Capítulo 1

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                                                                         Dedicado a Tessa y Cometa

                                                                      por enseñarme que con esfuerzo

                                                                          todos los sueños se cumplen


La mañana de la gran ciudad empezaba. El calor de la primavera comenzaba a ser sofocante y el asfalto se bebía los rayos del sol. Algunos edificios se sumergían en las penumbras y los árboles se bamboleaban con las leves ráfagas de viento que susurraban en los pocos parques que estaban abiertos a aquellas horas.

La mujer salió corriendo de un edificio, maldiciendo al reloj que colgaba de su muñeca derecha. Aceleró el paso mientras miraba a la carretera. Los coches pasaban a toda velocidad, algunos peatones caminaban entre ellos.

Sofocada, llegó a la parada justo a tiempo. La aplicación marcaba que el autobús estaba a punto de llegar en unos dos minutos. Resopló, buscando en la pequeña mochila negra, con ribetes dorados la pequeña tarjeta del abono transporte. Metió la mano, par de veces hasta que encontró el pequeño monedero donde lo guardaba.

Bianca trabajaba en un centro comercial como reponedora de un supermercado, y aquella mañana era la que menos le convenía llegar tarde; sus jefes venían de visita mensual y sabía lo estrictos que eran. Rezó para que el autobús no se retrasase más de la cuenta, parecía que ya había tenido suficientes problemas aquella mañana quedándose dormida. Menos mal que el vecino de al lado le había dado por hacer obras y había madrugado más de lo normal.

Tuvo que salir deprisa sin apenas haber apurado un café y, cogiendo las pocas cosas que había preparado la noche anterior, seguía maldiciendo su mala cabeza por no comprobar el despertador la misma noche. Se había quedado dormida en el sofá del salón mientras veía una película y se despertó de madrugada, acomodándose de nuevo para ir a la pequeña habitación a acostarse.

El urbano llegó puntual. Entró corriendo, esperando que la dejara en unos minutos en el súper. En la radio solo sabían dar malas noticias. El tráfico era tremendo, pero, por suerte, estaba a pocas paradas. El atasco empezó a empeorar; miró el reloj del móvil, aún le sobraban quince minutos para llegar y fichar. Rezó para que sus jefes no hubieran llegado. Llevaba varios años en la empresa, lo que le había otorgado una experiencia notable. Había ascendido, llegando a liderar su grupo, consiguiendo que sus compañeros la apoyaran en cada una de las decisiones que había tomado a lo largo del tiempo. El autobús seguía navegando entre la marea de coches. Miró el reloj, «diez minutos», pensó para sus adentros.

«María, por fa, si ves que no llego a la hora, avísame si llega Antúnez»

Tecleó rápidamente en el móvil, esperando que su compañera llevara el móvil encima y le echara una mano cuando llegara. Guardó el teléfono.

El móvil vibró dentro del bolsillo del pantalón gris, lo sacó de nuevo, con la esperanza de que fuera María.

«No te preocupes, todavía no han llegado. Eso sí date prisa, tu amigo está insoportable esta mañana.»

Suspiró ruidosamente y la señora que tenía al lado la miró entre escandalizada y sorprendida. Es lo que le faltaba, que el encargado del supermercado estuviera insoportable. Internamente le llamaban por un insulto, pero prefería que nadie lo supiera ya que, de saberlo, hubiera sido despido fulminante.

Desde la parada del bus hasta la puerta tuvo que salir corriendo, con la esperanza de que no sonara su teléfono, para decirle que los jefes habían llegado. Por suerte no había rastro del Renault Megane negro que utilizaban para ir de un centro a otro. Dentro del pasillo, estaba la garita del guarda donde tenía que fichar. Allí sentado, uno de los vigilantes estaba tomando el primer café de la mañana.

Una Voz En La Noche Donde viven las historias. Descúbrelo ahora