño se fue.

- Vaya, vaya, hasta que al fin nos honra con su presencia, señorita Toivonen - dijo sarcásticamente la señorita Vidal, la odiosa profesora de biología cuando Keira llegó a clase. Una hora tarde. Eso no le ayudaría a subir sus notas, que para ser honestos, daban asco.
- Lo siento, es que cuando salía de casa...
- No me interesan sus motivos. -dijo cortante la profesora- Hoy se queda hasta las ocho, haciendo un ensayo sobre el tema explicado en clase
- ¿Y cual viene siendo ese tema?
- Debió llegar temprano para saberlo. Ahora, siéntese y escuche lo que queda de la clase.
Keira pasó frente a sus compañeros, que no podían estar más acostumbrados a su impuntualidad y sus constantes amonestaciones. Siguió hasta la silla del final y se sentó junto a Carla, la única persona que soportaba en ese odioso colegio
- No te preocupes, yo te presto mis apuntes Kei- algo en el tono de voz de Carla delataba que estaba molesta
- Gracias, no se qué haría sin ti
- Probablemente reprobarías el año, y almorzarías sola en el baño.
- ¿Tienes algún problema conmigo?- dijo, sonando más ruda de lo que pretendía
- Estoy cansada de tu desinterés, Keira. Eres una persona inteligentísima, pero jamás ves más allá de tu apatía hacia la vida, actúas como sí nada te importara, y mírate, parece que no te has bañado en semanas.
- Pensé que eras mi amiga y me querías como soy
- Lo hacía, cuando eras dulce, dedicada, graciosa... Eras perfecta, pero después de la muerte de tu hermana eres otra -Suspiró, pues casi nunca mencionaban la muerte de Anneli- Se que fue duro, pero no debes vivir como sí nada valiera, no es lo que ella hubiese querido
- De acuerdo, sí vas a ser mi amiga solo en las buenas, te buscaré cuando mi vida deje de apestar, mientras tanto déjame sola- El rostro de Carla se contrajo, pero Keira no la necesitaba. No necesitaba a nadie. Además traer a colación la muerte de Anneli era bajo, muy bajo. Claro que Keira había cambiado, ¿cómo no? Perdió a quien más quería en el mundo, y la perdió para siempre.
- No te tienes que poner a la defensiva, yo sólo decía que...
- Bueno al parecer las señoritas Toivonen y Hernández están hablando sobre un tema de suma importancia y mi clase las interrumpe, así que me callaré y pueden hablar de eso tan urgente. - Sólo había una cosa que la señorita Vidal odiara más que la impuntualidad, y eso era que no le prestaran atención a sus clases.
- No se preocupe, ya no tengo nada que decirle a Carla. Puede proceder. - Keira dijo, queriendo dar a entender que le daba su permiso a la profesora para hablar. Definitivamente iba a reprobar biología, así que daba igual reírse un poco de la profesora.
La clase siguió y Keira no prestó atención a una sola palabra, pues sentía frescas en su memoria las palabras "muerte" y "hermana"
Anneli... Era sencillamente más que su hermana, era su mejor amiga, su confidente, su todo, y no podía dejar de pensar en su muerte y en lo que pudo haber hecho para evitarla. Suicidio. Eso decían todos los médicos forenses, y al principio Keira descartó esa idea. Su hermana era tan feliz, que era imposible que pensara siquiera en quitarse la vida. Pero mientras pasaban los meses las pruebas era contundentes. Las recetas médicas que Anneli no necesitaba. Los tarros de pastillas vacíos en su habitación y baño. Sus extrañas pinturas. Anneli era una artista nata,pintaba y dibujaba como sí Dios le hubiese regalado sus propias manos para que crear. Sus pinturas eran generalmente bellas y alegres, como un reflejo de su propia alma, pero las más recientes antes de su muerte eran otro cuento. Eran hermosas claro, todo lo que ella hacía lo era, pero tenían un aire perturbador, nostálgico, iracundo quizás, era un grito de auxilio. Y Keira como hermana mayor tenía el deber de protegerla de todo, y no lo hizo. No reconoció las señales, no prestó suficiente atención, no pudo hacer lo que ante se le daba tan bien: ver a través de Anneli. Y ahora era demasiado tarde.
¶¶¶¶¶
- oh dios, ¡eres la mejor!- chilló Anneli. Después de 10 largos minutos Keira había logrado abrir el seguro que sus padres habían puesto en la puerta de entrada, para evitar que salieran sin permiso.
- Lo sé, lo sé - dijo Keira riendo y haciendo reverencias
Salieron a la fría noche y vieron el carro rojo de Jules, el enamorado de Anneli, quien había prometido recogerlas y llevarlas a la fiesta
- Buenas noches, señoritas Toivonen, ¿a donde quieren ir esta noche? -dijo Jules fingiendo ser su chofer
- oh, no se, pienso en un lugar salvaje- canturreó Anneli mientras se subía
- si, lleno de alcohol- dijo Keira riendo
- Por supuesto hermana, y con... ¡Una piscina! Ya sabes, sería un desperdicio no lucir nuestros nuevos trajes de baño.
El pobre Jules no pudo evitar ponerse rojo, le costaba mucho disimular lo loco que estaba por la bella de Anneli
- Si , si Anne, y también debe estar retirado, para poder hacer todo el ruido que queramos
- Bueno señoritas -dijo Jules- creo que sé el lugar perfecto para ir
- ¡La mansión Lombart! - gritaron los tres al unísono.
Dan Lombart era el alumno más asquerosamente rico del colegio, y sus fiestas en su mansión eran legendarias, por eso ni los seguros de sus papás, ni nada detendría a las hermanas de ir. Jules evidentemente era el peor conductor de la historia, pero no importaba, ir a esa fiesta valía la pena meterse en aquel carro infernal. Cuando llegaron, la mansión estaba llena, se oía la música y se podían ver a las parejas calentonas yendo hacia el pequeño bosque que limitaba con la casa.
- Gracias por traernos, Jules - dijo Keira mientras se bajaba
- Eh... Sí eso... No hay de que - Dijo distraído, pues Anneli se acaba de bajar del carro y se estaba acomodado el costoso vestido que llevaba puesto, que dejaba muy poco a la imaginación
- Jules, cierra la boca, estás babeando- a Keira le sorprendía lo descarada que podía ser Anneli, no sólo se aprovechaba de que el chico estaba loco por ella, sino que además se le burlaba en la cara.
- ¡Allá está Carla! Vamos a saludarla Anne- dijo Keira, intentando ser solidaria con el perdedor de Jules
Caminaron hacia Carla, que se veía hermosa. Llevaba un mini vestido negro que resaltaba sus largas piernas y tonificado trasero. Dios había bendecido a Carla con un cuerpo de envidia , y una cara angelical. Era una de las pocas latinas en el colegio, y era de lejos la más bella.
- Mis hermanas favoritas, ¿¡ porqué se demoraron tanto?! - grito Carla mientras las abrazaba
- Nuestros idiotas papás nos dejaron encerradas dentro de la casa. Menos mal Kei sabe romper seguros. ¡Es mágica!
- Diossss, sus papás son insssoportablesss- dijo Carla, evidentemente tomada
- ¡Ya estás borracha Carla!- Dijo Keira sorprendida, su mejor amiga casi nunca tomaba
- Sí, decidí que hoy le voy a hablar a Dan, y quizás con suerte me lo llevo a la cama, y para hacerlo necesito estar E B R I A A A A
- ¿Y que pasa con... Como se llame?- le preguntó Keira. Carla estaba loca por alguien, pero no le había querido revelar quien era a nadie, ni siquiera a Keira.
- Esa persona no es para mi, Kei.
- Carla, eres la más linda del colegio entero, eres inteligente y divertida. ¿como no va a ser para ti?
- No lo es, y ahí va Dan, ¡deséenme suerte! - Dijo mientras lo perseguía
- Bueno Kei, Jules viene por ahí, así que me voy, no quiero que me vean con ese fracasado.
- Anneli, tienes al pobre chico loco. Se nota que haría todo por ti
- Bueno si ese todo incluye hacer que Alex se fije en mi, bienvenido. Mientras tanto yo me voy a divertir. ¡Adiós!
Keira se quedó sola, mirando como su hermana se alejaba y saludaba a sus amigas. Jamás lo diría en voz alta, pero rogaba que Alex jamás se fijara en Anneli. Era demasiado problemático para ella, y sólo la haría sufrir. Su hermana merecía algo mejor, de hecho sólo merecía lo mejor, pues era perfecta.
¶¶¶¶¶¶
Keira llegó agotada a su casa, había terminado el estúpido ensayo y había perdido el autobús, por lo que le tocó irse caminando. Todo el día estuvo pensando en la pelea que tuvo con Carla, y trataba de decidir sí debía disculparse o esperar a que ella lo hiciera. Sólo habían peleado una vez, en la fiesta de Dan Lombart, pero eso había sido hace mucho tiempo, cuando todo era diferente, cuando ella era diferente, y cuando Anneli aún estaba viva.
Se miró en el espejo de la entrada y se sorprendió al ver su reflejo. Desde la muerte de su hermana se dejó de interesar por su apariencia, y odiaba los espejos, pues veía el rostro de la persona que no pudo salvar a su hermana. Estaba pálida, tenía ojeras y se veía más delgada. Sus ojos ya no brillaban, habían perdido esa chispa que iluminaba su cara, y su pelo, que antes era una cascada rubia, ahora estaba corto, rojo y con raíces. Se veía patética.
Subió a su habitación y puso música a todo volumen. Cantó y dio vueltas ir todos lados, olvidándose de su existencia, y sólo concentrada en las notas. Saltó, corrió, rió y lloró y al final estaba exhausta. Perfecto. Desde lo de Anneli la única forma en la que podía dormir era sí el cansancio era más grande que sus pensamientos culpables, así que se metió en la cama y se quedo dormida en cuestión de minutos.
Tuvo un sueño intranquilo, agitado y confuso. Se despertaba cada hora asustada, pensando que ya se le había hecho tarde para las clases, pero era sólo de madrugada. Cuando al fin amaneció se levantó, se bañó e intentó comer algo. Odiaba las mañanas y los desayunos más que nada en la vida, pues solía compartirlas con Anneli. Muchas veces cuando se despertaba, hallaba a su hermana a su lado, quien asustada por la oscuridad o alguna pesadilla, se pasaba a la cama de Keira. Después ponían su música favorita, y al ritmo de ella se alistaban. Como sus papás salían más temprano que ellas, desde pequeñas se acostumbraron a hacerlo todo juntas. Eran más que un equipo, eran una.
Muy pocas veces se permitía a sí misma recordar su vida antes de la muerte de Anneli, pues eso hacia aún más grande el vacío en su alma, y si pensaba mucho en ello corría el riesgo de que aquel vacío creciera tanto que acabaría con ella. Pero aquella mañana era de Anneli. El aire olía a ella, la luz brillaba como sus ojos y el viento emitía aquella risa aguda, tan propia de ella. En resumen, el día era tan hermoso como Anneli. Había algo en medio de tanta belleza que hacia que el recuerdo de su hermana muerta fuese menos doloroso, como si el mundo entero le estuviera diciendo que todo estaba bien, que ella estaba bien.
Keira salió de su casa y vio su bicicleta. Hacia mucho no la conducía, pues era sólo un recuerdo más de como solían ser las cosas, pero esa mañana le susurraba que la usara, que no estaba mal hacerlo sin la compañía de Anneli. La montó y se dirigió al colegio. A medida que avanzaba, aceleraba. Se sentía poderosa. El viento le daba en la cara, las calles y casas pasaban a su lado como un rayo, y el aire en sus pulmones se sentía como nuevo. Se permitió cerrar los ojos para disfrutar de aquel éxtasis, sin darse cuenta del giro que estaba a su izquierda. Así qué siguió derecho a un camino cerrado y como iba tan rápido no logró frenar a tiempo. Se estrelló contra la pared y se cayó de la bicicleta.
-Mierda- dijo, mientras se levantaba y evaluaba los daños. La bicicleta milagrosamente estaba intacta, pero su pantalón era otra historia.Aparte de embarrado, su jean estaba roto en ambas rodillas y en la espinilla derecha. Sintió un leve ardor en la rodilla derecha, y se inclinó para observarla. No era nada grave, un poco se sangre y piel levantada. En unos días estaría como nueva. Se limpió un poco y se dispuso a volverse a montar en su bicicleta, cuando oyó una voz
- ¿Sabes? Dicen que la primera regla para montar montar bicicleta mantener los ojos abiertos. -esa voz. Keira conocía esa voz arrogante y provocadora, pero no sabía de donde. Se volteó y vio el rostro del chico. Era alto, muy alto. Vestía chaqueta de cuero y jeans entubados. Tenía el pelo oscuro y ligeramente ondulado, y unos ojos miel que pondrían a soñar a más de una. Todo en el era sexy, peligroso y provocador. Keira definitivamente se hubiera sentido interesada en él en su anterior vida, cuando coquetear y tontear con chicos guapos era su pan de cada día. Pero no ahora.
- ¿Sabes? No sigo las reglas
-Perfecto. Yo tampoco- el desconocido sonrió. Mientras más lo escuchaba, más familiar le sonaba su voz.- Tyler- le ofreció la mano a modo de presentación
-Keira
- Entonces Keira, vamos a tomar algo, yo pago
Patético. Si,era guapo, muy guapo, pero eso no le daba derecho a ser tan petulante. ¿Qué creía? Qué con sonreírle y un par de frases bobas ella iba a caer rendida a sus pies?
- De hecho, preferiría que me dieras la plata y que te fueras. Tyler puso los ojos en blanco y rió. Keira se pudo dar cuenta de que muy pocas veces lo habían rechazado, aunque su expresión mostraba lo contrario. No le dio tiempo de responder, tomó la bicicleta y pedaleó lejos de Tyler y su arrogancia.

¶¶¶¶¶¶¶

Keira corría detrás de las mariposas en su jardín. Era un día soleado y hermoso, y por fin había logrado huir de su odiosa hermanita. Anneli era tan insoportable que Keira sólo pensaba en formas de deshacerse de ella. Le rogó a sus papás que la regalaran, pero después de ver como miraban a la pequeña criatura, decidió que no tenía caso, la amaban. Aún no entendía porque habían tenido otra hija. Con ella bastaba, era linda, juiciosa y tierna. Anneli sólo lloraba y hacia berrinches todo el día. De repente vio una mariposa con alas azules. No era un azul común, era un azul que hacia que los ojos de su odiosa hermana palidecieran. Corrió detrás de ella, deseando tocarla, pero la mariposa voló tan lejos que se mezcló con las nubes. Decepcionada, Keira se sentó en el pasto. Llevaba puesto su vestido favorito, y llevaba el pelo trenzado como una princesa y se veía hermosa, mientras que Anneli llevaba el pelo suelto, enredado, y el vestido estaba roto y sucio y de todos modos se veía más hermosa que Keira, y la odiaba por eso.
Se estaba quedado dormida cuando sintió que el suelo se movía. Anneli la había encontrado.
-¡Keira! Te busqué todo el día, ¿porque no me avisaste que estabas acá?- Anneli era la única en el mundo que no se había dado cuenta de que su hermana no la quería
- Se llaman las escondidas, Anneli. Yo huyo de ti y esperó que nunca me halles.
- No parece divertido. Yo quiero estar contigo
- Bueno, yo quiero estar con la mariposa azul, si logras atraparla para mi, jugáremos todo el día- obviamente sabía que Anneli jamás atraparía la mariposa, era sólo una forma de mantenerla ocupada para que la dejara en paz.
La pequeña salió corriendo nada más con oír las palabras "todo el día" y Keira la observó alejarse. Era tan insoportable. Siguió pensando en maneras de deshacerse de su hermana cuando de repente oyó un grito. No supo porque, pero sabía que Anneli estaba en problemas, y le importaba.
Corrió en la dirección que había visto correr a su hermana y la llamaba a gritos. Pasaban los segundos y no respondía, y sus latidos se aceleraban. Se sorprendió cuando se dio cuenta de que estaba orando, deseando que su hermana estuviera bien. Después, vio a Anneli en el piso, inmóvil. Miró al rededor, tratando de buscar el motivo de la caída de la niña, y cuando lo halló, se quedó helada. A pocos metros de donde estaba el cuerpo de Anneli, estaba su fea muñeca. En realidad Keira odiaba esa muñeca, era espeluznante, pero como Anneli la quería, Keira se adueñó de ella y jamás se la dejaba coger. Por eso la había dejado en medio del jardín, y por eso por su egoísmo, Anneli estaba ahí, tirada en el pasto, inmóvil. Keira se acercó a su hermana y le pidió que se levantara, que le hablará, que se moviera, que le demostrara que seguía viva, pero Anneli no escuchaba, estaba en otro mundo. Llena de lágrimas, Keira corrió hacia la casa y buscó a alguien. Sus papás no estaban, pero el mayordomo, el cocinero, el jardinero, la nana, cualquiera de ellos la tenía que ayudar. Vio al jardinero y le contó lo que pasó, exceptuando el detalle de la muñeca.
Horas después Anneli están en el hospital, recuperándose. Los doctores dijeron que el golpe había sido peligroso, pero que afortunadamente había recibido ayuda a tiempo. Los padres lloraban y se abrazan, prometiéndose estar más tiempo en casa. Keira estaba helada, casi mata a su hermana.
Se odió a sí misma por rechazarla todo ese tiempo, por tratarla mal, por desear deshacerse de ella, y por haber dejado la condenada muñeca ahí. Al verla tan indefensa, tan vulnerable se hizo una promesa. Cuidaría de ella por siempre. Nunca más le pasaría algo malo a aquella niña.

Amar sin morir en el intentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora