Jessica creía que no le gustaban las chicas hasta que conoció a Alex, la extrovertida y problemática estrella en ascenso que también es... novia de su novio.
***
La vida de Jessica está en el punto que ella quiere: se ha independizado de sus padres...
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JESSICA
Alex se quedó un momento tildada, mirando al tipo con el traje gris que acababa de salir de su casa. Entonces, sonrió.
—Jessica, te presento a mi representante —dijo—. Es mi representante, pero yo tengo que presentarlo —agregó y comenzó a reír.
El señor se acercó hasta la reja con las llaves en la mano y nos abrió. Yo aproveché y empujé a Alex adentro antes de retroceder, lista para irme, pero él me entrecerró los ojos, no muy contento.
—Contigo también tengo que hablar. Métete.
Miedo, pánico, lentejas, Ozuna.
Obedecí y caminé detrás de Alex, pero ella se volvió a apoyar en mí apenas me vio cerca y tuve que pasar mi brazo alrededor de su cintura para ayudarla.
Los sacrificios que una tiene que hacer ¿No?
Alex apoyó su mejilla en mi hombro y levantó la mirada. Se veía cansada, pero me imaginaba que era por la fiebre. Sus mejillas seguían rosadas y su cola de caballo estaba a punto de deshacerse.
Quería tocarle la frente y preguntarle cómo estaba.
Se veía linda.
—Estaba esperando a que nuestra relación se volviera más seria antes de presentártelo. —dijo ella—. Lo siento.
Estúpida.
Aparté la mirada y entré a la casa con ella a mi lado.
Sus padres y su hermana estaban merendando, pero cuando nos vieron entrar se detuvieron y nos miraron. Su madre se veía especialmente enojada.
—¿Dónde estabas? —le preguntó a su hija.
Alex se escondió detrás de mí, febril pero aterrada, y miró a su madre por sobre mi hombro. Por alguna razón aprovechó y me abrazó.
—Estaba en clase —respondió aferrándose a mí con fuerza.
—Nos echaron —completé.
—Lo siento, mamá. No puedo controlar mi pasión por aprender.
—¡Pasión por la chancla vas a tener cuando acabe contigo! —su madre se levantó de golpe.
Alex y yo gritamos.
—¡Nada de chanclas hasta que termine con ellas! —El representante de Alex se paró delante de nosotras para protegernos. Su madre le dedicó a Alex una mirada que me hizo estremecer hasta a mí, pero él nos señaló con la barbilla una puerta a un lado de la sala de estar—. Ustedes vayan al estudio.
Eso hicimos. No lo dudamos ni un segundo.
Alex me tomó por la muñeca y me metió por otra puerta a un cuarto que parecía una oficina. Tenía libreros llenos, un escritorio y algunos muebles. Era muy similar al cuarto del segundo piso en el que le habían hecho la entrevista hace unas semanas.