Epílogo

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ALEX

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ALEX

18 de septiembre, dos meses después.

¡Esto iba a salir mal!

Di la segunda vuelta alrededor de la manzana con el auto, en busca de un sitio para estacionarme. Lo cierto era que no le estaba prestando atención a mi tarea, porque estaba distraída por los eventos de esta noche.

Era 18 de septiembre por la noche, dos días después del cumpleaños de Jessica. Acabábamos de salir de clases y estábamos de camino a cenar en un restaurante que reservé casi un mes atrás, con la excusa de celebrar.

La primavera estaba por comenzar y eso significaba días de calor y noches de frío. Jess había vuelto a usar sus faldas cortas con medias y yo estaba más que encantada con eso. Era su fan número uno dentro y fuera de las redes.

Me pareció que esta noche en particular ella estaba un poco más arreglada de lo habitual y eso me puso más nerviosa aún.

Tenía planeado pedirle que fuera mi novia esta noche y me daba miedo que algo saliera mal, o que me dijera que no.

Entonces recibí un mensaje de una amiga que trabajaba en el restaurante antes de subir al auto. Me había enviado una foto del pastel.

Era azul.

Yo no había pedido ningún pastel azul. Había ordenado uno rosa con detalles blancos, porque era el color favorito de Jessica.

¿Qué iba a hacer un pastel azul?

—¿Estás bien? —preguntó Jess a mi lado—. Pasaste otro espacio.

Aparté esos pensamientos y la miré un segundo antes de prestarle atención al camino de nuevo. Si seguía dando vueltas alrededor de la misma manzana, me iba a marear.

—Sí, es que no me generaba confianza ese hueco para estacionar —me inventé—. Por el Feng Shui.

—Bueno. —Jess giró un poco su cuerpo para verme de frente, con la cabeza apoyada contra la cabecera del asiento—. Busca uno que te genere confianza antes de que nos quedemos sin reserva.

Me miró con esos ojos de cachorro esperanzado y yo fallecí ahí mismo.

Encontré un hueco entre dos autos a unas calles del restaurante. Mientras me desabrochaba el cinturón de seguridad y salía, sólo podía pensar en que ya no había vuelta atrás.

Abrí su puerta, pero en lugar de salir y moverse a un lado para dejarme cerrarla, Jess se paró frente a mí, paso sus brazos alrededor de mi cintura y besó mi mejilla.

No iba a salir viva esta noche.

—¿En qué estás pensando? —me preguntó.

Tragué saliva y cerré la puerta.

—¿De casualidad te gusta el color azul?

-.-.-.-.

Intenté no darle muchas vueltas a los mismos pensamientos, pero no podía teniendo a Jessica delante de mí.

Ella sabe que la odio | YA A LA VENTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora