La estación de radio estaba en una de las calles más céntricas de la ciudad, donde siempre costaba aparca, el edificio estaba rodeado de pisos que se alzaban. Cualquier paseante que pasara por la oscura travesía, sin saber que se escondía allí, ignoraría por completo el bullicio y ajetreo que, en su interior, se estaba produciendo.
— Venga ya Carlos, por favor— una voz femenina, gritaba desde el despacho que estaba al fondo del pasillo.
Carlos salió de despacho ceñudo, y con evidentes gestos de enfado.
— Yo no me quedo con el turno de noche Gloria, pásaselo a algún becario, yo estoy para otros programas, no para chorradas de radio nocturnas.
— Pues es eso o nada— Dijo Gloria, apoyada en la puerta del pequeño despacho— Si no lo quieres, ya sabes…
Carlos la miró desde la otra punta, se sentó en la silla sacando un taco de papeles de uno de los cajones, y despejó la mesa de sus fotografías.
— Pues ahí os quedáis, panda de pueblerinos
Y dando un estruendoso golpe a la puerta, salió por la misma, dejando a todos los que estaban allí mirando a Gloria, esta giró todo su cuerpo, y entró de nuevo al despacho.
«Será inútil y desagradecido», pensó Gloria para sus adentros. Descolgó el teléfono que sonó en la otra punta de la redacción, donde una chica morena lo cogió aún con el corazón encogido por la situación.
— Raquel, ¿sabes si tenemos algún programa de música grabado para esta noche?
— Creo que sí, tendría que mirarlo.
—Por favor dime que si en un rato… Mientras buscamos una solución.
Gloria colgó el teléfono, mientras rezaba se pedía perdón en silencio, por el espectáculo que había dado a sus empleados. Ella dirigía la emisora desde hacía ya unos años, cuando su padre, el dueño y fundador de la misma, decidió jubilarse. Todos y cada uno de los empleados eran como de la familia, conocía hasta los nombres de sus hijos, siendo incluso la madrina de algunos.
Cerró los ojos inspirando, y giró la silla para que nadie en los despachos cercanos la viera derramar las lágrimas de rabia. Carlos llevaba con ellos pocos años, pero siempre se había caracterizado por intentar cambiar la forma de trabajar de la empresa, creando mil problemas desde que entró en la redacción.
Aquella radio se caracterizaba no solo por la cercanía y la familia que habían originado, sino también por dar muchas oportunidades a los recién licenciados en periodismo. Por eso mismo muchos de los que trabajaban allí se conocían de muchos años, ya que antes de trabajar juntos habían sido compañeros en la facultad.
El teléfono sonó dos veces antes de que lo cogiera, esperaba que fuera Raquel.
— Señora Ruiz— era uno de los bedeles que cuidaba el edificio— Aquí hay un chico que dice que viene a hacer prácticas, ¿le dejo subir?
Se secó con la manga del jersey granate que llevaba los regueros de lágrimas que habían recorrido por sus mejillas. Cogió una de las carpetas que tenía encima de la mesa, buscando el nombre de la persona que iba a entrar a hacer las prácticas en la redacción.
— Mikel ¿verdad?
— Espere que le pregunte — desde la otra parte del teléfono se escuchó la voz del guardia— ¿Tu nombre es Mikel?
— Si ese soy yo— Se escuchó lejos en la parte opuesta del teléfono
Gloria se levantó de la silla.
— Santiago, por favor pásale el teléfono, por favor.
Al otro lado del teléfono, una voz cálida de hombre la saludo
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Una Voz En La Noche
Storie d'amore¿Es posible el amor al oír una voz? Bianca no cree en el amor, mientras que Mikel empieza un nuevo proyecto en una radio local...