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Observó el objeto que había dejado sobre la pila, pálida como si acabara de descubrir al asesino en serie más buscado escondido tras la mampara de la ducha. Tragó saliva y miró al espejo, descubriendo sus ojos abiertos como platos y las ojeras bien marcadas bajo sus párpados.

―No puede ser―susurró―. Esto no puede ser, no puede estar pasando... no... ―Cerró los ojos durante unos momentos; contó hasta diez, rogando porque, al abrirlos, aquel infame objeto que portaba su sentencia hubiese desaparecido como por arte de magia.

Pero, para su desilusión e infortunio, fue todo lo contrario. La dichosa cosa seguía allí, al lado del grifo, destacando sobre el lavabo de mármol blanco como si se estuviese burlando de ella.

―¡No, no, no, no, no!―exclamó una y otra vez, pasándose una mano por la cara, angustiada, agobiada.

Unos fuertes golpes resonaron en la puerta del cuarto de baño, haciéndola saltar en el sitio y dar un agudo chillido.

―¡¿Hinata?! ¡¿Qué ocurre?! ¡Llevas una eternidad ahí dentro'ttebayo! ¡Abre o tiro la puerta abajo!―La voz de su novio la puso todavía más pálida―. ¡Hinata, maldita sea, te doy tres segundos!―Agarró apresuradamente el objeto que era el responsable de su estado―. ¡Uno... ―se lo guardó en el bolsillo de la bata―... dos... ―Se miró en el espejo, abrió el grifo para echarse agua fresca y luego se peinó lo mejor que pudo con los dedos―... tr- ―Descorrió el pestillo y abrió, topándose con el puño en alto de Naruto y su mirada con el ceño fruncido.

Ella le sonrió, tratando de enmascarar su nerviosismo.

―¿O-ocurre algo?―El chico apretó la mandíbula y bajó el brazo, lentamente, mientras estudiaba concienzudamente la expresión de su novia, tratando de descifrar aquello que la había hecho encerrarse en el cuarto de baño casi toda la mañana, huyendo de él―o, al menos, es le pareció, dado que apenas le había dirigido la palabra en los dos últimos días y parecía salir pitando de una habitación en cuanto él entraba en la misma.

―Sí. ¿Qué te pasa? ¿Estás bien?―Hinata buscó desesperada en su mente una excusa plausible para su extraño comportamiento, porque era consciente de que se había comportado de forma muy rara con él en la última semana.

Si Tenten no la hubiese convencido para hacerse esa dichosa prueba...

Respiró hondo y forzó una sonrisa. Ya tenía la excusa perfecta.

―Es que... no me encuentro bien... ―Automáticamente, el rostro de Naruto se tornó en preocupación extrema.

―¿Qué ocurre? ¿Sigues enferma? ¿Has vuelto a vomitar?―Antes de que pudiera contestar, Hinata se vio tomada en brazos y llevada en volandas por todo el largo pasillo hasta la habitación principal de la casa, que compartía con su sexy y guapo novio.

Se dejó envolver por su ternura y sus protectores brazos y apoyó la cabeza en su hombro, suspirando satisfecha al aspirar el masculino olor que desprendía su piel. Sonrió al percatarse de que el cuerpo masculino se tensaba, respondiendo así a ella. Se apretó más contra él, pasándole los brazos por el cuello, disfrutando de sus atenciones.

Con sumo cuidado, como si estuviese hecha de porcelana, Naruto la depositó encima de la cama de dos plazas maxi grande y se sentó a su lado.

―¿Tienes fiebre? ¿Has vuelto a marearte?―Acarició la pálida mejilla de su novia, frunciendo el ceño nuevamente con preocupación; Hinata sonrió, conmovida, y puso su propia mano sobre la de él.

―Estoy bien, solo ha sido un pequeño malestar...

―¿Quieres que llame al médico?―Hinata amplió su sonrisa y negó con la cabeza, su pequeño inconveniente ya olvidado.

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